“Colombia, un país con miles de leyes donde reina la injusticia”
Aquel soleado domingo 04 de julio de 1999 en Vallives,
se prestaba para practicar soldadura en uno de los viejos talleres del pueblo,
no había mucho que hacer y Don Pablo, otro aficionado a este arte, ya me había
invitado a que realizáramos una práctica donde Don Luis. Soñaba con poder hacer
el cordón en forma de monedas apiladas que deja una soldadura profesional de
por arco de tungsteno con gas, pero estaba muy lejos de poder lograrlo.
Por esta razón había aceptado la invitación,
compré los electrodos unos días antes y estuve en el taller de Las Vallas a las
tres y media de la tarde como habíamos quedado, pero un rato después, de la
nada apareció una nube oscura y Don Pablo, Don Luis, el experto y yo, tuvimos
que refugiarnos en un cuarto contiguo de esterilla y zinc, porque el aguacero
que se precipitó no dio tiempo de nada.
Quedamos los tres encerrados por la lluvia que
repiqueteaba fuertemente sobre el techo de zinc, esperando que el aguacero
amainara.
El cuarto guardaba las herramientas de trabajo
de Don Luis, una llanta recostada en la pared de esterilla, unas sillas viejas
sobre el piso de tierra y en una de las columnas de guadua, colgaba un juego de
parqués con sus fichas en una bolsa.
Don Luis se sabía todas las mañas de los jeep
Willys que tenía el pueblo, con propiedad decía: este se ahoga, este otro es
malito de frenos, el que maneja Care gato es culiflojo pa´subir y el que tiene
guardado doña Amparo es el carro más original de Colombia, fue chofer por muchos años y ahora era el
mecánico de varios de los carros que son orgullo de Vallives.
-¿Qué horas tiene don Luis?
-Las 4:30pm Álvaro.
-¡Huy ya son las 4:30pm!. No demora en empezar
el partido de la selección Colombia con Argentina y nada que deja de llover
para ir a verlo.
Por lo que veo nos va a tocar ponernos a jugar
parqués un rato o charlar mientras escampa para poder salir del taller y vernos
el partido.
-¡Que clima tan raro!, este mes ha sido siempre
de verano y ya va para quince días de aguaceros
- El cambio climático haciendo estragos.
Discúlpeme Don Pablo le hago esta pregunta,
¿Porque tiene esa cicatriz en la cabeza?.
-Ah esta cicatriz fue cuando estaba pequeño y
me mandaron con un primo al potrero a coger unas naranjas, pero mi primo de
bruto cogió una piedra y la tiro hacia el árbol dizque para tumbar una al
suelo, pero al devolverse me dio en la cabeza, me descalabró.
Yo tengo una cicatriz, pero en la barriga- dijo
Don Luis-.
Y en ese instante, se desabotonó la camisa y nos
mostró una marca a un lado del ombligo y mirándonos a Don Pablo y a mí, nos
dice:
¡Está herida, es una de las tantas injusticias
de la vida!
- ¿Qué le paso don Luis?, pregunté con asombro
y curiosidad.
- Simplemente estaba en el lugar equivocado a
la hora equivocada y de un momento a otro suceden cosas que uno no puede
entender.
En ese momento Don Luis nos empieza a relatar
lo sucedido.
…Hace unos quince años yo trabajaba en mi Jeep
Willys modelo 54 en una de las empresas de transporte para el campo.
Me acuerdo patentico que ese día, me levanté a
las 5:10am, puse a hacer tinto y mientras estaba, saqué el carro del garaje y
lo dejé calentando, me tomé el tintico y salí a tanquiar, faltando un cuarto
pa´las 6am llegué al cuadradero esperando los pasajeros que viajaban hacia la
vereda, A las 6:00am salí y unas horas más tarde estaba en el pueblito, a medio
día llegue a almorzar a la casa, cuando tocaron la puerta y era un señor que
necesitaba que le hiciera una carrera a San Antonio. Yo le dije que con mucho
gusto y me espero que terminara de almorzar, salí para San Antonio y regrese a
eso de las 3:30 PM. Llegue al cuadradero y encontré a varios de mis compañeros
cerveciando en una de las mesas de la cafetería, estaban: “macho flaco”, “mico
rucio”, “El helicóptero”, todos choferes y compañeros míos, ellos, me
convidaron a tomarme unas frías, acepté y me senté.
Creo que no pasaron cinco minutos cuando vi
llegar a dos tipos enchaquetados, se hicieron en el mostrador y pidieron dos
cervezas.
Todo iba bien hasta ahí, pero empecé a notar
que ellos nos miraban disimuladamente, de un momento a otro uno de ellos se le acercó a uno de los chóferes que estaba
en otra mesa y le preguntó como con rabia : ¿ Quien maneja ese Willys rojo que
está parqueado acá cerca a la entrada?
