Texto de Lisandro Duque Naranjo
En la pasada reunión con sus ministros –que
se transmitió en directo por televisión–, el presidente Gustavo Petro dijo
sobre el gabinete de inicios de su gobierno que era de canosos y parecía un
geriátrico. Se pasó el hombre. En esa falta de finura –impropia de él, que
últimamente parece no estar controlando los inhibidores–, incurrió para
sustentar el por qué ahora tenía un gabinete de edad mediana, del que esperaba
menos sectarismo sobre la presencia en la cúpula palaciega del nuevo hombre de
confianza, Armando Benedetti. Pero la nueva generación –tal es el caso de
Susana Muhamad, quien está desde el comienzo del gobierno, y del MinCultura,
Juan David Correa– no comparte esa flexibilidad ética del mandatario, y por lo
menos Correa, no más salir de la reunión, le presentó la renuncia. En cuanto a
la ministra del Medio Ambiente, muy emotiva, dijo que no se sentaría en la
misma mesa con Benedetti, ni pensaba renunciar. Complicado eso, porque querría
decir que va a asistir a los gabinetes próximos desde el cuarto de enseguida.
Algo así como lo que dijo Rabelais cuando lo amenazó la Inquisición: yo por mis
ideas estoy dispuesto a ir hasta la hoguera, exclusive. Gustavo Bolívar
intervino para repudiar a Benedetti, y agregó otro nombre a su rechazo: el de
Laura Sarabia. Igual cosa hicieron Francia Márquez, la vicepresidenta, y el
director de Planeación, Alexander López. Y aunque Jorge Rojas no tocó el
asunto, y cumplió en la moderación del acto, al día siguiente madrugó a
renunciar. Pero el presidente defendió a Benedetti con demasiado empeño. Tanto,
que llegó a compararlo, por lo “loco”, con Jaime Bateman. Supongo que se
refería a lo que llaman “el alma caribe”. A Augusto Rodríguez, director de la
UNP, amigo de Bateman, no le agradó la comparación, pero ni cinco, e intervino
para decirlo, él, que es tan parco.
Al MinDefensa, Iván Velázquez, Petro lo
cuestionó por la nula actividad del ejército en Catatumbo; a Andrés Camacho, el
MinMinas, por la falta de bríos contra el fracking, y en general al resto de
concurrentes porque de 195 grandes proyectos previstos, hay 146 que se
pasmaron. Pocón más bien. El MinEducación, Daniel Rojas, argumentó, lo cual es
cierto, aunque con distintas palabras, que la cosa no era tan mamey, y todos
dieron a entender, sin decirlo explícitamente, que las políticas de alianzas
mantienen a muchos burócratas del establecimiento tradicional agazapados dentro
del aparato, entorpeciéndolo todo.
A MinCultura no le hizo mayores críticas,
aunque le descalificó “eso de las conmemoraciones”, en lo que Correa ha tenido
lucidez, enfrentando a la oligarquía samaria que quería una “celebración” de la
fundación de Santa Marta. Supongo que al ministro lo cogió fuera de base un
ministerio que hasta hace dos años se ocupaba de “las artes”, y de repente se
le multiplicó por tres: “los saberes y las culturas”. Y encima de eso, sin
presupuesto. Complicado.
Me queda por decir que, de no haber más
cambios en el gabinete –aunque mientras escribo esto han caído más
funcionarios–, las enemistades internas tienen que aprovechar que, por fortuna,
la mesa de las reuniones es muy grande para que se sienten lo más lejos posible
los que se detestan.
Y una última cosa: que el presidente hizo muy
mal al revelarles a última hora a los citados, que ese zambapalo iba a
transmitirse en directo. Eso no se hace.