Crónica olvidada

20 de abril de 20200 COMENTARIOS AQUÍ


“Colombia, un país  con miles de leyes donde reina la injusticia”

Aquel soleado domingo 04 de julio de 1999 en Vallives, se prestaba para practicar soldadura en uno de los viejos talleres del pueblo, no había mucho que hacer y Don Pablo, otro aficionado a este arte, ya me había invitado a que realizáramos una práctica donde Don Luis. Soñaba con poder hacer el cordón en forma de monedas apiladas que deja una soldadura profesional de por arco de tungsteno con gas, pero estaba muy lejos de poder lograrlo.

Por esta razón había aceptado la invitación, compré los electrodos unos días antes y estuve en el taller de Las Vallas a las tres y media de la tarde como habíamos quedado, pero un rato después, de la nada apareció una nube oscura y Don Pablo, Don Luis, el experto y yo, tuvimos que refugiarnos en un cuarto contiguo de esterilla y zinc, porque el aguacero que se precipitó no dio tiempo de nada.

Quedamos los tres encerrados por la lluvia que repiqueteaba fuertemente sobre el techo de zinc, esperando que el aguacero amainara.

El cuarto guardaba las herramientas de trabajo de Don Luis, una llanta recostada en la pared de esterilla, unas sillas viejas sobre el piso de tierra y en una de las columnas de guadua, colgaba un juego de parqués con sus fichas en una bolsa.

Don Luis se sabía todas las mañas de los jeep Willys que tenía el pueblo, con propiedad decía: este se ahoga, este otro es malito de frenos, el que maneja Care gato es culiflojo pa´subir y el que tiene guardado doña Amparo es el carro más original de Colombia,  fue chofer por muchos años y ahora era el mecánico de varios de los carros que son orgullo de Vallives.

-¿Qué horas tiene don Luis?
-Las 4:30pm Álvaro.
-¡Huy ya son las 4:30pm!. No demora en empezar el partido de la selección Colombia con Argentina y nada que deja de llover para ir a verlo.
Por lo que veo nos va a tocar ponernos a jugar parqués un rato o charlar mientras escampa para poder salir del taller y vernos el partido.
-¡Que clima tan raro!, este mes ha sido siempre de verano y ya va para quince días de aguaceros
- El cambio climático haciendo estragos.
Discúlpeme Don Pablo le hago esta pregunta, ¿Porque tiene esa cicatriz en la cabeza?.
-Ah esta cicatriz fue cuando estaba pequeño y me mandaron con un primo al potrero a coger unas naranjas, pero mi primo de bruto cogió una piedra y la tiro hacia el árbol dizque para tumbar una al suelo, pero al devolverse me dio en la cabeza, me descalabró.
Yo tengo una cicatriz, pero en la barriga- dijo Don Luis-.
Y en ese instante, se desabotonó la camisa y nos mostró una marca a un lado del ombligo y mirándonos a Don Pablo y a mí, nos dice:
¡Está herida, es una de las tantas injusticias de la vida!

- ¿Qué le paso don Luis?, pregunté con asombro y curiosidad.
- Simplemente estaba en el lugar equivocado a la hora equivocada y de un momento a otro suceden cosas que uno no puede entender.

