Texto de Germán Peña Córdoba
Si llegan los beneficios bienvenidos, acéptalos y disfruta de ellos. Pero si no
gustas del "Guerrillero ese", que en su mandato los agencia, por
favor, se honesto: recházalos si eres ético y consecuente en tu accionar. Por
favor: no disfrutes de ellos, no los mereces. Lo anterior es un escenario
hipotético, pero estoy seguro, que el rechazo no va a suceder; porque el
oportunismo cunde, está presente y ponerse del lado correcto de la historia es
casi un imposible, cuando se desconoce su propia historia.
¡Impera
la doble moral!
Beneficiarse
de algo y paradójicamente estar en contra de quien propicia el beneficio, es
una felonía; por principio ético y moral debería provocar de parte del casual
beneficiario, un automático rechazo. No se debería aceptar, no se debería gozar
de él, y lo correcto es plegarse a una férrea oposición en contra de lo
aprobado. Esa sería la conducta normal a seguir. Hacer lo contrario, no
renunciar al gozo de dicho beneficio, aunque este represente la restauración de
un derecho tradicionalmente conculcado, es una doble moral, es ser
inconsecuente y su actuación una manifiesta incongruencia cuando, se disfruta
de una conquista, que para lograrla ha costado sangre, sudor y lágrimas.
Con
un legislativo en contra, toda reivindicación, todo logro social es una
denodada lucha. Las grandes conquistas sociales son un tortuoso proceso,
producto de un esfuerzo, en el cual se tuvo que vencer obstáculos insalvables,
superar palos en la rueda, luchar contra el Filibusterismo, contra los disensos
y sobre todo contra los trucos dilatorios que bloquean institucionalmente al
estado.
En
una cleptocracia como parcialmente es la nuestra, existen recursos nones
sanctos para superar la desventaja de número en el legislativo y así lograr un
consenso. Anteriormente a esta práctica se le llamaba "Lentejismo" o
sea venderse por un plato de lentejas, hoy a manera de metáfora se le llama "Mermelada",
es la confitura repartida homogéneamente en la tostada; de hecho, es un
proceder inadecuado y venal. Pero ese comportamiento, que solo Antanas Mockus
lo desafío, lo hemos normalizado y a nadie sorprende, ni nadie se opone a ello.
En muchos casos, se toma oportunamente partido, al lado de las reformas cuando
de por medio existen grandes incentivos generados por la "mermelada".
Lo contrario y correcto sería, aprobar las reformas por una férrea convicción
que se tenga de ellas; algo escaso en un congreso ladino, marrullero y
solapado.
No
reconocer la autoría del beneficio que brinda la conquista de una reforma
social, pero a la vez disfrutar plácidamente de ella, es el triste hecho, que
se convirtió costumbre en un sector de nuestra sociedad. Un ejemplo claro de lo
expuesto sería, que el militar o el policía que no reconozca que este gobierno
les devolvió la mesada 14 y que el innombrable orondamente les quitó, que
renuncie expresamente a ella. ¡Por supuesto que no va a suceder! No tener claro
quién fue su autor y hacerse del lado de su tradicional opresor, es muy usual
dentro de la fragilidad de la memoria colectiva de las masas y, su debilidad a
causa de su escasa educación.
No
es de extrañar escuchar al vigilante de la cuadra, al cuidador de carros con su
trapo rojo, escuchar atrevidamente al Venezolano acogido en nuestro suelo, a la
señora de los tintos, al taxista que trabaja alquilado y le toca hacer la
entrega, a la señora del puesto de arepas, al tendero de la esquina, al
peluquero de la mitad de cuadra, la dependiente de un almacén, al anciano
decrépito de la tercera edad pensionado, el adulto mayor en la viejoteca, etc.,
denigrando a voz en cuello, del "Guerrillero ese", ese que paradójicamente
lucha por las reformas, que potencialmente los beneficiará, pero que serán
incapaces de reconocer y renunciar a ellas. Por supuesto, Igualmente existen
grandes sectores consientes de la conveniencia y necesidad urgente de un
cambio.
Lo
anterior tiene una clara explicación y una situación fáctica difícil de
reversar.
Es
entendible: son muchos los años pegados al frente de "la caja de los
idiotas". Algo queda al soportar décadas ese aluvión de noticias sesgadas,
programas que no culturizan, si no, que embrutecen; es prácticamente imposible
no salir afectado de la dosis diaria de veneno, que propugnan por el
establecimiento del Fascismo en Colombia. Noticias Caracol, deliberadamente la
sintonizan en las salas de espera de las EPS, en el restaurante mientras
almuerzas, en los estaderos, donde tu vayas, ahí está tu dosis. ¡Es increíble
el alienamiento programado!
En
mi caso, protestó severamente en los sitios que pretenden obligarme a ver sus
noticieros, hace muchos años me liberé de ese engendro que embrutece, perturba
el alma, el espíritu y la tranquilidad. Veo la programación cultural y de
noticias del canal institucional de la paz. ¡Veo y escucho RTVC!
Germán Peña Córdoba
Arquitecto-UNIVALLE