Texto de Guillermo Salazar Jiménez
Durante
meses pasó por el centro de la ciudad solo a cumplir encargos indispensables
del diario vivir. Desaparecieron los viejos amigos de aquellos años del fútbol,
charlas en bares alrededor de un tinto o aguardiente, incluso amenas
conversaciones sobre escritores y poetas. Rusbel Caminante aprovechó el momento
para buscar alrededor de la Plaza de Bolívar alguno de aquellos amigos reacios
a no olvidar el pasado. Una voz con su nombre lo devolvió al presente. Después
de los saludos y comentarios sobre la salud, familia, en fin, acerca de la
vida, aquel amigo le contó sobre los últimos decesos y la decisión de la
mayoría de los colegas por permanecer en casa. Ya no se ven, le dijo, y remató,
“salgo a matar el tiempo”.
Amigas
de Juanita Lectora también utilizaban aquella expresión para denotar cansancio
de la inactividad contra el paso del tiempo. Otras, más jóvenes, quejaban de la
falta de tiempo para cumplir con todas sus actividades programadas. Deseaban ir
más de prisa, correr para lograr sus propósitos. Aunque sin alas el tiempo
vuela, agregó Juanita, da cosas nuevas y en segundos las vuelve viejas. Todo lo
trae para, inmediatamente, llevárselo. Recordó al escritor francés Jean Giono.
“Hemos olvidado que nuestra única meta es vivir y que vivir lo hacemos cada
día y que en todas las horas de la jornada alcanzamos nuestras verdaderas metas
si vivimos... Los días son frutos y nuestro papel es comerlos.”
Rusbel
Caminante consideró la expresión matar el tiempo como un escape al presente,
preferimos olvidar el carácter evolutivo del tiempo, preferimos la inactividad
que lleva al stress y al sin sentido de la vida. Consideró que dicen matar el
tiempo para no enfrentar la necesidad de cambiar, prefieren observar cómo el
tiempo se escapa de sus manos, como escurre el agua entre los dedos. Cierto, el
tiempo pasa y nunca vuelve atrás. Por ello, hacernos conscientes del paso del
tiempo es tratar de entender qué es vivir, agregó Rusbel, y, ante todo, quiénes
somos y qué hacemos para sentirnos partícipes de cambiar a Colombia. Aseguró
con Jean de la Bruyere que los primeros en quejarse de la brevedad del tiempo,
son precisamente aquellos que lo emplean mal.
Las
computadoras, los celulares, las tabletas, se convirtieron en lemas de
felicidad, expresó Juanita Lectora, sinónimo de prosperidad, apreciados para
ganar tiempo y, en general, para ensimismados ver pasar el tiempo. Máquinas
hechas para dominar nuestro tiempo y apropiarse del que merecemos para
disfrutarlo con amigos y familia. Comentó que nuestras horas son valiosas
porque no se pueden reemplazar por nada ni nadie nos las puede devolver. Como
afirmó el poeta español Luis Cernuda: La vida en tiempo se vive, / Tu
eternidad es ahora, / Porque luego / no habrá tiempo para nada. Juanita
agregó, somos hacedores del tiempo que disfrutamos o lo matamos para dejarnos
manipular; concluyó con el peculiar cinismo del filósofo rumano Emil Cioran, “Mi
misión es matar el tiempo y la de éste matarme a su vez. Se está bien entre
asesinos.”