Por | Edgar Alzate Díaz.

Entre estas montañas verdes, en medio de los
cámbulos, de los robles, los cedros, los delgados guaduales encorvados, en una
naturaleza feraz, habitó la tribu de los Burila,
esos desconocidos indios que vivieron entre estas montañas, mucho antes de que
los viejos liberales y conservadores, llegaran de las guerras del siglo XIX y
colonizaran las montañas sevillanas.
Indios aguerridos, que se enfrentaron contra las armas de los españoles,
deteniendo el avance de los conquistadores, enfrentándolos en el páramo, con
los frailejones como apoyo, con las lagunas paramunas como sustento. Derrotados
seguramente por la superioridad de las armas y tácticas del hombre blanco, de
la cruz que apoyó a estos conquistadores, hasta conseguir la desaparición de
esa indómita tribu, que moró en nuestra tierra, tribu hoy olvidada. De éstos,
en medio de la bruma del olvido, quedan algunas cerámicas, o algunos pequeños
husos con los que elaboraron con algodón sus vestidos y envolvieron a sus
muertos, de sus esqueletos, encontrados en las urnas funerarias, también
destruidas, desaparecidas, en las guacas abiertas por nuestros abuelos, que
desdeñaron estas riquezas arqueológicas de cerámica, buscando el oro para que
llegara a Europa, en un olvido colonial. Tribu de orfebres magníficos, sus
elaborados objetos en oro, con los que adornaron sus cuerpos para alabar a sus
dioses, a sus muertos. En sus fiestas sagradas cuando los ciclos astronómicos
les separaban los inviernos de los veranos, e igual que hoy, la neblina caía
desde el páramo para cobijarlos y darles sabiduría. Memoria que desaparece
también de la memoria de nuestra gente joven, que desconoce nuestro pasado.
En el territorio de Sevilla, se encontraron
gran cantidad de objetos cerámicos y de orfebrería. En todas las fincas
cafeteras las denominadas “guacas” fueron abiertas y sin ninguna consideración
destruidos los vestigios arqueológicos. Comentan algunas personas que en muchas
viviendas de Sevilla se encuentran las “piedras de moler” que utilizaron los
habitantes precolombinos hace más de 1.000 años de antigüedad. En los últimos
años el señor Nabor Vásquez (q.e.p.d.), se dedicó a comprar los utensilios
cerámicos que sacaron del subsuelo algunos guaqueros, pero Nabor, no hizo este
comercio de piezas precolombinas con un sentido artístico o conservacionista,
sino con ánimo comercial. Las excavaciones arqueológicas en Sevilla Valle, son
escasas, por no decir inexistentes. No se encuentran estudios que nos permitan
dilucidar sobre el valor cultural e histórico de las piezas arqueológicas que
fueron extraídas por los guaqueros. En el pensum escolar de colegios y
escuelas, brilla por su ausencia cualquier mención a un pasado histórico que
lleve a la juventud a tener un sentido de pertenencia hacia nuestra tierra, más
allá de la creencia en Heraclio Uribe Uribe y los colonizadores antioqueños.
Nuestros modelos culturales, construidos con base en un pasado rural del hacha
y del machete, se olvida que la historia de un pueblo se remonta hasta muchos
años atrás, tal vez cientos de años atrás. Somos un pueblo con memoria corta,
cien años y eso es todo. Por esto, en
Sevilla no hay un lugar que exhiba con orgullo las piezas cerámicas, objetos
líticos (de piedra), orfebrería (oro), que elaboró esa cultura indígena que
estuvo antes de que llegaran los españoles y que habitó lo que hoy es Sevilla.
El rápido y raudo paso de la globalización no nos deja tiempo para pensar en un
pasado, y mucho menos para ver la belleza artística en unas ollas de barro
viejas y desteñidas.
Si bien es cierto que nuestros ancestros
directos no son los indios Burila, ni los Quimbaya o Pijao, pues especialmente
los Burila desaparecieron de la faz de la tierra sin dejar un rastro o una
impronta, como para que los historiadores y arqueólogos les dedicaran alguna
mención, solo rústicas anotaciones sin valor científico aparecen en algunos
textos de escritores de Caicedonia, que se interesan más que nosotros por esa
cultura.
A mis lectores les parecerá raro que traiga a colación
este tema Burilíco, pero como observo que nuestras administraciones municipales
están muy interesadas en el turismo de paisaje, quiero recordarles que no sobra
que Sevilla tenga un espacio físico, en el que el turista conozca y se recree
con este otro paisaje cultural arqueológico, que también existe en el pueblo y
que es muy abundante e interesante, como son los antiguos vestigios
arqueológicos del territorio sevillano.