Lisandro, el otro soñador de Macondo

8 de mayo de 20140 COMENTARIOS AQUÍ

Cuando Gabriel García Márquez, estaba haciendo el borrador de “La Hojarasca”, su primera novela, ya Lisandro Duque Naranjo se había inventado a Macondo, en una aldea del Valle del Cauca, llamada Sevilla, tierra de arrieros, montaraces, curas, letrados, músicos, pendencieros, curacas, bebedores, tahúres y agoreros.

Si Lisandro, le hubiera apostado a la literatura y no al cine, el premio Nobel que ganó “Gabo,” habría sido para él, porque en todos  los libretos de sus películas, tiene algo de Macondo. El director de cine sevillano, maneja muy bien el minutero y el segundero de cada libreto y todo lo examina minuciosamente con la precisión del relojero, como otrora lo hacía don Lisandro, su padre, el  antiguo relojero de la comarca.

La poca vista que me queda, las dedico a selectas lecturas y después de muchos años regresé al cine  para ver la magia de Lisandro.   Visité La Casa de la  Cultura, por invitación de Carlos Alberto González, el hombre que despertó a los sevillanos del mismo insomnio y olvido que vivió Macondo. Carlos Alberto, como don Miguel de Unamuno, puso en práctica una nueva obra de misericordia, que el español llamó en su tiempo despertar al dormido.  Carlos, entró por la puerta grande, presentando a los grandes, como la familia Gil Jaramillo, en el mosaico del pasado, a Lisandro Duque Naranjo y  a Omar Adolfo Arango, en la historia del presente.

Con Orlando Arcila, en Bogotá, vi  por primera vez “ Milagro en Roma”, en estos días la volví a ver y sin ser un experto en el Séptimo Arte,- así dicen los que saben de cine,- tengo que decir que “ Milagro en Roma” es una obra de arte, porque en ella hay trazos de Goya, tonos oscuros  de Van Gogh, la miseria humana de Balzac;  la derrota de Baudelaire, la Canción de  la Vida Profunda de Barba Jacob, el evangelio que se predica pero no se practica y la voz de Amaranta, la macondiana, que fue de puerta en puerta por la olvidada aldea, recogiendo la correspondencia que los descendientes de José Arcadio Buendía, escribían para familiares y amigos, para ser llevados a la profundidades  del Hades.

Gracias Lisandro, por llevar a Sevilla en su equipaje por todos los lugares del mundo y gracias Carlos Alberto, por despertar a los pobladores de esta tierra, después de l00 años de soledad. Igual reconocimiento, merece La Casa de La Cultura, por iluminar en este presente, la memoria de nuestros mayores.

Por: Javier Marulanda “Marulo”
Sevilla, Valle, mayo de 2014
Imágenes tomadas de redes sociales.
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