Javier Marulanda Gómez “Marulo”

28 de septiembre de 20190 COMENTARIOS AQUÍ


De hondas raíces en Sevilla, Javier, coterráneo, intelectual, de hablar pensado, amigo del  buen palique y de fina e irónica guasa, transitó la mayor parte de su  existencia por nuestro pueblo, ya tratando de descifrar el devenir humano, ya degustando la historia y la literatura  universal  o ya metido en los meandros  de nuestra  gesta local, plena de aconteceres importantes, de una amplísima picaresca y de personas cuasi lumpenescos, quienes quedaron retratados  en su amplia, varia y sápida prosa.

En sus años mozos, cuando nada nos arredra, cuando la noche enigmática es  nuestra eterna compañera y nos incita  a descubrir  la  vitalidad y hondura  de las sombras,  tuvo  como enseña el “carpe diem” horaciano. Disfrutó, en exceso, de la bohemia  con sus amigos de siempre, en medio de alcoholes, cigarrillo,  parla sobre arte y política, y  música y baile hasta el amanecer, en aquellos sitios  convertidos en refugios báquicos y eróticos como “El Viejo Volga” “Luces de Buenos Aires” “El Café Real” “Noches de Hungría” “El Escondite de Hernando” y muchísimos más, en donde, además, había presencia  de fembras placenteras” como afirma el ARCIPRESTE  DE HITA en su inmortal obra.

Vendría luego la pausa y el freno. Y, entonces, aparece en acción el intelectual  y el escritor de relatos, historias y crónicas, impregnados de pueblo raso, de gente humilde, de personajes del común, de vida  difícil, dura y, en las más de las veces, vidas cargadas de crueldad y desprecio por élites lugareñas: locos, pelanduscas, guapos y matones, tahúres y fulleros, carretilleros, curas de rígida moral, maestros alcoholizados, mujeriegos y platudos, mediquillos y  herbolarios…, etc. Recrea, entre el mito y la realidad, sus hechos, dándole a su ágil prosa toques de  burla, ironía, picaresca e hipérbole. Bien pudo hacer  suya la contundente y categórica  afirmación de Aníbal Ponce: “cuando la cultura se la disfruta como un privilegio, la cultura envilece tanto como el oro”.

Además, Javier se adentró en temas más complejos y hondos: la historia, la poesía, la novela, la música, la violencia… Solíamos, en ocasiones entretener el ocio especulando sobre Cervantes, Camus, Neruda, Allende y el golpe aleve en contra de La Unidad Popular o bien sobre la colonización antioqueña o la familia Uribe Uribe, conocida al dedillo, pues su alma y su pensamiento tenían, entre sus amores, uno muy especial, el de Sevilla; por ello pudo hacer suyos los versos del Nobel  chileno: “Pero yo amo hasta las raíces/ de mi pequeño país frio./ Si tuviera que morir mil veces/ aquí quiero morir./ Si tuviera que nacer mil veces/ aquí quiero nacer/.”

Javier, quien en su cotidiano discurrir libró una silenciosa pero erguida batalla en contra de la hipocresía de no pocos, dejó una basta e inmensa obra regional, en periódicos, revistas y libros:  “Pasquinadas”, “Huellas del pasado, pasos del presente”, “Desempolvando la memoria”, “Duelos, guapos y pistoleros”, “Picaresca sevillana”, “Pinceladas de la picaresca sevillana”…, algunos de estos textos construidos al alimón con su amigo y confidente del alma el Dr. Carlos Alfredo Betancourt, connotado historiador y narrador de nuestra tierra nativa.

Marulo”, admirado amigo, lejos ya de esta época deshumanizada, injusta y azarosa, espero que, en donde quieras que estés, sigas deleitando con tu parla lírica y preñada de sugerencias reveladoras, a tu nuevo y amplio coro de admiradores.

Por | Raúl Flores Duque
Armenia 26 de septiembre de 2019.

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