En
junio se conmemora un año más de la muerte de Carlos Gardel, y nuevamente el
mundo tangófilo evoca con tristeza al más popular de los cantores argentinos.
Nadie
a quien le guste el tango olvida esa fecha trágica del 24 de junio de 1935, en
la que el ‘Morocho del Abasto’ murió de un “avionazo” en el aeropuerto Olaya Herrera
de la capital antioqueña.
Han
pasado 80 largos años y cada vez, por esa fecha, los gardelianos de siempre
expresan su más íntima congoja rindiendo sentidos homenajes a quien en vida
hiciera de la canción ciudadana y de la canción porteña un ritmo universal que
sigue y seguirá llenado las noches, en todos los rincones de la tierra, de nostalgia,
ausencia y malevaje.
Carlos
Gardel canta cada vez mejor.
Tampoco los que amamos el tango podemos dejar de sentir que ‘el Mudo’ canta hoy
mejor que nunca y que sigue tan campante llenando nuestras noches bohemias con
su voz y su estilo de siempre. Mirándonos desde la carátula de sus discos con
esa sonrisa que ha cautivado a hombres y a mujeres y aventándonos desde la
redondez de un Larga Duración o desde la modernidad de un CD o desde un MP3, su
voz que nos habla de historias que hicimos nuestras para poder asumir con
gallardía nuestro papel de bohemios en noches de cantina con amaneceres plenos
de ausencias.
Para
los que amamos ese ritmo sensual y cadencioso, con destello de puñales y olor a
mujer enamorada o lejana, el tango será el mejor compañero en las noches que
sentimos que los recuerdos que habíamos olvidado retornan a decirnos que el
pasado aún está allí, a la vuelta de nuestra nostalgia.
Para
nosotros, el tango es más que letra con música; es nuestro cordón umbilical con
el pasado, con los amigos, con la primera novia, con la primera pelea y con las
primeras lágrimas que nos cobró la vida por el maravilloso compromiso de
existir.
Amamos
el tango los que sabemos que dicen los recuerdos, los que trampeamos al corazón
para darle cabida al amor, ese sentimiento con ritmo de violín y bandoneón que
nos permite hacer más amable la vida. El tango nos enseña que hemos sido
amasados con trocitos de sueños, lágrimas y nostalgias.
Uno
no mide cómo pasa el tiempo, pero lo descubre correr desde la “vitrola” de las
cantinas orilleras de caminos con sabor a tiempos viejos y que se llevó la
modernidad enredada en el “vatiaje” enorme de los modernos equipos de “alta
fidelidad” que permiten otros sonidos a las viejas canciones recién editadas
para las generaciones de hoy. Y allí, en esos pequeños CDS esta la voz
nostálgica, varonil e inolvidable del ‘Zorzal Criollo’, Carlitos Gardel.
Hoy
muchos recordamos lo que dicen que dijo después, muchos días después del
“avionazo” José María Aguilar uno de los sobrevivientes: “Riverol llevaba la
guitarra en las manos…Sentimos la impresión cuando empezó a correr el aparato,
porque Gardel era muy miedoso. Inesperadamente oí un grito, tal vez el del
piloto, y cuando intentamos mirar…sentimos un golpe terrible que nos sacó de las
sillas”. Qué había ocurrido?
Siguen
testimonios de Mario Sarmiento: “Un fuerte golpe de viento lanzó al F-31, avión
que llevaba a Gardel, sobre el “Manizales”. Se produjo el choque con estruendo
de hierros que se despedazaban: los dos aviones que semejaban dos motores
gigantescos en lucha, dieron un salto mortal y quedaron quietos”. En ese
accidente pereció Carlitos Gardel hace 80 años.
Pero
los que queremos el tango, y en especial los que gustamos de Gardel, seguimos
cantando los versos que nos dejo el “Francesito”. No es fácil olvidar aquello
de “Hoy un juramento, mañana una traición, amores de estudiante, flores de un
día son”.
O
quien no siente que vuelve el pasado cantinero cuando escucha “Arrabal amargo,
metido en mi vida/ como la condena de una maldición / tus sombras torturan mis
horas y sueños tus noches se cierran en mi corazón/”. O quien no lanza un
“aullido” que despierta al vecindario acompañando “al Mudo” en aquello de:” Si
arrastré por este mundo/ la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser…”.
Definitivamente
nos sigue haciendo falta Carlitos Gardel para evocar la ausencia de la que una
día se marchó para no regresar jamás; o de esta otra a la que cada noche el
corazón le abre un espacio a su regreso, o a ella, la que está allí a nuestro
lado para seguirle cantando: “si precisas una ayuda, si te hace falta un
consejo, acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo, pa ayudarte en lo
que pueda cuando llegue la ocasión”…
Por| Manuel Tiberio Bermúdez (Caicedonia)