Él, le contestó: Luchito y está en la mesa
donde están los otros chóferes y el compañero señaló la mesa de nosotros.
El tipo se vino para donde estábamos y
pregunto: ¿Quién es el dueño del carro que esta allá afuera?
Yo me levanté del asiento y le dije:
Soy yo, ¿en qué le puedo ayudar?
A usted fue el que me cerró la vía por los
lados de la casa del deporte hace una media hora.
Yo le respondí: Tengo como probarle no con
palabras sino con hechos que yo hace media hora ni siquiera estaba aquí en
Sevilla; de un momento a otro, el tipo sacó su mano del bolsillo de la chaqueta
y la mando empuñada hacia mi estómago, dándome un golpe, la reacción fue
inmediata, todos mis compañeros se levantaron y se armó una pelea la berraca.
Al tipo que me atacó y a su compañero, los encendieron a puño.
Todo pasó tan rápido que de un momento a otro
vi que había quedado yo solo con los dos tipos aporreados, mis compañeros
salieron y en ese momento, llegó el carro de la policía, se bajaron unos
agentes, corrieron a atender a los tipos y les preguntaron, ¿Qué pasó aquí?,
ellos les contestaron: este tipo que nos atacó y me señalaron a mí.
En ese momento, uno de los agentes me pego un
bolillazo en el estómago, y me subieron a la bola.
Yo con mis manos cogía mi estómago y me retorcía
del dolor tan tremendo, el golpe fue muy duro. Llegamos al comando y yo como
podía les explicaba que no había hecho nada, pero ellos me encerraron en el
calabozo.
Solo al estar allá me di cuenta de que el tipo
que me había dado el supuesto puño era un policía y digo supuesto, porque
empecé a notar que mis pies estaban encharcados, me dio por mirar hacia abajo,
cuando vi mi pantalón empapado de sangre, cuando el tipo sacó su mano de la
chaqueta para golpearme, en su puño llevaba una navaja y me había herido. Era
algo Los mocasines negros que me habían dado años atrás un día del padre Me
acerque hasta la reja y llame a un agente: ¡Por favor! Llévenme a un hospital,
¡miren como estoy!
Y un agente que pasaba por la puerta del
calabozo, me miró y me dijo: ¡Muérase hijueputa!
No podía creer como una situación tan normal de
llegar al cuadradero después de terminar mi labor y compartir con mis
compañeros, me tenían ahora así, simplemente por una confusión, por una
intolerancia, el hecho de estar apretando con mi mano la reja de la puerta del
calabozo, mientras la otra mano me tenía la herida, me hizo sentir tan
insignificante para el mundo y para la sociedad, cuando he sido un ciudadano
ejemplar, humilde pero ejemplar, nunca había pisado un cuartel de policía y
menos un calabozo y aunque me tomaba mis cervezas, siempre lo hacía después de
terminar mi jornada y eso que para esa época de comienzos de los ochenta, los
choferes no teníamos controles de alcohol, yo Luis Alberto González, nunca tuve el más mínimo problema con
alguien, pero por una injusticia, me estaba muriendo desagrado en un calabozo,
me estaba sintiendo mareado ahí parado, cuando, como por gracia de Dios pasaba
Ramírez, un policía que era vecino mío, me saludó y me dijo: Don Luis ¿usted
que hace acá?
Yo le respondí: Esperando morirme, según su
compañero.
Él dijo: lo veo muy mal, ya mismo voy a hablar
para que lo trasladen a urgencias y lo atiendan.
Gracias a el agente Ramírez, esposado como el
peor delincuente, me trasladaron a urgencias del hospital San José y me
atendieron rápidamente en y allí fue donde confirmé que lo que pensaba había
sido un puño, resulto ser una puñalada que al principio empezó a sangrar por
dentro, como una hemorragia interna, pero con el bolillazo empecé a botar
sangre por la herida.
Por esa herida, estuve una semana hospitalizado
y un agente de policía dia y noche me mantenía vigilado como si fuera a salir
huyendo.
Al fin me dieron de alta, pero no pude salir
tranquilo hacia mi casa porque los dos tipos que resultaron ser agentes del F2,
me pusieron una demanda dizque por lesiones personales, así que, del hospital
fui a dar a la cárcel municipal, un día después me llevaron a rendir indagatoria
y al entrar al juzgado, lo primero que me dijo la señora juez que tomó mi caso
fue: Yo esperaba ver a un delincuente como cada rato me toca ver y no a usted
don Luis. Cuénteme ¿Qué le pasó?
Yo empecé a contarle esta triste historia, y
ella, después de escucharme, de tener conocimiento por años que he sido un
ciudadano trabajador y de buena conducta, me dio un plazo mediante los términos
establecidos por la ley para que yo pudiera aclarar todo.
El abogado de oficio me llamó y me dijo, Don
Luis, busquemos a esos tipos y arreglamos con ellos por las buenas para que le
quiten la demanda, pero yo quería hacer las cosas de otra forma.
