Las "jugaditas" no son exclusivas

2 de marzo de 20250 COMENTARIOS AQUÍ

Texto de  Germán Peña Córdoba

Una de las cosas que una colectividad política debe guardar con celo y respeto, es su base doctrinaria. Su doctrina la compone su ideología, que necesariamente tiene que lograr flexibilidad, y ajustes con el paso de los años; los tiempos cambian, la circunstancias no son las mismas, y la dinámica política obliga a buscar consensos, adaptación, interactuar y lograr acuerdos con corrientes que se tenga alguna similitud ideológica, u otras totalmente contrarias, a través de la conversación y el improbable dialogo sincero. Pero la columna vertebral que es su doctrina, se conserva incólume, pues contiene el fin último y los propósitos superiores dispuestos a conquistar.

Para nadie es secreto que la actuación de la Procuraduría de Margarita Cabello Blanco, se ejercía con un claro sesgo. Cabello, destituyó cinco congresistas del Pacto histórico. Una de las razones que predominó fue la doble militancia. Su actuación fue un claro propósito para debilitar la bancada progresista. Acabado su periodo, la composición de la terna para remplazar a Cabello, era favorable a Germán Vargas Lleras, un político avezado, acérrimo enemigo de este gobierno. El presidente Petro tenía el poder dominador. Para derrotar al gobierno y seguir destituyendo congresistas, o aplicar medidas disciplinarias en su contra, su contradictor político esperaba, que el presidente fuera consecuente con su ideología y nominara a un pulquérrimo y leal ideólogo de izquierda y así, Vargas Lleras lograr barrerlo en votación en el Congreso. ¡Pues no fue así!

Lo que los demás hacen (o sea lo que hace la clase política tradicional) no lo debe hacer el gobierno del cambio, se dice. Hay que actuar con integridad y ser consecuente. En la vida lo anterior es lo ideal y es válido, lastimosamente en política no.

De manera pragmática Gustavo Petro puso en el tablero del juego político a Gregorio Eljach, que barrió en votación a los candidatos de Vargas Lleras, y así se evitó tener un procurador, que si no de bolsillo, al menos, no actúe con el sesgo y el odio contra su colectividad, como si lo hizo la anterior procuradora Cabello. Este  fue un claro ejemplo de la dinámica política que obliga a que las "jugaditas" no sean de la exclusividad de los de siempre.  Conservando la doctrina, debe primar el propósito superior de la supervivencia política, para lograr los cambios ideales que están por encima de la nimiedad de la mecánica política. Si lo anterior no se hubiese hecho, hoy nos encontraríamos bajo el imperio de Vargas Lleras y, su eventual Procuraduría estaría injustamente golpeando esta colectividad.

No sé, si consciente o inconscientemente, pero el juego es lo más parecido a una estrategia bien calculada. Se trata de paralizar al contrario, que lucha con honestidad y principios. Con regularidad, cuando se presenta esta situación y se trata de ejecutar y actuar con decisión, pragmatismo y sin riesgo del principio ideológico, con frecuencia te desarman y te espetan en la cara: "es que este gobierno del cambio no puede hacer o justificar hacer, lo que los otros han hecho", suena bien, pero lleva implícito un mensaje paralizante que inhibe actuar. Mientras los otros, de manera exclusiva si están habilitados para hacerlo y sin el menor arrepentimiento lo siguen haciendo.

Lo anterior son actos deliberados, como lo es tratar de enlodar precisamente a quien denuncia 40 años de corrupción del "Pitufo". Es el contrataque como la mejor defensa. Las jugaditas son indefendibles  pero infortunadamente la política es así, aquí y en Cafarnaúm: la ética y la moral desafinan la política.

Nicolás Maquiavelo consideraba,  que la política solo debía basarse en los hechos y en la historia, no en la moral. Todos los gobiernos hacen coaliciones para lograr gobernabilidad, si lo hace el gobierno del cambio... es un pecado.

En ese orden, lograr la aprobación de las reformas (salud, pensional, laboral) estas irían a beneficiar grandes capas de nuestra sociedad. En el ambiente de un congreso adverso y un país polarizado, lo ideal es demandar que se den los debates, los diálogos, los consensos y los acuerdos. Son reformas bien intencionadas dirigidas a aliviar grandes inequidades. Así las cosas, sin comprometer la doctrina ideológica, sin torcer los innegociables principios y, jugando en el mismo terreno y con las mismas armas, se debe hacer lo que más les preocupa: la invasión de su estrategia. Que la jugadita se democratice, que la jugadita sea capturada, para no quedarse con los brazos cruzados y sin ejecución pero, conservando lo más importante como fijación: tener firmes las convicciones y cumplir el propósito superior doctrinario: la justicia social.

Germán Peña Córdoba

Arquitecto- UNIVALLE

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