Combatir la cultura del avivato, debería ser una política de estado

8 de abril de 20200 COMENTARIOS AQUÍ


Por | Álvaro William Pineda Tabares

Hay situaciones que crecen tanto que de manera anecdótica,  su tamaño les sirve para que sean imperceptibles debido a que se convierten en algo cotidiano.

La semana anterior en una de las calles de la capital colombiana escuché como una estudiante de unos doce años de edad le reclamaba a su compañero porque se había acabado de robar un durazno de una tienda; él, sin dejarla terminar su reclamo le respondió: ¡es que hay que ser vivos!, china, ¡despiértese!
Frases como: el vivo vive del bobo, el que de papaya al papayo; mijo, ¡avíspese a ver!; ¡una cosa es hacer las vainas y otra dejarse pillar! y una que pronunció un ex presidente colombiano en los años noventa, después de enterarse que le cancelaban su Visa a Estados Unidos: “Es preferible que a los colombianos nos digan vivos y no bobos”. Son dichos muy comunes en nuestro país, las pronuncian los niños y los presidentes. Somos el país de los avispaos, del Putas de Aguadas, del más verraco  y en general de los  vivos.

Estas frases corresponden a una cultura del avivato que se arraigó en nuestra idiosincrasia y por esta razón la consideramos algo innato; pero el querernos pasar de listos es algo que se puede presentar en cualquier ser humano. El principal problema con la cultura del avivato es que nuestra sociedad en general la asume como algo positivo e incluso la incentiva, la aplaudimos cuando en los pequeños vemos las primeras manifestaciones,  provocando que el problema no tenga una solución a corto plazo y se conviertan en un círculo vicioso que va de generación en generación.

La cultura del avivato nos puede parecer algo que no tiene la mayor relevancia; pero si sumamos los billones de pesos que pierde el estado debido a la corrupción, más los billones que se invierten en seguridad para mantener a raya las mafias y otro tipo de delincuencia producto de la cultura del avivato y el monto que se invierte en los organismos de control y el aparato legislativo, más el dinero reservado para campañas como la del Ministerio de Transporte donde Pirry promueve la Inteligencia Vial para corregir la cultura de la viveza en los conductores. El desgaste económico de la nación es astronómico. Pero además hay una pérdida aún mayor: se ha perdido la confianza en las instituciones: ¿cuantos de nosotros creemos en el Congreso?, ¿cuantos creemos en la Policía Nacional o en los organismos de control?, esto sólo como un ejemplo.

Algunos condenamos por esta situación  a la falta de educación, otros al Gobierno, otros a nuestros genes indígenas o a los ancestros españoles y nos quedamos con los culpables sin hallar una solución real al problema.

La cultura del avivato ha sido tal vez el gran problema de nuestra nación, no va a desaparecer porque el Estado no lo ha visibilizado, los políticos de turno no lo toman en cuenta como bandera de su campaña porque saben que la solución es a largo plazo y no verán los frutos rápidamente, la única solución es demostrar que el problema existe y sus consecuencias son enormes para la nación y la única manera luchar contra ella es haciendo que combatir la cultura del avivato sea una política de Estado.

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