Texto de Lisandro Duque Naranjo
No es pequeño ni ingenioso el alijo de 4,5 toneladas de cocaína que la policía española capturó en islas Canarias en un barco procedente de Colombia, escondido en los comederos de 1.750 vacas cuyo destino final era Beirut. A mí, personalmente, la cocaína me importa un pepino, incáutenla o no, para entregarla a los vagos de la DEA e impedir que llegue a las ansiosas narices de los europeos mediterráneos, que ya la conseguirán por otra vía. A mí me duelen son las pobres reses colombianas soportando la torturante travesía de un mes encerradas en el sótano de un barco achacoso, exhaustas y mareadas por el oleaje de altamar, entre el hedor de su orina, su boñiga, vómitos y cocaína. Es que zarpó de Colombia el 2 de enero y fue descubierto en España el 27 de enero. ¡Qué sadismo! En Colombia ha estado activa al respecto la congresista Andrea Padilla, emplazando a la ministra Cecilia López y a las autoridades sanitarias para que impidan tales vejámenes contra el reino animal. El presidente de Fedegán no puede bajarse por las orejas de esta tortura a los seres que constituyen la base de sus negocios, diciendo que la tarea de los ganaderos termina cuando entregan el ganado “en las puertas de sus fincas”. Eso no debiera bastar, a menos que los hacendados no sintieran la menor piedad por esa fauna de mirada atónita que les provee queso, leche, carne y cuero. Y a la que corretean, enlazan, marcan y hasta torean en las inmensas sabanas. Por ahí vi una foto de nuestros bovinos, con su cabeza estoica. Parecían turistas colombianos indocumentados. Menuda tarea les hubiera tocado desempeñar a las autoridades con tanto animal: ¿sacrificarlos?, ¿llevarlos a pastar?, qué va a saber uno. A última hora se supo que los españoles se desharían de ellos reembarcándolos para Beirut. A ellos les encanta atrapar “mulas”, pero tanto como vacas eso sí es un encarte, pues los días que las tuvieron bajo su “cuidado” les debieron resultar difíciles, trajinando con sogas y no pudiendo valerse de caballos, pues eso hubiera resultado muy dispendioso y hasta surrealista. Los presos humanos (28, según la prensa y solo dos de ellos colombianos) por lo menos ya están en una cárcel y saben a qué atenerse. Lo mismo sus abogados. Pero es que en el caso de las vacas —cuando pensaron en sacrificarlas— el asunto hubiera sido de veterinarios, matarifes, vaqueros. En cuanto a consumidores de filetes, las islas Canarias carecen de tanto carnívoro súbito, además de que la normatividad sanitaria es muy estricta allá. El nombre de la empresa colombiana exportadora no puede ser más cínico: Frontera Vacana. La bronca que deben haberle hecho sus compañeros al pobre policía que descubrió ese contrabando. Por ellos, mejor que se hubiera quedado callado y que el barco siguiera hacia su destino por el Mediterráneo. ¡Si es que Gibraltar ya estaba de un cacho!
Si alguna virtud tiene esta arca de Noé con una sola especie zoológica es que puso en aprietos a los captores, poco duchos en vérselas con novillonas, salvo en los encierros de San Fermín. No me queda la menor duda de que este cargamento de inocentes vacas colombianas puede lograr lo que ha sido un sueño nuestro de muchos años: que en Europa, o por lo menos en España, le levanten la prohibición a nuestra droga.