Soldados para la guerra

28 de febrero de 20170 COMENTARIOS AQUÍ

Rubén Darío, era un joven de 16 años de edad, recién había terminado su bachillerato, a mediados del mes de julio de 1991.

Los mandos militares habían recorrido con prontitud, con su personal de reclutamiento, como halcones en picada, los colegios de bachillerato, y redadas en las calles del pueblo, en busca de nuevos reclutas para el servicio militar obligatorio en el Ejército Nacional, regulares y bachilleres, donde miles ofrendaron su vida en una guerra fratricida e irregular, en este país por más de 60 años.

Rubén fue incorporado y trasladado a la escuela de Artillería Cantón Militar Norte de Bogotá, recibiendo su instrucción militar básica, fue designado a la base militar de alta montaña de Pantoja, Cundinamarca, donde eran frecuentes los hostigamientos de las güerillas a la base y sus tropas.

Una noche me encontraba sentado con mi esposa,  viendo televisión, eran aproximadamente las 10 y 30 pm, cuando timbro el teléfono, mi esposa se levantó a contestar la llamada, extrañada por la hora,  inmediatamente cayo desplomada en un sillón que se encontraba cerca, corrí rápido  en su auxilio, y le pregunte que pasò­, me dijo que a Rubén le acaban de dispar, la deje y salí rápidamente para el cuartel de la Policía, informando la novedad a la guardia, presurosamente el operador de radio  se comunicó a Bogotá, con la escuela de Artillería, quienes contestaron que ellos no sabían nada, que no tenían comunicación con la base, hasta las 6 am de la mañana, eran las 12 de la noche, no logramos dormir nada, a las 6 y 30 de la mañana llamamos nuevamente a la base militar, allí  nos informaron que esa noche hubo un hostigamiento, sin bajas de tropas, pedí el favor queme pasaran a el soldado Valencia, quien me dijo, si papá    nos atacaron, y en el fragor del combate y tableteo de las metrallas, un impacto de fusil atravesó por un costado de mi humanidad, sin herirme, eso fue a las 10 y 30 de la noche.

Rubén termino su servicio militar, y gracias a Dios regreso sano y salvo a su hogar.

De la llamada misteriosa de esa noche nunca se supo nada.


Por | Arley Valencia Ortiz.
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