Sevilla de cumpleaños

2 de mayo de 20170 COMENTARIOS AQUÍ

Con las líneas que abren estas sencillas páginas, me permitimos ofrecer un espacio discreto para la reflexión cuando se acerca la conmemoración de los 114 años del nacimiento de San Luis – Sevilla.

Mis palabras son sencillamente las de un sevillano que fue llamado por el Señor a ser Sacerdote para siempre y esto me llena de  júbilo pues, fue gracias a mi familia, arraigada en este amado pueblo desde muy temprano, donde recibí la fe y con ella descubrí mi vocación; amo servir al Señor y, discretamente, aportar algo al crecimiento de la ciudad de mi alma.

Lo que sigue no se trata de una síntesis histórica ni pretende ser una diatriba contra nadie; es solamente el pensamiento de un sacerdote nacido en la tierra que ha sido reconocida como la Capital Cafetera de Colombia y que otrora ocupó —gracias a la tenacidad de los suyos— espacios y lugares de importancia en diversos campos de la vida regional, nacional e internacional. Hoy, desde la distancia, cuando contemplamos la vida de quienes hicieron posible esta ciudad, nos preguntamos hasta dónde se ha cumplido su ideal de hacer un pueblo para  aunar esfuerzos y crear un amable espacio para la vida en comunidad, para la comunidad local y el progreso integral:

¿Es esto lo que hoy llamamos Sevilla? ¿Es lo que los fundadores, señores Heraclio Melitón, Zenón Joaquín, Jesús Antonio, Emiliano, Francisco Eladio, Francisco Alvarado y sus familias sembraron desde su pensamiento e ideales en esta tierra enclavada en la serranía andina? ¿Es lo que ellos sembraron con sacrificio y avizoraron con ilusión? ¿Hemos cuidado la heredad del sacrificio de las primeras generaciones que desafiaron toda suerte de penurias? ¿Somos los vigías de la heredad de un pretérito que quiso lo mejor para Sevilla y que por nuestras manos debería —léase “deberá”— pasar a las generaciones nacientes y las futuras? ¿Conocerán nuestros futuros sevillanos la génesis de lo que hoy contemplamos —sin considerar lo que desapareció por la ineptitud e irresponsabilidad de los  propios hijos o de foráneos que se apoderaron de aquello que fue fruto del sacrificio de otros—? Profética y sabiamente nos enseña el Papa Emérito Benedicto XVI: «Esta sociedad está muy expuesta a la manipulación ideológica […] Producto inevitable de este desarrollo es una sociedad que ignora su pasado y, por consiguiente, carece de memoria histórica. Cualquiera puede ver la gravedad de esa consecuencia: así como la pérdida de la memoria provoca en la persona la pérdida de su identidad, de modo análogo este fenómeno se verifica en la sociedad en su conjunto»1 .

Y es que da la impresión que para muchos, hoy en Sevilla, el esfuerzo de otros no significara nada. El pasado es pasado y no se puede cambiar, pero sus consecuencias se viven en el presente. Esto nos sugiere un examen de conciencia a todos los hijos de Sevilla: ¿qué hice o qué he hecho por Sevilla? Cada cual sabrá en su corazón responder, pero si es justo reclamar: ¿por qué Sevilla perdió tanto en su progreso en las últimas décadas?, ¿por qué el avance vertiginoso de sus primeros lustros disminuyó? Respuestas hay muchas, pero, siento que hay signos de irresponsabilidad, avaricia,  corrupción, ambición, desinterés, la falta de sentido comunitario, la ausencia de dolor por lo propio, la palabra empeñada y no cumplida, el egoísmo esclavizante… Todo esto, inevitablemente, tiene que afectar y dejar heridas duraderas.

Otra pregunta que nos hemos de hacer en conciencia todos sin excepción: ¿a quién le duele nuestra Sevilla? Cada gobernante, cada ciudadano, cada administrador público y/o privado, cada docente, cada obrero, cada sacerdote, cada pastor, cada ciudadano, cada papá y mamá, etc., deberíamos cuestionarnos: ¿qué he aportado a la ciudad; ¿la he servido?; ¿la he cuidado?; ¿soy de los que busca inculpar a otros para obviar la responsabilidad u ocultar mi falta?

Las respuestas han de aflorar desde la conciencia de cada uno que se siente unido a Sevilla por el vínculo moral, espiritual o generacional. Las dejamos para que delante de la inteligencia objetiva y de la luz de fe, sean ciertas y nos muevan a lo que ha de ser noble, justo, bueno y amable para nuestra querida ciudad.

Nos gusta escuchar que tenemos un hermoso Paisaje Cultural Cafetero, una imponente Basílica Menor, una bella y larga historia musical, buenos escritores, muchas vocaciones, el mejor café, etc. pero, ¿por qué no nos interesamos más por la ciudad? Estas letras quieren ser un clamor para que todos pensemos en serio en el protagonismo de Sevilla. Una ciudad donde campean tantos vicios y desórdenes en muchos ámbitos ¿ofrecerá un ambiente justo para quienes nacen y empiezan a abrir su corazón a la vida? ¡Claro que no!

