Un texto de Edgar Alzate Díaz
A propósito de los 117 años de Sevilla
“Color Pueblo.
En retazos de cielo/Se desgarró el día/Muere el
ocaso, /Con cada lámpara de mi pueblo”. (Karina Rendón Estrada. Poeta Sevillana.)
En Sevilla, mirar es algo cotidiano, pues
nuestro saber se sostiene sobre lo que miramos: Las muchachas que pasan, los
colores del atardecer, la neblina que nos envuelve, los ancianos que se sientan
y pasan sus horas en el parque mirando, mientras las luces de los amarillos y
azules del cielo se mantienen como una gran sombrilla en la atmosfera. Las
estrellas que se ven en las noches veraneras y la Vía Láctea que cubre a
nuestro pueblo y que se deja ver en medio de las noches estrelladas, Vía Láctea
a la que los chamanes de las selvas le cantan, mientras el tigre ancestral mira
sigiloso desde las montañas a un pueblo rodeado de naturaleza.
Con la exposición virtual organizada por la
Casa de la Cultura, para los 117 años de Sevilla, encontramos una gran
diversidad, cantidad y calidad de pintores y pintoras que dedican sus horas a
plasmar los paisajes, sentimientos y objetos de nuestro entorno. A
continuación, voy a comentar algunas de las obras presentadas, aclarando que no
soy crítico de arte, ni conocedor profundo de la técnica de la pintura. Solo lo
hago desde mi mirada profana acerca de un arte dispendioso y disciplinado, como
es la pintura.
El
grupo “Sevilla Street Art”, presentó sus murales de colores y significados
entre lo ambiental y las alegorías al terruño. Con una gran calidad pictórica
en un arte urbano, muestra los felinos que miran y rugen desde las montañas,
llamando la atención en este mural, de que las selvas sevillanas, descuajadas
por nuestros ancestros y convertidas en pastizales y monocultivos de cafetales,
se mueren. El puma y el jaguar se acercan al borde de la meseta, detrás están
los arboles húmedos y grandes, musgosos por el frío de su hábitat. El puma se
acerca y mira la ciudad, las luces y se inquieta. Mira despacio, acerca su
hocico para percibir el gusto de esa extraña ciudad que aparece en sus
sensaciones. Desde la ciudad otra mirada lo acerca y percibe al animal. Conoce
sus angustias y su indecisión de si acercarse a la ciudad o solo mirarla. Los
pintores lo perciben, lo sienten y se inquietan también por la situación del
puma y el jaguar, de su espacio, y de sus sensaciones. Y entonces recogiéndolo en
el muro dándole su figura, el espíritu del animal felino, espíritu ancestral de
los indios, espíritu del poder y la sabiduría. Es por esto que lo pinta
refulgente e iluminante con la luz, que convierte a los felinos en energía de
luz. Puma y jaguar que son protegidos por los pintores que los recogen y los
atrapan dejando que la figura felina se incorpore a la ciudad.
El siguiente mural de Sevilla Street Art,
retoma su mensaje ambiental desde la biodiversidad territorial de Sevilla. El
páramo Chili, siendo Sevilla el único municipio del Valle del Cauca que hace
parte de este páramo que alberga numerosas lagunas, frailejones, pajonales,
musgos, fauna y avifauna de páramo, nuestro páramo tan querido al que el grupo
artístico de Sevilla Street Art, promociona y defiende. En el mural se
contemplan, además, el arduo trabajo de la jornalera, el vendedor de plátano en
su máquina del “llevo llevo”, que evidencia la vida cotidiana de esta
provincia, ahora enaltecida por la calidad de los muralistas que usan este
formato para que el transeúnte, el pasajero cotidiano, recree su mente, se
pregunte por el significado y a la manera del paisaje sevillano, y lo
enceguezcan la multitud de colores que los murales de Sevilla Street hacen que
así sea.
La otra pintura es de Jorge Zapata Valencia,
del que puedo decir que pinta desde que nació. Jorge utiliza para sus pinturas,
el óleo, y el carboncillo. En esta ocasión usa una técnica mixta. La pintura de
Jorge Zapata no es una pintura desgarrada, es más bien una pintura ingenua,
recreativa, pero que denota un conocimiento de su arte ya que son trazos
elaborados con conocimiento del oficio y que, con un color ocre y tenues
azules, presenta este “trasteo” en la que, para mí, es una pintura onírica, en
medio de un sueño, en la que los objetos no se sostienen en el jeep, sino que a
la manera de los sueños deambulan en el espacio juguetonamente sin que nada los
sostenga. Los sueños vividos de la pobreza, la esperanza de mejorar la vida, el
carro que brinca con los pasajeros que no aparecen para el espectador.
