Hemos ido a la casa del Rey, a estar con
Jesús de los Milagros hoy en su Santa Fiesta. Bella y humilde experiencia de
fe; nos hemos emocionado cuando Él ha salido de su Gran Casa, su Basílica,
construida con el colosal esfuerzo de nuestros mayores, para que Él esté allí y
allí nos dejemos encontrar por Él. Hemos caminado con Él, por las calles de
esta noble ciudad como otrora hiciera con sus Discípulos, de aldea en aldea,
como el peregrino entre nosotros que nos ha trazado la ruta del Cielo. Gran
dicha hemos sentido cuando vimos en el rostro de tantas personas el gozo de
contemplar la Venerable Imagen, cuatro veces centenaria, del Señor de los
Milagros que ha sido, silenciosa y discretamente, faro luminoso de nuestra fe,
meta de los caminantes que han llegado a postrarse a sus pies para implorar su
favor bendito o abrazarlo en el Lábaro de su Santa Cruz, para saber que desde
la Cruz reina el único y perdurable amor que purifica y nos hace ver la nitidez
de la Redención que llega a las profundidades del ser humano y desde allí nos
lanza a la inusitada experiencia de la Comunión con el Eterno Padre que nos
creó a su imagen...imagen que Re-creó el Dulce Crucificado.
Tal vez, algunos piensan que en ocasiones nos
dejamos mover por el sentimiento de una religión simple y aferrada a signos
vetustos o la religiosidad popular... No es así...Creo que la humilde
experiencia de la fe puede empezar a vislumbrarse y alimentarse a través de los
elementales signos de la fe cultivados legítimamente desde antaño y con la
simplicidad de una oración que se eleva tímidamente...esto vale... la
experiencia discreta edifica. Quiero recordarme el tesoro de evangelización que
la piedad popular tiene nuestro pueblo...hoy lo he constatado: "La piedad
popular penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel y, aunque
también se vive en una multitud, no es una ´espiritualidad de masas´. En
distintos momentos de la lucha cotidiana, muchos recurren a algún pequeño signo
del amor de Dios: un crucifijo, un rosario, una vela que se enciende para
acompañar a un hijo en su enfermedad, una Padrenuestro musitado entre lágrimas,
una mirada entrañable a una imagen querida de María, una sonrisa dirigida al Cielo,
en medio de una sencilla alegría" (Aparecida 261). Señor de los Milagros,
bendícenos con tu Amor.
Bendiciones|
P. Rodrigo Gallego Trujillo
Rector del Seminario de Buga.