Cuando Gabriel García
Márquez, estaba haciendo el borrador de “La Hojarasca”, su primera novela, ya
Lisandro Duque Naranjo se había inventado a Macondo, en una aldea del Valle del
Cauca, llamada Sevilla, tierra de arrieros, montaraces, curas, letrados,
músicos, pendencieros, curacas, bebedores, tahúres y agoreros.
Si Lisandro, le
hubiera apostado a la literatura y no al cine, el premio Nobel que ganó “Gabo,”
habría sido para él, porque en todos los
libretos de sus películas, tiene algo de Macondo. El director de cine
sevillano, maneja muy bien el minutero y el segundero de cada libreto y todo lo
examina minuciosamente con la precisión del relojero, como otrora lo hacía don
Lisandro, su padre, el antiguo relojero
de la comarca.
La poca vista que me
queda, las dedico a selectas lecturas y después de muchos años regresé al cine para ver la magia de Lisandro. Visité La Casa de la Cultura, por invitación de Carlos Alberto
González, el hombre que despertó a los sevillanos del mismo insomnio y olvido
que vivió Macondo. Carlos Alberto, como don Miguel de Unamuno, puso en práctica
una nueva obra de misericordia, que el español llamó en su tiempo despertar al dormido.
Carlos, entró por la puerta grande,
presentando a los grandes, como la familia Gil Jaramillo, en el mosaico del
pasado, a Lisandro Duque Naranjo y a Omar
Adolfo Arango, en la historia del presente.
Con Orlando Arcila, en Bogotá, vi por primera vez “ Milagro en Roma”, en estos
días la volví a ver y sin ser un experto en el Séptimo Arte,- así dicen los que
saben de cine,- tengo que decir que “ Milagro en Roma” es una obra de arte,
porque en ella hay trazos de Goya, tonos oscuros de Van Gogh, la miseria humana de Balzac; la derrota de Baudelaire, la Canción de la Vida Profunda de Barba Jacob, el evangelio
que se predica pero no se practica y la voz de Amaranta, la macondiana, que fue
de puerta en puerta por la olvidada aldea, recogiendo la correspondencia que
los descendientes de José Arcadio Buendía, escribían para familiares y amigos,
para ser llevados a la profundidades del
Hades.
Gracias Lisandro, por
llevar a Sevilla en su equipaje por todos los lugares del mundo y gracias
Carlos Alberto, por despertar a los pobladores de esta tierra, después de l00
años de soledad. Igual reconocimiento, merece La Casa de La Cultura, por
iluminar en este presente, la memoria de nuestros mayores.
Por: Javier Marulanda “Marulo”
Sevilla, Valle, mayo de 2014
Imágenes tomadas de redes
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