El Templo Parroquial de San Luis Gonzaga

30 de junio de 20150 COMENTARIOS AQUÍ

«Sevilla surgió a la vida y empezó a desarrollarse merced a las poderosas corrientes inmigratorias que vinieron a buscar en el corazón de una inmensa selva, una parcela donde labrarse, en dura brega, un modesto porvenir» (Pedro Emilio Gil Jaramillo, Semanario Horizontes, No. 112, septiembre 3 de 1938, página 2) Y así, naciendo la población, va surgiendo el templo parroquial que subsistió hasta 1935 cuando se inicia la construcción del actual.

La primitiva Iglesia Parroquial fue construida por los primeros moradores de San Luis en «convites, trabajo personal y contribuciones en efectivo. De éstas sólo tenemos noticia que Don Heraclio Uribe Uribe contribuyó con la suma de doscientos pesos que por aquel tiempo era una suma enorme» (Pedro Emilio Gil Jaramillo, Revista Cincuentenario, mayo 3 de 1953, Número 13, página 52.).

Inicios del nuevo Templo Parroquial: El 31 de julio de 1922 se reúne por primera vez la Junta de Fábrica Parroquial ―junta económica―, con los siguientes miembros: Bernardino Ramírez, Pedro Emilio Gil Jaramillo, Carlos Ossa Tobón como síndico; su objeto era la administración económica de la parroquia y la construcción de un nuevo Templo. En el acta del 5 de junio de 1923 se propone instalar la energía eléctrica al templo y la casa cural. En 1925 Monseñor Heladio Posidio Perlaza Ramírez, primer Obispo de Cali, dio la orden de edificar un nuevo templo; de ello da fe el Auto de Visita del 9 de septiembre del citado año: «Créese por el R.S. Cura una Junta de principales, llamada Junta de construcción del nuevo Templo […] a base de la confianza que inspiran las altas aspiraciones que hemos palpado en esta ciudad cristiana y progresista. Así como lo quieren los vecinos, el templo que se proyecta debe ser una obra de aliento, ejecutada bajo un plano que sometemos a nuestra aprobación, y como un testimonio de fe y generosidad, que Sevilla legará a las generaciones venideras»[1] (Libro de Actas de Visitas Pastorales a la Parroquia San Luis de Sevilla, página 1). Luego, en 1927, Monseñor Maximiliano Crespo Rivera hizo el llamado para la construcción. El 20 de agosto de 1927 el Arzobispo de Popayán ―en ese momento Administrador de la Diócesis de Cali― Monseñor Maximiliano Crespo Rivera, en visita pastoral a Sevilla, dio posesión a la junta Pro-Templo: Jesús Antonio Gómez Barco, Leopoldo Ocampo, Emilio Grisales (tesorero). El Pbro. Marco Tulio Collazos Mayor impulsó bastante la idea de la nueva edificación. De esta visita pastoral queda la siguiente referencia: «Llamamos seriamente la atención a los vecinos de Sevilla acerca de la imperiosa necesidad de construir lo más pronto posible un templo decente, capaz y proporcionado al crecido número de habitantes que tiene hoy este distrito. Con este objeto, en uso de nuestra autoridad constituimos una junta que se llamará: ‘Junta Constructora del templo’ cuyo presidente será el párroco […]» (Libro de Actas de Visitas Pastorales a la Parroquia San Luis de Sevilla, página 2.). En octubre [28] de 1933, el Pbro. Narciso de J. Rentería da inicio a la construcción del actual templo, contando con el apoyo amplio y generoso de toda la comunidad. A éste le sucede el Pbro. Plinio Guillermo Quintana Polanco quien adelanta gran parte de la obra. Además, se hicieron colectas en las veredas. El segundo Obispo de Cali, Monseñor Luis Adriano Díaz Melo aprobó los planos a los que se agregó un 10% de la capacidad sobre los planos primitivos en los cuales intervino el Hermano Silvestre, de la Comunidad Redentorista de Buga, el 4 de mayo de 1933. El Obispo manifiesta que el material de ladrillo debía emplearse para los cimientos, pues, la obra estaba planeada para hacerse en concreto y cemento armado. Es de admirar la capacidad de entrega de los fieles, incluso, donando sus propias de alhajas para recabar fondos; en “Horizontes”[2] (Pedro Emilio Gil Jaramillo, Semanario Horizontes, No. 124, abril 7 de 1939, página 1.3). Se habla de una velada a beneficio del templo con el drama “La Carcajada”, obra en tres actos.

Fueron los ingenieros Borrero y Ospina ―Ingenieros Contratistas― quienes llevaron adelante la obra y su dirección técnica. «Sobre los planos elaborados en estilo gótico por los ingenieros Borrero y Ospina, se han iniciado ya los trabajos de la cimentación del templo de esta ciudad […] Su fachada principal será de 20 metros de ancha y llevará tres grandes portalones. Una esbelta torre de 45 metros de elevación dará remate a esta fachada. Las paredes laterales tendrán 58 metros de largas e irán formadas de amplias ventanales en forma ojival […] La obra costará unos $ 80.000». (Pedro Emilio Gil Jaramillo, Semanario Horizontes, No. 28, noviembre 4 7 de 1933, página 1 y 4).

