El rey Palomino

9 de marzo de 20170 COMENTARIOS AQUÍ

Antes y después de la conquista de los españoles, en estas tierras, en el paraje denominado Palomino, hoy corregimiento de Sevilla Valle, se asentaba los indios Burilas de la etnia de los Pijao, pueblo pacífico, dedicado más que todo a la agricultura, fueron buenos alfareros, orfebres y artesanos, fue el corregimiento de Palomino en Sevilla Valle, uno de los centros guaqueros más importantes, si se quiere del país, en cada finca abrían un agujero, donde venían a buscar todo tipo de alfarería y orfebrería, en ese entonces los aborígenes de ese asentamiento designaron como cacique a un personaje muy rico llamado Palomino. Dicen que el rey Palomino antes de morir ordeno a todos sus súbditos  que lo enterrarán con todas sus joyas, riquezas y tesoros, en una gruta desconocida de esa comarca, a lo cual  los indios dispusieron  para el acontecimiento doce mulas cargadas de oro y emprendieron camino al lugar indicado,  al que nunca han podido descubrir su sitio y paradero, los más empedernidos y sabiondos guaqueros, y rebuscadores de oro, quedando encantados por dicha historia y entierro.

Se cuenta también que por aquel paraje, en altas horas de noche oscura, se han visto a el rey Palomino marchando con sus doce relucientes mulas cargadas de oro, y que los más atrevidos y de nervios de acero, han tratado de seguir a la aparición, para dar con el escondite y hacerse a la gran riqueza del rey, pero se les esfuma, los espanta y los confunde, desconociéndose hasta el día de hoy donde enterró su gran tesoro el rey Palomino.

Me contó Dámaso García, habitante del corregimiento de Palomino desde hace muchos años, amigo y compañero que fue de labores, que una madrugada en compañía de otro amigo llamado Álfaro Ramírez, salieron del caserío con sus mochilas, vituallas y equipo para un día de pesca en el río Palomino, adentrándose por el río, y de repente se le apareció un gran pez dorado, e inmediatamente lanzaron sus anzuelos el río para la pesca del pez, y este avanzaba un tramo y se detenía, ellos entusiasmados corrieron en pos del pez, y el pez avanzaba, no lo podían alcanzar, ni pescar, ellos con más entusiasmo seguían detrás, hasta que a el pez se le unieron una gran cantidad de peces todos dorados relucientes de oro, los pescadores alucinados perdieron la noción del tiempo, corrieron y corrieron,  con el fin de alcanzarlos hasta el otro día, atravesando quebradas y ríos hasta el límite con el  departamento del Tolima,  donde se percataron de su situación, y volvieron en si aterrados. Los había embrujado el rey Palomino y su tesoro encantado.


Por | Arley Valencia Ortiz
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