Cuando retrocedemos hacia la década de los años sesenta en Sevilla, y nos asomamos por esa ventana del tiempo, podemos ver el paso de las procesiones de Semana Santa, mientras la Banda Municipal y las de guerra (hoy marciales) hacen más sugestivos esos episodios históricos de los tiempos de Jesús: vida, pasión y muerte, logrando los dramáticos efectos sobre los fieles que se arraciman en andenes y balcones para no perder un solo “Paso” de tan trascendental suceso.
Muchos de los participantes de las procesiones eran ciudadanos comunes y corrientes, quienes tenían la virtud de transformarse en actores durante la Semana Mayor, asistidos por su fe en Dios y por la sabia orientación de algunas personas, entre las que se destacaba Camilo Escobar –insustituible e inolvidable director y actor de Teatro Callejero- quien estaba precedido de un profundo fervor religioso y un alto sentido artístico. Cualidad esta última que fue perfeccionando a lo largo de su existencia, al calor de otros eventos que se sucedían en nuestro pueblo, tales como el Baile de la Cosecha, fiestas de la Confraternidad, etc., donde Camilo fue el asesor natural de elegantes y hermosas mujeres que lo buscaban cuando debían hacer presentaciones en eventos religiosos, pasarelas de clubes y desfiles callejeros; haciéndose responsable hasta de los últimos detalles, para que estas presentaciones no deslucieran y tuvieran el toque de elegancia que les sabía imprimir.
El nombre de Camilo Escobar está asociado a la Semana Santa en Sevilla. Nuestro pueblo le debe mucho a Camilito, como lo llamaban las personas más cercanas, porque fue a través de él que nuestra Semana Mayor pudo equipararse a las mejores del país; nunca más volvimos a encontrar ese nivel conseguido mediante maquillaje, vestuario y buen gusto que tan acertadamente manejara Camilo, con todas las recomendaciones de puesta en escena de un gran director de teatro. Todo comenzaba con la escogencia de humildes personas, en las que Camilo encontraba rasgos, que posteriormente destacaba mediante la alquimia del buen artista, transformándolas de la cabeza a los pies, de tal forma, que las hacía irreconocibles para amigos y público en general, quienes quedaban perplejos al encontrarse de repente frente a personajes de los tiempos bíblicos. Él mismo se incluía en la marcha, al permanecer delante de los Doctores de la Ley durante el recorrido de las procesiones, llevando el báculo, la mitra, el suntuoso traje y su elegante y majestuoso paso.
La muerte de Camilo Escobar González, ocurrió hace aproximadamente quince años. Murió en medio de una gran tristeza, añorando el pasado lleno de esplendor de la Sevilla de los años sesenta. Sus últimos días los pasó sentado a diario en la parte baja del Banco Cafetero, mirando hacia el parque de La Concordia. Desde este lugar vio pasar el tiempo, se vio él mismo cuando Doña Mercedes, su madre, lo traía al templo siendo niño, con su pantalón corto, su camisa y medias blancas con borlas y sus zapatos negros de charol.
Por: Jacinto Lara - Sevilla V. Marzo