En ese momento Don Luis nos empieza a relatar lo sucedido.
…Hace unos quince años yo trabajaba en mi Jeep Willys modelo 54 en una de las empresas de transporte para el campo.
Me acuerdo patentico que ese día, me levanté a las 5:10am, puse a hacer tinto y mientras estaba, saqué el carro del garaje y lo dejé calentando, me tomé el tintico y salí a tanquiar, faltando un cuarto pa´las 6am llegué al cuadradero esperando los pasajeros que viajaban hacia la vereda, A las 6:00am salí y unas horas más tarde estaba en el pueblito, a medio día llegue a almorzar a la casa, cuando tocaron la puerta y era un señor que necesitaba que le hiciera una carrera a San Antonio. Yo le dije que con mucho gusto y me espero que terminara de almorzar, salí para San Antonio y regrese a eso de las 3:30 PM. Llegue al cuadradero y encontré a varios de mis compañeros cerveciando en una de las mesas de la cafetería, estaban: “macho flaco”, “mico rucio”, “El helicóptero”, todos choferes y compañeros míos, ellos, me convidaron a tomarme unas frías, acepté y me senté.
Creo que no pasaron cinco minutos cuando vi llegar a dos tipos enchaquetados, se hicieron en el mostrador y pidieron dos cervezas.
Todo iba bien hasta ahí, pero empecé a notar que ellos nos miraban disimuladamente, de un momento a otro uno de ellos  se le acercó a uno de los chóferes que estaba en otra mesa y le preguntó como con rabia : ¿ Quien maneja ese Willys rojo que está parqueado acá cerca a la entrada?
Él, le contestó: Luchito y está en la mesa donde están los otros chóferes y el compañero señaló la mesa de nosotros.
El tipo se vino para donde estábamos y pregunto: ¿Quién es el dueño del carro que esta allá afuera?
Yo me levanté del asiento y le dije:
Soy yo, ¿en qué le puedo ayudar?
A usted fue el que me cerró la vía por los lados de la casa del deporte hace una media hora.
Yo le respondí: Tengo como probarle no con palabras sino con hechos que yo hace media hora ni siquiera estaba aquí en Sevilla; de un momento a otro, el tipo sacó su mano del bolsillo de la chaqueta y la mando empuñada hacia mi estómago, dándome un golpe, la reacción fue inmediata, todos mis compañeros se levantaron y se armó una pelea la berraca. Al tipo que me atacó y a su compañero, los encendieron a puño.
Todo pasó tan rápido que de un momento a otro vi que había quedado yo solo con los dos tipos aporreados, mis compañeros salieron y en ese momento, llegó el carro de la policía, se bajaron unos agentes, corrieron a atender a los tipos y les preguntaron, ¿Qué pasó aquí?, ellos les contestaron: este tipo que nos atacó y me señalaron a mí.
En ese momento, uno de los agentes me pego un bolillazo en el estómago, y me subieron a la bola.
Yo con mis manos cogía mi estómago y me retorcía del dolor tan tremendo, el golpe fue muy duro. Llegamos al comando y yo como podía les explicaba que no había hecho nada, pero ellos me encerraron en el calabozo.
Solo al estar allá me di cuenta de que el tipo que me había dado el supuesto puño era un policía y digo supuesto, porque empecé a notar que mis pies estaban encharcados, me dio por mirar hacia abajo, cuando vi mi pantalón empapado de sangre, cuando el tipo sacó su mano de la chaqueta para golpearme, en su puño llevaba una navaja y me había herido. Era algo Los mocasines negros que me habían dado años atrás un día del padre Me acerque hasta la reja y llame a un agente: ¡Por favor! Llévenme a un hospital, ¡miren como estoy!
Y un agente que pasaba por la puerta del calabozo, me miró y me dijo: ¡Muérase hijueputa!
No podía creer como una situación tan normal de llegar al cuadradero después de terminar mi labor y compartir con mis compañeros, me tenían ahora así, simplemente por una confusión, por una intolerancia, el hecho de estar apretando con mi mano la reja de la puerta del calabozo, mientras la otra mano me tenía la herida, me hizo sentir tan insignificante para el mundo y para la sociedad, cuando he sido un ciudadano ejemplar, humilde pero ejemplar, nunca había pisado un cuartel de policía y menos un calabozo y aunque me tomaba mis cervezas, siempre lo hacía después de terminar mi jornada y eso que para esa época de comienzos de los ochenta, los choferes no teníamos controles de alcohol, yo Luis Alberto González,   nunca tuve el más mínimo problema con alguien, pero por una injusticia, me estaba muriendo desagrado en un calabozo, me estaba sintiendo mareado ahí parado, cuando, como por gracia de Dios pasaba Ramírez, un policía que era vecino mío, me saludó y me dijo: Don Luis ¿usted que hace acá?
Yo le respondí: Esperando morirme, según su compañero.
Él dijo: lo veo muy mal, ya mismo voy a hablar para que lo trasladen a urgencias y lo atiendan.
Gracias a el agente Ramírez, esposado como el peor delincuente, me trasladaron a urgencias del hospital San José y me atendieron rápidamente en y allí fue donde confirmé que lo que pensaba había sido un puño, resulto ser una puñalada que al principio empezó a sangrar por dentro, como una hemorragia interna, pero con el bolillazo empecé a botar sangre por la herida.
Por esa herida, estuve una semana hospitalizado y un agente de policía dia y noche me mantenía vigilado como si fuera a salir huyendo.
