Texto de Germán Peña Córdoba.
Culturalmente
hemos posicionado como realidad el
concepto, que solo el sexo femenino gusta del bochinche. La narrativa machista
se ha mantenido en el tiempo y ha hecho carrera. Siempre, se ha sostenido que
las mujeres son las bochincheras, y de contera decimos: "si quieres ver a
una mujer feliz háblale mal de su mejor amiga". Nada más falso; al género
masculino también le encanta el bochinche. Mas extendido aún: al ser humano
indistintamente del sexo se complace y se extasía con el rumor, el corrinche y
el bochinche.
El
éxito de un buen bochinche lo garantiza su capacidad de difusión. Un mal
bochinche muere en el intento de propagarse y así, tan maltrecho, no llega ni a
murmuración. Es por eso que el rumor tiene que ser picante, ir de boca en boca,
correr como el viento, regarse como el polvo en la pradera y diseminarse como
pólvora en las entrañas de un año viejo, que lo hará volar en miles de
partículas, como voló Ricaurte en San Mateo. La oralidad era fundamental en
esta misión, hasta que llegaron las redes sociales y, el bochinche tomo un gran
status: se convirtió en "Fake News", "Youtuber" o
"Influencer".
Pero
bueno, esto es otro tema y, hoy lo llaman modernidad.
Hablemos
del viejo bochinche, el chisme tradicional, el de la cuadra del barrio, el del andén
cuando dos vecinas coinciden para barrerlo en compañía, el de las comadres, el
de los compadres, el de los viejos amigos; el bochinche que se riega como
tormenta de arena en el desierto.
El
bochinche se basa en la exageración, en el realismo mágico y en la suposición
que se hace de unos hechos no suficientemente probados, con componentes de
ficción y realidad. Muchas veces son inventos sin fundamento, que causan
jocosidad y dan risa, otras veces son dañinos, inicuos y causantes de grandes
tragedias cuando el bochinche habita en una personalidad nefaria, llena de
maldad y mala fe; pero el bochinche es sabroso, necesario en el ser humano,
pues incentiva la producción de serotonina cuando no es en mi contra, pero
cuando se trata de mí, me produce cortisol. En últimas nos equilibra el
comportamiento.
¿Pero
cómo se riega un bochinche? El bochinche se extiende, cuando quien acude a
contarlo dice: "aquí entre nos, que no pase de nosotros dos", el
bochinchero o la bochinchera advierte con vehemencia: "no vayas a contarle
a nadie porque lo que te traigo es bastante gordo y delicado" y así, esa
advertencia se repite y termina multiplicándose a la enésima potencia.
Lo anterior me hace acordar de un amigo, muy
amigo, cuyo nombre me reservo, advertía, que, si le contaban un bochinche, no
esperarán que el no lo iba a difundir:
-A
mí no me salgan con el cuentico que aquí entre nos y la advertencia de que no
vaya a contar.
Y
continuaba.
-Yo
tengo la lengua muy larga y no me resisto a contar
-Y,
además digo claramente quien me lo contó.
Decía
con claridad meridiana.
A
la persona que le contaba sabía de antemano a que se exponía. Mi amigo que ya
falleció, era un bochinchero sincero, dueño de una simpatía arrolladora y una
deslealtad a toda prueba.
El
bochinche está en todas partes, ninguna actividad se escapa de él, tiene un
poder omnímodo y posee el don de la ubicuidad. En el ambiente de la rumba
Caleña el hombre que impuso el bochinche e hizo de él un complemento de la
rumba, se llamó "Yimmy Bugaloo". Yimmy era animador de profesión,
hizo del micrófono un instrumento complementario, al integrarlo al sabor y al
vacilón con sus picantes chismes, apodos y su permanente "mamadera de
gallo".
El
ambiente laboral no escapa de las murmuraciones, el sitio de trabajo es el
espacio ideal y propicio para que se desarrollen rumores protervos, que cogen
vuelo y terminan hasta con despidos a causa de él. En el ambiente laboral no
falta el lambón con el jefe, que lleva y trae bochinches de sus propios
compañeros de trabajo, tratando desesperadamente de ganar puntos con su
inmediato superior.
Hoy
es el bochinche el argumento de más peso en la política. El bochinche va
asociado a la mentira y la mentira es la socia mayoritaria de la política. La falacia hizo carrera y la
mediocridad es la reina. En nada se profundiza, la superficialidad es la
ganadora. Llegan al Congreso y a la política en general, verdaderos Chisgarabis
que se hacen grandes como "Youtuber" e "influencer" una
actividad que solo maneja calumnias e injurias, pasiones y emociones.
Por
otro lado, tenemos los noticieros que solo riegan chismes, no informan,
desinforman con rumores. Los chismes y las mentiras son el insumo básico para
meterle una bomba al programa de la Paz Total y, la tarea se completa con
hechos producto de estrategias de bandera falsa. Paralelo a lo anterior, se
tocan temas superfluos como el trasplante capilar del presidente, que, si le
creció pelo o no le creció, desacreditan a la primera dama y están pendientes
de si Petro cumple o incumple una cita. El run run, se publicita tanto, que
programas de chismes como "la Red" tienen una audiencia
inconmensurable.
Existen
bochincheros irredentos, disimulados, elegantes y ordinarios. Propalar
deliberadamente cuentos, es su función. La impertinencia es connatural al chisme,
los bochincheros son incorregibles, empedernidos e impenitentes., es por eso,
que lo ideal es llevarlos con la doble y tener en cuenta lo que decía el excéntrico
pintor Español Salvador Dalí: "que
hablen de Dalí, aunque hablen bien.... pero que hablen".
Germán Peña Córdoba
Arquitecto- UNIVALLE.