De hondas raíces en Sevilla, Javier,
coterráneo, intelectual, de hablar pensado, amigo del buen palique y de fina e irónica guasa,
transitó la mayor parte de su existencia
por nuestro pueblo, ya tratando de descifrar el devenir humano, ya degustando
la historia y la literatura
universal o ya metido en los
meandros de nuestra gesta local, plena de aconteceres importantes,
de una amplísima picaresca y de personas cuasi lumpenescos, quienes quedaron
retratados en su amplia, varia y sápida
prosa.
En sus años mozos, cuando nada nos arredra,
cuando la noche enigmática es nuestra eterna
compañera y nos incita a descubrir la
vitalidad y hondura de las
sombras, tuvo como enseña el “carpe diem” horaciano. Disfrutó, en exceso, de la bohemia con sus amigos de siempre, en medio de
alcoholes, cigarrillo, parla sobre arte
y política, y música y baile hasta el
amanecer, en aquellos sitios convertidos
en refugios báquicos y eróticos como “El Viejo Volga” “Luces de Buenos Aires” “El
Café Real” “Noches de Hungría” “El Escondite de Hernando” y muchísimos
más, en donde, además, había presencia de “fembras
placenteras” como afirma el ARCIPRESTE
DE HITA en su inmortal obra.
Vendría luego la pausa y el freno. Y, entonces,
aparece en acción el intelectual y el
escritor de relatos, historias y crónicas, impregnados de pueblo raso, de gente
humilde, de personajes del común, de vida
difícil, dura y, en las más de las veces, vidas cargadas de crueldad y
desprecio por élites lugareñas: locos, pelanduscas, guapos y matones, tahúres y
fulleros, carretilleros, curas de rígida moral, maestros alcoholizados,
mujeriegos y platudos, mediquillos y
herbolarios…, etc. Recrea, entre el mito y la realidad, sus hechos, dándole
a su ágil prosa toques de burla, ironía,
picaresca e hipérbole. Bien pudo hacer
suya la contundente y categórica afirmación
de Aníbal Ponce: “cuando la cultura se la disfruta como un privilegio, la cultura
envilece tanto como el oro”.
Además, Javier se adentró en temas más
complejos y hondos: la historia, la poesía, la novela, la música, la violencia…
Solíamos, en ocasiones entretener el ocio especulando sobre Cervantes, Camus,
Neruda, Allende y el golpe aleve en contra de La Unidad Popular o bien sobre la colonización antioqueña o la
familia Uribe Uribe, conocida al dedillo, pues su alma y su pensamiento tenían,
entre sus amores, uno muy especial, el de Sevilla; por ello pudo hacer suyos
los versos del Nobel chileno: “Pero yo amo hasta las raíces/ de mi pequeño
país frio./ Si tuviera que morir mil veces/ aquí quiero morir./ Si tuviera que
nacer mil veces/ aquí quiero nacer/.”
Javier, quien en su cotidiano discurrir libró
una silenciosa pero erguida batalla en contra de la hipocresía de no pocos,
dejó una basta e inmensa obra regional, en periódicos, revistas y libros: “Pasquinadas”, “Huellas del pasado, pasos del
presente”, “Desempolvando la memoria”, “Duelos, guapos y pistoleros”, “Picaresca
sevillana”, “Pinceladas de la picaresca sevillana”…, algunos de estos textos
construidos al alimón con su amigo y confidente del alma el Dr. Carlos Alfredo Betancourt,
connotado historiador y narrador de nuestra tierra nativa.
“Marulo”,
admirado amigo, lejos ya de esta época deshumanizada, injusta y azarosa, espero
que, en donde quieras que estés, sigas deleitando con tu parla lírica y preñada
de sugerencias reveladoras, a tu nuevo y amplio coro de admiradores.
Por | Raúl Flores Duque
Armenia 26 de septiembre de 2019.