Autor: Héctor Javier Barrera Palacio
El pasado viernes se estrenó en la EAM de
Armenia el corto quindiano Tres karmas, que fue grabado en diciembre en la
capital quindiana. Allí participaron actores locales como Valentina y Valeria
Sepúlveda, dos gemelas muy talentosas de la ciudad. Las acompañaron artistas de
la talla de Fabio Restrepo y Álvaro Rodríguez, muy conocido a nivel nacional
por una variedad de personajes que ha hecho en teatro, cine y televisión.
Quizás el personaje más recordado de Rodríguez fue el de Tribilín, en la novela
Fuego verde.
¿Qué expectativas tiene con este nuevo corto
quindiano en el que participó llamado Tres karmas?
La expectativa es muy grande para la gente del
Quindío y por primera vez estoy trabajando con tanto rigor en lo audiovisual en
el cine y estoy atento a las reacciones, porque durante las grabaciones
ocurrieron cosas inesperadas, como un aguacero y muy osado el director, Andrés
Roa, quien se atrevió a seguir grabando y parece que eso le dio un valor mucho
más estético a la historia para contar. Decía un autor que de las maneras más
insólitas se obtienen los hallazgos más geniales.
El cine quindiano no es tan reconocido a nivel
nacional. ¿Cree que toma fuerza con este tipo de producciones tan
profesionales?
Indudablemente. Es que hacer cine es lo que
necesita este país, hacer arte para todo este despelote en el que vivimos, esa
guerra hay que cambiarla por lo que produce la industria cinematográfica, con
el valor y la osadía de tanto joven que logra expresar el universo artístico,
porque el arte es inherente a todos los seres humanos, todo el mundo canta,
baila, escribe, todo el mundo usa la palabra como mecanismo de expresión. Otra
cosa es que nosotros nos dediquemos a esto, pero el arte es del ser humano en
general. Creo en Armenia, no solamente por su cultura, sino porque soy muy próximo a la ciudad, ya que mi papá nació en la capital quindiana. Soy de
Sevilla, Valle del Cauca, y me encanta de acá la geografía, la gente, la
idiosincrasia, las historias, la tradición oral, el universo del campesino, del
café y de los árboles frutales. Todo esto tiene que ver con los seres humanos,
nosotros somos naturaleza y que eso se vuelva y se lleve al universo de la
fantasía, en este caso del séptimo arte, me parece muy importante.
¿Qué nivel cree que tuvo la producción Tres
karmas?
La producción como tal fue extraordinaria,
gente muy joven, cada uno con su talento. En el cine confluyen todos los
lenguajes y cada uno de estos implica la responsabilidad de un artista y lo que
yo vi con la gente de acá y algunos de Cali que llegaron, fue un trabajo
bastante riguroso y espero que tenga resultados muy positivos.
Mientras grabaron Tres karmas en las calles de
Armenia mucha gente lo recordó por el personaje que usted hizo de Tribilín en
Fuego verde y lo buscaron para tomarse fotos o darle un abrazo. ¿Qué sintió con
ese aprecio que le demostraron?
Tengo mucha simpatía con todas las personas de
la zona cafetera porque son muy lindas y yo soy un amigo más, me gusta
intercambiar con ellas, conocerlas y reconocer aspectos muy importantes de
nuestra cultura y entonces que la gente se aproxime con esa alegría, llega la comida,
el tinto. Llega la cerveza, el diálogo y empiezan a ser universos muy gratos.
¿Cómo le fue con el elenco y con el equipo de
producción?
Hubo una correlación de energías que fue muy
importante, porque si eso no se da va a incidir en la producción final y yo acá
me siento muy contento porque parezco como en mi casa, entonces el hecho de que
aparezca la comida paisa incide en uno como actor y en el bienestar hacía el
universo de la ficción.
Cuéntenos un poco de sus comienzos en la
actuación...
Hice teatro desde niño en el colegio General
Santander de Sevilla. Me gané una beca de Bellas Artes en Cali, pero me tocó
prestar servicio militar, cuando fui ya habían empezado, entonces me dijeron
que esperara un año más. Mi hermano estaba estudiando medicina en la
Universidad Nacional y me dijo que me fuera para allá mientras tanto. Empecé a
estudiar antropología y no tengo la menor idea por qué. Más adelante, cuando
trataban de armar un grupo de teatro me invitaron al teatro La Candelaria con Lisandro
Duque, que es director de cine de Sevilla, y me convidaron al grupo de planta,
entonces dejé la carrera y me puse a estudiar arte dramático y por esto me
empezaron a llevar a la televisión, a hacer películas como La gente de la
universal. Siempre me había llamado la atención eso, pero no me lo había
propuesto, pero bueno, lo primero fue un cortometraje con Lisandro Duque que se
llama 38 corto, 45 largo. Ahí me di cuenta lo grande del cine y lo ignorante
que es uno. El cine me puso a navegar en un mar de utopías.