Por: Héctor Favio Valencia Aguirre
El consejo que siempre le dan los amigos a los aspirantes a la Alcadia de cualquier pueblo del mundo, tien e que ver con el hecho, de que al ser elegido, desde su primer día de gobierno, y ha sta el último, no se vaya a olvidar de escuchar al pueblo.
Lo paradójico del consejo, es que siempre ocurre exactamente lo contrario. Desde los días anteriore s a su posesión colocan la primera barrera, que de acuerdo con el decir del nuevo primer m andatario, “háblese con Zutanita, que a través de ella……………………….”, sugiere como van a ser las cosas de la comunicación con el nuevo Oidor.
No quiero desconocer en ningún momento, la importancia de las damas, en el papel de secretarias de despacho, que como en el caso de la actual, es una mujer con mucho oficio, dentro de su oficio, cuyo papel es vital como filtro frente a las acciones, en muchos casos, inoportunas, de ciudadanos impertinentes, que se olvidan de las buenas maneras, que se requieren para exigir del nuevo mandatario, que por lo menos, los escuche.
No pasa mucho tiempo, desde la posesión, hasta cuando empieza a verse con claridad, lo que va ocurrir en materia de comunicación con la nueva administración. Todas las peticiones, son oídas por la secretaria y colocadas en la agenda del olvido, las veces que sea necesario, una, dos, tres veces, hasta cuando el ciudadano se cansa de insistir. Y no es que haya perdido al amigo, sino, que el amigo ya está en el poder.
Infortunadamente, todos los seres humanos somos maleable y nos dejamos permear por las debilidades. Cuando logramos nuestros propósitos a partir de la voluntad de otros, la ingratitud política, nos hace cada vez menos consistentes frente al agradecimiento para con quienes se encargaron de brindarnos la maravillosa oportunidad de ser su gobernante.
“El poder, para que”, decía el maestro Echandia. El concepto de servicio, a partir del poder, es quizá el mejor argumento para despejar todas las dudas, de la inutilidad del poder, cuando quien lo ejerce, no tiene el tiempo, ni la suficiente consistencia humana para ejercerlo.
La humildad no puede ser una característica aparente del gobernante, tiene que ser una virtud real, que conduzca a generar una comunicación de doble vía, con el ciudadano que con su voto, se tomo la molestia de elegirlo, para que fuera su líder.
Al ciudadano le basta, con que el gobernante lo escuche. No importa la demora ni las barreras que se le coloquen a la simple oportunidad de ser escuchado. Infortunadamente, no existen, dentro de las administraciones municipales, políticas de atención al usuario, que conduzcan hacia la prestación de un servicio de calidad. La satisfacción de un usuario con su gobierno, empieza cuando este, no le quita la posibilidad de escucharlo.