Esta pintura con una pertenencia en el
territorio sevillano, evidencia como los objetos familiares por muy desgastados
que estén, son la riqueza del pobre. La pobreza acumula objetos innecesarios e
inservibles, pero es lo que el pobre tiene para disminuir su miseria. Los
cuadros de la virgen, la máquina de coser de marca Singer, que en las viejas
familias cafeteras coció los vestidos familiares, la silla de mimbre, mientras
el jeep levanta los objetos y desde el espacio ellos parecen alegres por el
cambio y una nueva vida que les traerá su destino. Jorge Zapata, desde la
tradición evoca los sueños de la cultura cafetera, una cultura trashumante,
representada en esta hermosa y onírica pintura.

Finalmente, la pintora Luz Andrea González,
presenta su obra denominada “Raíces Tropicales”, un óleo sobre lienzo. La
pintora muestra un paisaje del páramo Chili, como lo es la laguna de nombre
“Montiver, el espejo de agua más grande de Chilí – Barragán; una enorme y
fascinante laguna rodeada de montañas y frailejones, con aguas totalmente
cristalinas que permiten ver su fondo rocoso”
(https://ensevillavalle.com/paramo-chili-barragan), enmarcada por un bosque de
páramo y con los colibríes adornando y libando el néctar de las flores. En esta
hermosa composición, Luz Andrea plantea como pintora, dos elementos que son
sagrados en las mitologías indígenas americanas: La laguna y el colibrí. Para
los indígenas Nasa del departamento del Cauca, su héroe mitológico llamado Juan
Tama, nació en la quebrada del Lucero en una noche de tempestad y de estrellas,
por lo que es “el Hijo de las Estrellas”. Juan Tama dio instrucciones morales y
territoriales a su pueblo y una vez terminó su misión, se dirigió a la laguna
ubicada en las alturas del páramo del Huila, y transformado en una serpiente,
se introdujo en la laguna desapareciendo para siempre. Para los Nasa del Cauca,
esta laguna es sagrada. Para los Sikuani del departamento del Meta, en las
lagunas habita Bakatsolowa la mujer pez. Está a través de engaños, se roba a
las mujeres jóvenes que no han menstruado y se las lleva a vivir con ella. Para
evitarlo, los Sikuani realizan el rezo del pescado.
El colibrí es un ave sagrada, en todas las
culturas indígenas desde los tiempos de los aztecas y mayas. Entre los mayas
ocupaba un lugar privilegiado, fungiendo como mensajero entre los dioses y los
humanos. El colibrí era admirado por su vitalidad y belleza. En la orfebrería Quimbaya se encuentran
objetos que representan colibríes, dado su carácter sagrado, los Quimbaya los
inmortalizaron en sus figuras de oro. El colibrí está asociado con la
fertilidad entre los Sikuani y los Maya. Como cuentan los indígenas Sikuani
“Esto del colibrí es para tener buena suerte con las mujeres. Y si las mujeres
lo usan, entonces tienen suerte con los hombres” Es, en fin, un ave muy
sagrada.
En esta pintura Luz Andrea González con gran
maestría traza unos rasgos precisos, delicados y delgados con colores fuertes
que introducen desde la naturaleza al observador, en un mundo mágico y
religioso. Tenemos en esta pintora de Sevilla, una artista de proyección, que
ojalá presente su obra en un espacio físico para degustar este mundo natural,
encantado y sagrado que presenta en su obra.
Agradezco a la Fundación Casa de la Cultura, el
envío de las obras para así lograr entregar este artículo, que, como expreso al
inicio, no pretende más que dar una somera opinión de las pinturas que
presentaron varias personas de nuestro pueblo con motivo de los 117 años de
fundación. Muchas no fueron reseñadas,
pero fue por motivos de espacio, pero igual son obras de trabajo y amor por el
arte de la pintura.
Diseño tomado del libro “Entre Cantos y
Llantos” Tradición oral Sikuani.
ED. Francesc Queixalos y Rosalba Jiménez.