Al salir de los juzgados, me dirigí al comando
de la policía para hablar con el capitán, comandante de Estación, pero en la
entrada, el comandante de guardia me dijo que no se encontraba y así me pasó
varias veces, siempre llegaba hasta la guardia, pasaba del escritorio, me
despachaban porque no estaba el comandante de estación.
Pero llegó el día en el que después de
devolverme el comandante de guardia, me encontré con el agente Ramírez, me
saludó amablemente y me pregunto que como había seguido, le dije que bien de la
herida, pero mal a la vez porque siempre que iba nunca encontraba al comandante
para hablar con él. Ramírez me respondió: ¡como así!, si mi capitán está ahí en
la oficina, camine vamos yo se lo presento don Luis para que hable con él.
en ese momento entendí que no es la Policía
Nacional por el simple hecho de ser policía, lo que les hace actuar mal con los
ciudadanos y especialmente con las personas humildes, cada agente es diferente,
tal vez di con unos individuos mal llamados defensores del pueblo, pero Ramírez
me ponía en orden la idea que no se debe generalizar a toda una institución.
Pase por un lado del escritorio de la guardia y
al fin entre a esa oficina y Ramírez después de tomarse el tiempo de
presentarme ante su superior, me dejo hablando con él, me desabotone la camisa,
le mostré los puntos y le dije: comandante, yo quiero que se haga justicia.
Dos de sus hombres me lesionaron, uno porque
supuestamente yo
cerca de la casa del deporte les cerré el paso
con mi carro, pero tengo la prueba de que a la hora que él agente dice que eso
sucedió, yo, estaba por los lados de san Antonio haciendo una carrera; se lo
expresé a esa persona cuando se acercó a reclamarme pero sin escuchar mis
razones, me chuzó el estómago, por esa razón mis compañeros se alteraron y
salieron en mi defensa, no contento con eso, cuando le llegaron refuerzos, me
señaló ante sus compañeros como quien yo fuera el que provocó la bronca y por
esta razón, uno de los agentes sin
mediar palabra, me metió un palazo en la barriga porque dizque yo le había pegado a su
compañero.
Le dije: comandante soy un ciudadano de bien,
esto lo ha reconocido desde el agente Ramírez, quien es mi vecino, hasta la
misma juez que lleva el caso, puede preguntarles a ellos sobre mi persona.
En ese momento el capitán se asombró, en su
cara mostraba que no sabía nada del asunto y mandó reunir a todos sus hombres.
Esto me hizo afirmar más el concepto de que no
es la institución la que está mal sino el mal actuar de algunos de sus hombres.
Dos minutos después estaban todos formados y
salimos de la oficina.
Me pregunto: Don Luis, ¿Cuáles son los agentes
que lo agredieron?
Creo que los rostros de esas dos personas no se
me olvidaran nunca y menos en ese momento en el que el capitán me hizo la
pregunta frente a sus hombres, cuando el recuerdo del supuesto puño y el
bolillazo estaba tan reciente, así que empecé a buscarlos entre la formación y
vi a uno cuando intentaba esconderse entre sus compañeros, y poco después vi el
otro, estaba en la primera fila de la formación, se los enseñé al capitán, en
ese momento supe los apellidos y los grados de los tipos: el dragoneante Rosero
del f2 fue quien me apuñaleó y el agente Torres fue quien me pegó con su
bolillo.
El comandante
me dijo: Don Luis ya puede irse, deje esto en mis manos que yo lo
soluciono.
Al día siguiente me notificaron que habían
retirado la demanda contra mí por lesiones personales.
Pocos días después pase por el comando y afuera
estaban los dos tipos, al verme me saludaron muy amablemente: Don Luis ¿ Cómo está?.
Yo les respondí: Ah! Ahora si es don Luis.
Ellos me dijeron: Estamos tan apenados con
usted don Luis y siguieron con una sarta de disculpas. Después me dijeron que
les ayudara que ellos me pagaban lo que yo estimara conveniente por ese simple
mal entendido.
Y yo respondí: Ustedes son muy formales, pero
Dejemos que la justicia decida y seguí mi camino. Aun así, no quise demandar,
son personas que no actúan bajo las normas de la Ley aun siendo representantes
de ella y era mejor mantenerme a salvo.
Días después me di cuenta que a uno de ellos lo
trasladaron para un puesto de castigo y al otro lo sacaron de la institución.
Pablo y Álvaro, esa es la historia de esta
cicatriz.
-Triste la historia don Luis, gracias por
contárnosla, con su permiso, espero algún día, poderla escribir.
-Claro que si Álvaro.
- Aprovechemos que bajo un poco el aguacero,
para que nos vamos porque parece que la lluvia se sigue toda la noche.
Un texto de Álvaro Pineda 1.999