En 1933 la junta estaba integrada por: Dr. Roberto Jaramillo, Dr. Roberto Villa, Dr. Roberto Mejía, Dn Abel Botero, Dn Lázaro Roldán Ossa. La obra es llevada adelante por el ingeniero León A. Silva. En el acta No. 7 del 1 de octubre de 1933 se dice a la letra: «Estos trabajos de construcción se empezarán dentro de unos quince días […] Autorícese al señor Presidente de la junta para que proceda a efectuar el contrato respectivo con el ingeniero Silva de conformidad con el proyecto presentado» (Libro de Actas de la Junta de Fábrica de la Parroquia “San Luis Gonzaga” de Sevilla, Valle del Cauca. Acta  No. 7 del 1 de octubre de 1933). En el acta No. 8 del 26 de octubre de 1933 dice que se pusieron en consideración los planos de la cimentación elaborados por el señor Silva, planos éstos que han de recibir la aprobación de los señores Borrero y [Francisco] Ospina, ingenieros de la ciudad de Cali y distinguidos profesionales. Allí mismo se dice «que se autorice al señor Silva para comprar lo siguiente: ciento veinte varillas de hierro de una pulgada de diámetro y seis metros de largo; ciento cuarenta varillas de media pulgada y seis metros de largo; cinco arrobas de hierro de tres octavos; doscientos sacos de cemento» (Libro de Actas de la Junta de Fábrica. Acta  del 26 de octubre de 1933).

Cabe destacarse que hubo un comité femenino en 1933 conformado por: Rosalía Toro V. de Sánchez, Tulia Restrepo y Rosaura de Márquez. Se realizaron varios festivales pro – templo y un baile que estuvo bajo la dirección de Azael Ceballos, Julián Serna Hoyos, José J. Jaramillo, Marcial Burbano, Leopoldo Gil Jaramillo, Tulia de Restrepo, Ana de Ceballos, Inés de Ortíz, Gilma de Jaramillo, Melania de Osorio, Teresa Hoyos, Concha Ceballos, Julio Villegas, Tomás Arana, Pompilio Ceballos, Dr. Ramón Jaramillo, Luis Botero, Eduardo Arcila, Francisco Piedrahita, entre otros[3] (Cf. Libro de Actas de la Junta de Fábrica. Acta N. 13 del 6 de diciembre de 1933).

En el acta No. 24 del 5 de marzo de 1934 se comunica al arquitecto Silva que no se le contratará más por falta de recursos; éste responde pronto diciendo que hará su trabajo de modo gratuito. El 7 de abril de 1934 tiene lugar la visita, a la obra, por el ingeniero Francisco Ospina, quien avaló lo hecho hasta el momento, haciendo pequeñas correcciones; por ejemplo, se estaban haciendo variantes a los capiteles y ordenó se ajustaran a los planos originales. Hasta ese momento los trabajos iban muy adelantados (Cf. Libro de Actas de la Junta de Fábrica Acta N. 28 del 8 de abril de 1934). Por ello, en el arduo camino de construcción se afirmó: «en estos muros que ya dejan adivinar la magnificencia de la casa del Señor; en esas preciosas columnas que sostienen los arcos, en ese principio de techumbre, están representados los esfuerzos y los entusiasmos [del] pueblo sevillano». (Pedro Emilio Gil Jaramillo, Semanario Horizontes, No. 16, noviembre 16 de 1935, página 5).

Concluida la obra en 1940, el templo resultó ser un signo evidente de la fe de los sevillanos y sus moradores y, también, una obra admirable de arquitectura, gusto y elegancia. Ello lo describen muy bien las palabras que siguen: «Por allá en octubre de 1933 iniciaba sus formas en un clima de perfección ineludible, como suplantación a la capilla primigenia, que debió sentir angustiosamente la inmolación de su litúrgico maderamen en provecho de la nueva fábrica, todo cemento y ladrillo. El nuevo templo es todo un tratado de piedra de la línea dura y definitiva. En las aristas múltiples de su frontis la luz resuelve su compleja entidad en una sugestiva conflagración de matices. Su torre-chapitel, rizada saeta, abre en el cielo la luminosa flor terminal de sus cuatros lucernas: diríase una girándula en reposo perpetuo. En las fronteras laterales, ceñidos por el abrazo acomodaticio de los arcos ojivales, dos círculos concéntricos sustentan los colores superpuestos de los majestuosos vitrales, franca reminiscencia de las catedrales góticas. Surcan su interior dos hileras de robustas columnas que lanzan, en curvo además, sus delicados brazos en alcance de la techumbre regia, y ganan la clave cimera en decisivo cierre, para ir a abocar a la bóveda absidal  […] Los flancos ladrillosos del edificio, con sus rosetones murales, altos y profusos, cobran por fuerza el aspecto ruinoso y saturnino de las vetustas catedrales sepultadas en las clausuradas páginas del tiempo […]». (Óscar Toro Echeverry, citado por Flórez Duque, Raúl, Memorias Sevillanas, Imprenta Departamental, Cali, 1965, pág. 111-112. Cf. Óscar Toro Echeverri, tomado de Vásquez Vargas, Ulises, Sevilla, Valle del Cauca, Otro hito de una concepción colonizadora, Imprenta Departamental  del Valle del Cauca, Cali, 1998, página 200).

Pbro. Rodrigo Gallego Trujillo
Rector del Seminario Mayor de Buga 
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