Por | Álvaro William Pineda Tabares
Hay situaciones que crecen tanto que de manera
anecdótica, su tamaño les sirve para que
sean imperceptibles debido a que se convierten en algo cotidiano.
La semana anterior en una de las calles de la
capital colombiana escuché como una estudiante de unos doce años de edad le
reclamaba a su compañero porque se había acabado de robar un durazno de una
tienda; él, sin dejarla terminar su reclamo le respondió: ¡es que hay que ser
vivos!, china, ¡despiértese!
Frases como: el vivo vive del bobo, el que de
papaya al papayo; mijo, ¡avíspese a ver!; ¡una cosa es hacer las vainas y otra
dejarse pillar! y una que pronunció un ex presidente colombiano en los años
noventa, después de enterarse que le cancelaban su Visa a Estados Unidos: “Es
preferible que a los colombianos nos digan vivos y no bobos”. Son dichos muy
comunes en nuestro país, las pronuncian los niños y los presidentes. Somos el
país de los avispaos, del Putas de Aguadas, del más verraco y en general de los vivos.
Estas frases corresponden a una cultura del
avivato que se arraigó en nuestra idiosincrasia y por esta razón la
consideramos algo innato; pero el querernos pasar de listos es algo que se
puede presentar en cualquier ser humano. El principal problema con la cultura
del avivato es que nuestra sociedad en general la asume como algo positivo e
incluso la incentiva, la aplaudimos cuando en los pequeños vemos las primeras
manifestaciones, provocando que el
problema no tenga una solución a corto plazo y se conviertan en un círculo
vicioso que va de generación en generación.
La cultura del avivato nos puede parecer algo
que no tiene la mayor relevancia; pero si sumamos los billones de pesos que
pierde el estado debido a la corrupción, más los billones que se invierten en
seguridad para mantener a raya las mafias y otro tipo de delincuencia producto
de la cultura del avivato y el monto que se invierte en los organismos de
control y el aparato legislativo, más el dinero reservado para campañas como la
del Ministerio de Transporte donde Pirry promueve la Inteligencia Vial para
corregir la cultura de la viveza en los conductores. El desgaste económico de
la nación es astronómico. Pero además hay una pérdida aún mayor: se ha perdido
la confianza en las instituciones: ¿cuantos de nosotros creemos en el
Congreso?, ¿cuantos creemos en la Policía Nacional o en los organismos de
control?, esto sólo como un ejemplo.
Algunos condenamos por esta situación a la falta de educación, otros al Gobierno,
otros a nuestros genes indígenas o a los ancestros españoles y nos quedamos con
los culpables sin hallar una solución real al problema.
La cultura del avivato ha sido tal vez el gran
problema de nuestra nación, no va a desaparecer porque el Estado no lo ha
visibilizado, los políticos de turno no lo toman en cuenta como bandera de su
campaña porque saben que la solución es a largo plazo y no verán los frutos
rápidamente, la única solución es demostrar que el problema existe y sus
consecuencias son enormes para la nación y la única manera luchar contra ella
es haciendo que combatir la cultura del avivato sea una política de Estado.