Texto de Germán Peña Córdoba.
¿A quién no le ha tocado vivir una Leyvada? ¡Que
levante la mano! porque si evidentemente es cierto, estaríamos ante un ser
excepcional, único, cósmico e irrepetible.
Así como “nadie se salva de la rumba y a cualquiera lo lleva hasta la
tumba”, nadie se salva de una traición y menos en la actividad pública, política
y quizás también, en el amor, porqué la ausencia de la traición en el amor es
como un jardín no florecido: árido y desértico ¡Eso dicen algunos!
La felonía siempre estará presente en el camino de la
vida, lo importante es tenerla presente, permanecer alerta, no subestimarla y
saber convivir con ella. La palabra "Leyvada", se origina de las
mezquinas actuaciones del inefable ex canciller Álvaro Leyva Durán, y equivale
a la puñalada trapera, el puñal por la espalda, la emboscada o el
entrampamiento, al estilo del ex fiscal Néstor Humberto Martínez con la paz de
Colombia. La hipocresía, el doble discurso, la risa falsa y la superioridad
moral, son parte integral del sibilino comportamiento Leyvistico.
La expresión ha tomado tanta fuerza para significar
traición, que hoy juega en las grandes ligas del lenguaje vernáculo, y se
encuentra presta a calificar su canonización y será muy pronto elevada al
santoral de los colombianismos. La Leyvada viene de la susodicha infame
actuación del canciller Álvaro Leyva Duran, y hace honor a su ancestral
ideología goda. Si la Leyvada es sinónimo de traicionar, el verbo Abudinear es
sinónimo de robar. El término Abudinear también logro escalar alto como
Colombianismo; la palabra surgió cuando un puñado de indelicados funcionarios
del gobierno anterior, hicieron fiesta con los recursos destinados al Internet
de las escuelas públicas, localizadas en apartados lugares de Colombia. Karen
Cecilia Abudinen, ministra de las Tic, se vio envuelta en este escándalo. De
allí se deriva el colombianísimo verbo Abudinear.
Siempre acudimos a la Real Academia de la Lengua Española,
RAE, cuando necesitamos con urgencia el significado de alguna palabra del español
o necesitamos averiguar un sinónimo o un antónimo, para imprimirle un acertado
sentido a un párrafo. Pero alterno a lo anterior, existe el diccionario de los
Colombianismos, que son palabras que nacen de la cultura popular, de manera espontánea
y en circunstancias especiales de modo, tiempo y lugar. Los Colombianismos son
producto del ingenio popular y se deriva de un acto cómico o trágico. Poco a
poco el Colombianismo va logrando un fuerte arraigo, hasta propagarse a través
del ejercicio de la oralidad. La cultura popular toma como suya la palabra y a
medida que pasa el tiempo, el Colombianismo se va decantando hasta lograr
posicionarse definitivamente en el lenguaje.
¿Pero en él
reparto democrático de las traiciones, a quien no le ha tocado una Leyvada?
En política una traición no se le niega a nadie, la
Leyvada es el insumo básico y mecanismo de defensa necesario para lograr
vigencia política y una larga vida llena de impunidad; en esa insana lógica
sale lo peor del ser humano, de llevarse por delante al otro, sin importar el
grado de "amistad" construido. Es el mundo de la traición y la maldad
donde nadie se alarma cuando ello sucede; tanto así que existe el transfuguismo
político que en múltiples ocasiones ha sido proyecto de ley; en este orden, no
es extraño el caso de Álvaro Leyva, que nuestra generación siempre lo consideró
un eterno luchador por conseguir la paz en Colombia. Hoy su comportamiento nos
defrauda y consideró vivimos siempre equivocados con él.
Su felonía tocó fondo y es digna de mostrar como
ejemplo de máxima traición. A los 82 años de edad, cometer este tipo de actos
cuando la decrepitud cognitiva aflora y se supone al ser humano curado de
espanto y más allá del bien y del mal, es un dislate, morder la mano de quien,
finalizando su turbulenta vida, lo llevo a la más alta dignidad, que su
ideología Conservadora jamás lo llevó, ni lo tuvo en cuenta para nada. Así las
cosas, merece llamarse una Leyvada, todo aquello que se considere traición.
ADENDA: Como van las cosas, con la decisión del
magistrado de la Corte Constitucional Jorge Enrique Ibáñez, sobre el
aplazamiento de la reforma pensional, toma fuerza otro Colombianismo: una
Ibañiada.
Germán
Peña Córdoba
Arquitecto-UNIVALLE