A estas alturas del año puede ser un poco extemporáneo referirse al 31 de diciembre pasado, salvo porque el presidente Gustavo Petro emitió ese día un decreto de cese bilateral del fuego entre el Gobierno y varias organizaciones armadas —ELN, insurgente; Segunda Marquetalia, reincidente; AGC, autodefensas, y otras más que operan en varios lugares del país (Buenaventura, Quibdó, Medellín, Cali, Tumaco, Tuluá, Sierra Nevada, etc.)—, que al día siguiente tuvo que ser derogado a causa de la reprimenda —no muy airada— del ELN por no haber constituido un tema consensuado en la mesa de negociación.
Ese decreto malogrado debía ser muy importante para el presidente desde que decidió divulgarlo el 31. ¿Sería para pasarlo desapercibido en medio de la abrazadera colectiva y los brindis del bohemio que congregan a los ciudadanos en esa fecha y de los que vuelven a la normalidad como a los tres días? Para eso se suelen utilizar los 31 con frecuencia, pues los inicios de Año Nuevo producen la ilusión de que si acaso ocurrió algo molesto eso ya es Año Viejo. ¿O sería que, simbólicamente, el presidente quería impactar a la opinión con ese decreto del silenciamiento de las armas haciendo una analogía relajante respecto del Año Nuevo de 1979, cuando el M-19 sustrajo, en una operación maestra, las 5.000 armas del Cantón Norte? Ya sé que estoy hilando muy delgado.
También aprovecharon los días muertos del Año Viejo, y las horas ociosas del Año Nuevo, las tropas soviéticas para tomarse Afganistán en el 79, que terminó convirtiéndoseles en su propio Vietnam. Y el Gobierno de Zedillo y los banqueros de México en el 94, para destaparles a los mexicanos el “tequilazo”, que dejó quebrado al país durante varios meses. También es fecha apta esa para deshacerse a las callandas de funcionarios incómodos. En un 28 de inocentes, en el 92, Rudolf Hommes cerró Focine y les regaló sus recursos a los exhibidores, cuando los verdaderos beneficiarios eran los cineastas.
Para el caso que nos ocupa —lo del fallido decreto sobre el cese bilateral del fuego—, los medios no dijeron esta boca es mía a propósito del ELN. Ni trataron a esa organización de quisquillosa, zalamera ni “falta de credibilidad”, como en cambio en su hora sí se referían a las FARC cuando objetaban alguna decisión no concertada con ellas por los delegados del Gobierno. No desperdiciaron la oportunidad de tratar de descuidado y caótico a Petro, que posiblemente lo fue. Y a quien además le recuerdan el modelo de Juan Manuel Santos, “tan organizado e impecable ese presidente en las conversaciones de La Habana”. Les faltó decir que sobre todo en la implementación. Qué chiste.
No creo que esta actitud de la prensa institucional sea un indicio de que van a ser juiciosos en el tratamiento informativo sobre las conversaciones en la mesa de México. A la fija, van a reincidir en el enfoque capcioso que se les conoce. Que seguramente tendrá sus diferencias con lo que opinen acerca de la gente brava que representan, por ejemplo, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia. No importa que estas sean de una cobertura local y remota, y a pesar de que el Eln tiene una dimensión más nacional. Cruzo los dedos por Otty Patiño y mucho más por Danilo Rueda. Y obvio que por el presidente, aunque no entiendo del todo ese chicharrón de la paz total.