Cuando el presidente Gustavo Petro se refirió
al “Sancocho Nacional” de Bateman, metáfora de olla para una política de
alianzas –que él mismo ha cocinado en su gobierno, con ingredientes tipo
Lafaurie–, me acordé del “Sancocho internacional” que quiso preparar en Canal
Capital en 2015, último año de su alcaldía en Bogotá. Creo –nunca tuve claro el
asunto– que intentó darle en concesión parcial ese canal público a una empresa
catalana llamada Media Pro. Era yo gerente del Canal por un año, lo que él
olvida por darle todos los créditos a Hollman Morris, descortesía muy proverbial
en él que en nada me afecta.
Una vez, un funcionario ingresó a mi oficina
y me dijo, alarmado: “¡Gerente, llegaron tres catalanes y me dijeron que
querían ver programas del canal! Qué pena, maestro, yo les dije que hablaran
primero con usted, pero son muy acelerados y dijeron que venían de parte del
alcalde para ocuparse del Canal y que él les había dado una lista de temas. Ahí
los tengo sentados mirando material”.
Yo –por supuesto, indignado– intenté
comunicarme con el alcalde, para ver cómo era la cosa, pero no fue posible la
comunicación. Y para la época, Laura Sarabia estaba apenas en décimo grado. De
modo que fui a interrumpir la proyección y saqué a los catalanes tamboreados.
En realidad debí ser más sereno, pero la prepotencia de los tipos, que me
recibieron como si fueran los anfitriones, me hizo proceder como esos texanos
que echan a los invasores de su rancho a escopetazos. Debieron irse donde el
alcalde a ponerle la queja. Al día siguiente llegaron por las buenas a
explicarme que querían “colaborar” con el Canal, aportando sus conocimientos,
pues tenían un canal en Barcelona y se querían expandir a Colombia. Y que
formaban parte de la comitiva de Jaume Roures, el CEO de los derechos de
televisión del Barça, de la F1, productor de Vicky, Cristina, Barcelona y amigo
de Woody Allen. El teso, mejor dicho. Me ofrecieron “gratis” la exclusividad
dominical de los partidos del Barça, pero les dije que los únicos partidos de
ese equipo que interesaban en Colombia eran aquellos en los que jugaba con el
Real Madrid, donde jugaba James. Y que a ningún colombiano le interesaba ver un
partido entre el Barça y el Getafe. También, que había visto bastante
televisión en Barcelona, y que en esa ciudad no había un solo canal que le
diera en los tobillos a Canal Capital. Total, desaparecieron hasta el sol de
ahora.
Una semana después, en Consejo de Gobierno
ampliado, el alcalde me agarró por su cuenta –pongo de testigo a todo el
gabinete distrital de entonces–, y se inspiró disertando sobre el papel de
Cataluña en la Guerra Civil española, sobre el separatismo, sobre lo franquista
que era el Real Madrid, y así por el estilo. A diferencia de los ministros
regañados en la reunión célebre de hace poco, yo repetí los argumentos que usé
frente a los escuderos del magnate Jaume. Y encimé una pieza de marxismo
deportivo –del por qué la marca Kelmes había contratado a Fabio Parra; La
Quilmes, a Chicho Serna y Parmalat al Tino Asprilla y Fredy Rincón, etc. –.
Obvio que para promover esas marcas en Colombia. Me faltó Fly Emirates, pues
por entonces aún no había cerrado negocio con el Real Madrid.
A veces creo que el separatismo catalán es
hacia Colombia, pues ya han hecho aquí avanzadas y llegan es por lo alto:
nombran ministros, recaudan platas peligrosas, etc. “Hacer América”, se llama
eso.