Edgar Suaza, es quizá el primer y actual
orate típico del pueblo, hijo y familiar de prestantes y reconocidas personas,
nacidas o radicadas en estas tierras, comerciantes, abastecedores de carne y
educadores.
Hermano de Manuel, a quien cariñosamente le
decimos “El Gacho”, que fuera gran jugador de fútbol en aquel antaño con el Deportivo
Sevilla y otros, fue ídolo y goleador en
aquellas tardes domingueras en la cancha del Colegio Santander, donde mirábamos
desde el barranco. Hermano de Leonel, gran bailarín de tango y fox, en El Viejo
Volga y El Canaima; los martes que cerraban la Plaza de Mercado era el día
libre y de descanso, Leonel se engalanaba con sombrero gardeliano, y a beber y bailar se dijo.
Edgar también fue culto bachiller del Colegio
General Santander, filosofaba con gran inteligencia, buen deportista, basquetbolista
destacado, fue profesor de matemáticas, materia que dominaba con habilidad, daba clases a las jóvenes y muchachos en
sus casas, cuando estos iban mal en el colegio, y los sacaba adelante para los exámenes
finales de tan penosa materia.
Por aquellos avatares del destino, Suaza cayó
en la drogadicción, empezó a fumar toda clase de veneno alucinógeno, quiso
escapar a su desengaño, se despojó de sus pesares y problemas, y se sumergió en
otro mundo de alucinación, paz y fantasía, dejó el Colegio y sus clases, se
quitó la ropa y junto con sus penas las lanzó al vacío. Hace muchos años lo
vemos por las calles de Sevilla, sin ropa, descalzo y hablando solo. En horas
de la mañana se le ve revisando los candados y cerraduras de las puertas del
comercio, o revisando una moto, o un
carro, en ademan de prenderlo y salir volando hacia el infinito; otras veces
acostado, asoleándose en un andén a pleno medio día; a veces
se confecciona una chaqueta de bolsas de plástico y unos zapatos de papel, se
los pone y sale riendo a carcajadas. También hay veces que sale a vender dos boleticas
de rifas o loterías que le dan, y con el producto de su venta, sale corriendo
para las ollas de San José a comprar su marihuana.
Pero Suaza sigue siendo aquel genio de dos
mundos crueles, una fría noche me lo encontré sin su camisa de papel, y en un
destello de lucidez volvió a la memoria y me dijo “doctor, regáleme 500 pesos”,
y a mi esposa que hace muchos años le enseñó matemáticas, le dijo “Arbeláez, regáleme
1.000 pesitos”, yo le pregunte, Edgar cuanto es la raíz cuadrada de 80, y él con
una pasmosa rapidez, me contestó 8.94.
Por |
Arley Valencia Ortiz