Rubén Darío, era un joven de 16 años de edad, recién
había terminado su bachillerato, a mediados del mes de julio de 1991.
Los mandos militares habían recorrido con
prontitud, con su personal de reclutamiento, como halcones en picada, los
colegios de bachillerato, y redadas en las calles del pueblo, en busca de
nuevos reclutas para el servicio militar obligatorio en el Ejército Nacional,
regulares y bachilleres, donde miles ofrendaron su vida en una guerra
fratricida e irregular, en este país por más de 60 años.
Rubén fue incorporado y trasladado a la escuela de
Artillería Cantón Militar Norte de Bogotá, recibiendo su instrucción militar básica,
fue designado a la base militar de alta montaña de Pantoja, Cundinamarca, donde
eran frecuentes los hostigamientos de las güerillas a la base y sus tropas.
Una noche me encontraba sentado con mi esposa,
viendo televisión, eran aproximadamente
las 10 y 30 pm, cuando timbro el teléfono, mi esposa se levantó a contestar la
llamada, extrañada por la hora, inmediatamente cayo desplomada en un sillón
que se encontraba cerca, corrí rápido en
su auxilio, y le pregunte que pasò, me dijo que a Rubén le acaban de dispar, la deje y salí rápidamente para el
cuartel de la Policía, informando la novedad a la guardia, presurosamente el
operador de radio se comunicó a Bogotá,
con la escuela de Artillería, quienes contestaron que ellos no sabían nada, que
no tenían comunicación con la base, hasta las 6 am de la mañana, eran las 12 de
la noche, no logramos dormir nada, a las 6 y 30 de la mañana llamamos
nuevamente a la base militar, allí nos
informaron que esa noche hubo un hostigamiento, sin bajas de tropas, pedí el
favor queme pasaran a el soldado Valencia,
quien me dijo, si papá nos atacaron, y en el fragor del combate y
tableteo de las metrallas, un impacto de fusil atravesó por un costado de mi
humanidad, sin herirme, eso fue a las 10 y 30 de la noche.
Rubén termino su servicio militar, y gracias a
Dios regreso sano y salvo a su hogar.
De la llamada misteriosa de esa noche nunca
se supo nada.
Por | Arley Valencia Ortiz.