Vuelvo a recordar unas elocuentes palabras de don Óscar Toro Echeverri para darnos cuenta que si es posible que una pequeña ciudad retome el curso del progreso y exorcice todos los gérmenes de maldad humana que la acechan: «Sevilla era por los años 40 un real emporio de riqueza agrícola, envidiable centro de actividad  comercial y conglomerado humano de muy señaladas virtudes. Las gentes del campo labraban su pegujal sin apremio y sin sobresaltos, esperanzadas en la bondad sin tasa de las cosechas. Los habitantes de la ciudad se codeaban sin recelo ni desconfianza y hacían causa común de toda empresa cívica […] Era, en términos concretos, una sociedad disciplinada, con objetivos muy claros y con propósitos bien definidos, a tono con la legendaria ambición de sus fundadores y con el permanente reclamo de sus moradores. Ocasional y parcamente se apelaba a los medios de gobierno en demanda de auxilios porque la iniciativa privada y la acción comunitaria ahogaban el gesto mendicante […] El desbordante crecimiento vegetativo de la población ha creado un caos citadino que se traduce en miseria, en hacinamiento de barriada, en franca ausencia de modales y de buenas costumbres, en irritante infracción de toda norma, en proliferación de cantinas y de bares nocturnos, en total desaseo urbano. Se recuperará Sevilla de todas estas dolamas y claudicaciones, o seguirá […] por el atajo que le han trazado gamonales […] a espaldas de su destino histórico» 2.

Ciertamente que no podemos dejar pasar de largo otro 3 de mayo. Hagamos nuestras estas palabras: «recordar con gratitud el pasado, vivir con pasión el presente y abrirnos con confianza al futuro»3 .

Claramente comprendemos que no es con el lamento como se remedian los sinsabores de la vida; mucho menos con armas como la ambición o la crítica destructiva, la búsqueda frenética de intereses particulares, o la rapiña que la envidia hace aflorar en las intenciones de muchos, etc. No es así; la respuesta la hallo, yo, sacerdote, en la enseñanza de Cristo y de la Iglesia: es con el trabajo en común; la búsqueda amable y transparente del bien del otro y de los otros; el servicio por amor y el hacer a los demás lo que deseo para mí mismo (Cfr. Hechos de los Apóstoles 2, 44). Será ésta la herramienta para que se cumplan las palabras de nuestro himno: “un gran pueblo serás en la historia si prosigues tu lucha tenaz”. No podemos dejar para después, sabiendo siempre que el tiempo vuela implacable y es la única oportunidad que tenemos para crecer integralmente y ser personas de bien orientadas al servicio a los demás, servicio que se proyecta como luz, a la dimensión de eternidad que llamea en nuestra intimidad; eternidad que se deja ver desde nuestros pasos peregrinos por la historia, historia que debe ser noble por la huella que en ella dejamos por nuestra honesta actuación.

Si los Primeros Pobladores de nuestro solar nativo no escatimaron esfuerzo alguno para ver nacer la ciudad, hemos de corresponder con los múltiples recursos y las variadas facilidades del presente, para hacer más amable y digna la vida de la ciudad de nuestras querencias, permitiendo que la historia humana, sea y siga siendo también para Sevilla, Historia de Salvación, ofreciendo en ello su Vida misma, que es vida abundante y eterna.

Con estas líneas concluimos algunos elementos que nos permiten, desde nuestra perspectiva cristiana—espiritual, darnos cuenta de la necesidad de mantener entre nosotros los sevillanos propios y por adopción, la comunión que es signo de la comunión con Dios, plasmación concreta de la vocación de todo cristiano que peregrina en el mundo y en el tiempo.

En síntesis, vivamos siempre en actitud de memoria, gratitud y compromiso, dejándonos guiar por el Espíritu de Dios y la Verdad siempre nueva y vigente del Evangelio.

Reconocemos que « […] las cosas aprendidas en la infancia crecen con el alma y forma una misma cosa con ella […]»4 .

P. Rodrigo GALLEGO TRUJILLO,
Rector del Seminario Mayor “Los Doce Apóstoles”
3 de mayo de 2017

[1] Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los miembros del Comité Pontificio de Ciencias Históricas, Sala de los Papas viernes 7 de marzo de 2008
2 Óscar Toro Echeverri. Del Sevilla que se fue; manuscrito inédito propiedad de su esposa y familia y que gentilmente, y con singular gesto de confianza, me facilitaron.
3 Juan Pablo II. Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte (al comienzo del tercer milenio), 6 de enero 2001, 1.
4 San Ireneo de Lyon, carta a Florino en Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica V, 20.
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