La guerra fría terminó con la disolución de la Unión Soviética?

12 de marzo de 20220 COMENTARIOS AQUÍ

Texto de Wilson Zapata Valencia

En la actual guerra en Ucrania dominan dos tipos de relatos que siguen expresando la mentalidad de la guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos, con excepción de algunos analistas como Noam Chomky o el filósofo esloveno Slavoj Zizek. Del lado ruso, la principal razón de la “operación especial militar” como el gobierno de Putin denomina la invasión a Ucrania, es la expansión  de la OTAN al este, incluso hasta países localizados en las goteras de Moscú o San Petersburgo como son los del pribáltico (Estonia, Letonia, Lituania) o Ucrania, además de otros argumentos delirantes como la “desnazificación” de Ucrania o parar el genocidio de las tropas ucranianas en la región del Donbass; para Rusia la mejor  defensa es el ataque y por esto decidió invadir el territorio ucraniano. Por el lado de las potencias occidentales, la invasión de Rusia a Ucrania es la mayor demostración de la amenaza que representa el expansionismo militar ruso y sus teorías revisionistas de la historia, como querer devolver las fronteras de la Rusia actual a las que tenía la Unión Soviética o incluso más atrás en la historia, a las fronteras del imperio zarista.


Son los mismos relatos contemporáneos de la guerra fría que libraron los Estados Unidos y sus aliados occidentales agrupados en la OTAN y la Unión Soviética con sus aliados del este arropados en la bandera del Pacto de Varsovia, desde la II guerra mundial. Relatos en donde la suerte de los pueblos la deciden las grandes potencias nucleares, con sus esferas de influencia, que les da derecho a pisotear y destruir pueblos enteros, destruir su economía y expulsar de su territorio a sus pobladores como ha sucedido en Irak, Siria, Libia, Afganistán y ahora el turno es para Ucrania.


Estos pueblos y naciones resultan sacrificados en pos de los intereses estratégicos de las grandes potencias con sus argumentos falaces como la defensa de la democracia o la restauración de las tradiciones y valores morales de los pueblos eslavos. En esta confrontación resultan inocuas y hasta son objeto de burla las instancias internacionales, en especial las Naciones Unidas, cuyos estatutos son pisoteados cuando están de por medio los intereses “legítimos” de las grandes potencias. Cómo no recordar la burla y el desconocimiento que fue objeto esta organización y la comunidad internacional cuando el gobierno de Bush decidió atacar a Irak en el año 2003 con el argumento falaz que el gobierno de Hussein poseía arsenal nuclear, lo que el propio senado de los Estados Unidos desmintió años más tarde.


En esta lógica de la guerra fría ninguna nación pequeña tiene derecho a decidir su propio destino y más si está en la “esfera de influencia” de un poder imperial; no tiene derecho a lo que pomposamente se ha denominado la “libre autodeterminación de los pueblos”. Cuando el pueblo bieloruso, no hace mucho, se sublevó contra un gobierno corrupto y tiránico como el de Alexander Lukashenko, fue aplastado por el ejército de este país apoyado por los tanques rusos, con el argumento de una sublevación orquestada por occidente y la OTAN. Igual situación se ha vivido en Kazajistán y muchos otros países; en América latina son de ingrata recordación las invasiones y bloqueos criminales como el que mantiene Estados Unidos contra Cuba.


La única salida a este statu quo atroz y retrógrado, que está poniendo al mundo al borde de una conflagración nuclear, catastrófica para la humanidad, es rescatar el sentido y los propósitos iniciales humanistas de organismos internacionales, en donde todos los países, incluyendo los más débiles tengan voz y voto y se les respete ese derecho a decidir libremente su forma de gobierno; en donde se acabe el sagrado “derecho a veto” de cualquier resolución de las Naciones Unidas que sea contraria a los intereses de los imperios; un foro en donde se definan democráticamente las normas y protocolos de seguridad de todas las naciones; en donde los países pequeños tengan derecho a ser neutrales de cualquier bloque militar, como lo han tenido y que ojala lo sigan manteniendo, Finlandia, Suecia y Austria y que debería tener la actual Ucrania. Este estatus lo han tenido desde su fundación estos estados, incluso durante los periodos aciagos de guerra y en toda la guerra fría.


Aprendí el idioma ruso en Donetsk, región rica en carbón y minerales y fui testigo de la forma armoniosa en que convivían ucranianos y rusos, no se distinguían; mi profesora de ruso Natalia Nikolayevna era una ucraniana que nos enseñó a amar el idioma ruso, ésta hermosa lengua de Pushkin, Tolstoi y Dostoievski. Resulta doloroso ver hoy estos dos pueblos hermanos con una historia común desde sus orígenes, enfrentados como enemigos por la desinformación, la arrogancia e intereses de terceros países imperiales que se abrogan el derecho a sus “zonas de influencia”.


Wilson Zapata Valencia

Santiago de Cali, Marzo 12 de 2022

 

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