Al fin me dieron de alta, pero no pude salir tranquilo hacia mi casa porque los dos tipos que resultaron ser agentes del F2, me pusieron una demanda dizque por lesiones personales, así que, del hospital fui a dar a la cárcel municipal, un día después me llevaron a rendir indagatoria y al entrar al juzgado, lo primero que me dijo la señora juez que tomó mi caso fue: Yo esperaba ver a un delincuente como cada rato me toca ver y no a usted don Luis. Cuénteme ¿Qué le pasó?
Yo empecé a contarle esta triste historia, y ella, después de escucharme, de tener conocimiento por años que he sido un ciudadano trabajador y de buena conducta, me dio un plazo mediante los términos establecidos por la ley para que yo pudiera aclarar todo.
El abogado de oficio me llamó y me dijo, Don Luis, busquemos a esos tipos y arreglamos con ellos por las buenas para que le quiten la demanda, pero yo quería hacer las cosas de otra forma.
Al salir de los juzgados, me dirigí al comando de la policía para hablar con el capitán, comandante de Estación, pero en la entrada, el comandante de guardia me dijo que no se encontraba y así me pasó varias veces, siempre llegaba hasta la guardia, pasaba del escritorio, me despachaban porque no estaba el comandante de estación.
Pero llegó el día en el que después de devolverme el comandante de guardia, me encontré con el agente Ramírez, me saludó amablemente y me pregunto que como había seguido, le dije que bien de la herida, pero mal a la vez porque siempre que iba nunca encontraba al comandante para hablar con él. Ramírez me respondió: ¡como así!, si mi capitán está ahí en la oficina, camine vamos yo se lo presento don Luis para que hable con él.
en ese momento entendí que no es la Policía Nacional por el simple hecho de ser policía, lo que les hace actuar mal con los ciudadanos y especialmente con las personas humildes, cada agente es diferente, tal vez di con unos individuos mal llamados defensores del pueblo, pero Ramírez me ponía en orden la idea que no se debe generalizar a toda una institución.
Pase por un lado del escritorio de la guardia y al fin entre a esa oficina y Ramírez después de tomarse el tiempo de presentarme ante su superior, me dejo hablando con él, me desabotone la camisa, le mostré los puntos y le dije: comandante, yo quiero que se haga justicia.
Dos de sus hombres me lesionaron, uno porque supuestamente yo
cerca de la casa del deporte les cerré el paso con mi carro, pero tengo la prueba de que a la hora que él agente dice que eso sucedió, yo, estaba por los lados de san Antonio haciendo una carrera; se lo expresé a esa persona cuando se acercó a reclamarme pero sin escuchar mis razones, me chuzó el estómago, por esa razón mis compañeros se alteraron y salieron en mi defensa, no contento con eso, cuando le llegaron refuerzos, me señaló ante sus compañeros como quien yo fuera el que provocó la bronca y por esta razón, uno de los agentes  sin mediar palabra, me metió un palazo en la barriga  porque dizque yo le había pegado a su compañero.
Le dije: comandante soy un ciudadano de bien, esto lo ha reconocido desde el agente Ramírez, quien es mi vecino, hasta la misma juez que lleva el caso, puede preguntarles a ellos sobre mi persona.
En ese momento el capitán se asombró, en su cara mostraba que no sabía nada del asunto y mandó reunir a todos sus hombres.
Esto me hizo afirmar más el concepto de que no es la institución la que está mal sino el mal actuar de algunos de sus hombres.
Dos minutos después estaban todos formados y salimos de la oficina.
Me pregunto: Don Luis, ¿Cuáles son los agentes que lo agredieron?
Creo que los rostros de esas dos personas no se me olvidaran nunca y menos en ese momento en el que el capitán me hizo la pregunta frente a sus hombres, cuando el recuerdo del supuesto puño y el bolillazo estaba tan reciente, así que empecé a buscarlos entre la formación y vi a uno cuando intentaba esconderse entre sus compañeros, y poco después vi el otro, estaba en la primera fila de la formación, se los enseñé al capitán, en ese momento supe los apellidos y los grados de los tipos: el dragoneante Rosero del f2 fue quien me apuñaleó y el agente Torres fue quien me pegó con su bolillo.
El comandante  me dijo: Don Luis ya puede irse, deje esto en mis manos que yo lo soluciono.
Al día siguiente me notificaron que habían retirado la demanda contra mí por lesiones personales.
Pocos días después pase por el comando y afuera estaban los dos tipos, al verme me saludaron muy amablemente: Don Luis ¿ Cómo está?.
Yo les respondí: Ah! Ahora si es don Luis.
Ellos me dijeron: Estamos tan apenados con usted don Luis y siguieron con una sarta de disculpas. Después me dijeron que les ayudara que ellos me pagaban lo que yo estimara conveniente por ese simple mal entendido.
Y yo respondí: Ustedes son muy formales, pero Dejemos que la justicia decida y seguí mi camino. Aun así, no quise demandar, son personas que no actúan bajo las normas de la Ley aun siendo representantes de ella y era mejor mantenerme a salvo.
Días después me di cuenta que a uno de ellos lo trasladaron para un puesto de castigo y al otro lo sacaron de la institución.
Pablo y Álvaro, esa es la historia de esta cicatriz.
-Triste la historia don Luis, gracias por contárnosla, con su permiso, espero algún día, poderla escribir.
-Claro que si Álvaro.
- Aprovechemos que bajo un poco el aguacero, para que nos vamos porque parece que la lluvia se sigue toda la noche.

Un texto de Álvaro Pineda 1.999

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