Texto de Germán Peña Córdoba
De antemano aclaro que el ex alcalde de Santiago Cali,
Maurice Armitage, no es el candidato de mi preferencia. Mi candidata claramente
es Carolina Corcho, o en su defecto habrá que apoyar el candidato que gane la
consulta del Pacto Histórico, programada para el 26 de octubre del año en
curso. Pero, si la hirsuta ultraderecha colombiana requiere que le sugiera algo,
le diré que es urgente adecentarse como trata de hacerlo Armitage.
Eso de no hacerse querer del pueblo, y tener como
programa político hablar mal las 24 horas del día del presidente Petro, aupados
por sus noticieros lo solidifica, lo hace perseguido e inspira una solidaridad
masiva. No considerar por parte de la Ultraderecha el campesinado como sujetos
de derechos, anclarse en un pasado feudal o añorar el permanente estado de
desigualdad social y de contera propugnar por el ataque rastrero, la necro
política a través del famoso "plomo es lo que hay" o el bobo
"fuera Petro" aleja gran parte del electorado.
No proponer nada serio y vivir en un estado de
permanente conspiración, solo les garantizará una pela electoral grande en las elecciones.
Parece que la derecha colombiana no se ha dado cuenta que Colombia cambió. Todo
lo que se emprende sale mal y las cosas que hacen son de una torpeza infinita.
Lo cual, en últimas, resulta de conveniencia para el progresismo. Hay que ver,
ese periplo emprendido hacia Washington por unos pocos alcaldes ideologizados
claramente conspirando en contra del gobierno elegido por el voto popular.
Así las cosas, y en estas circunstancias, solo veo una
persona que quiere adecentar el espectro político de derecha: se llama Mauricio
Armitage. El viejo, es un tipo bonachón que expresa cosas que cautivan, esta
sintonizado con la realidad social, laboral y política de Colombia, además su
edad lo convierte en un individuo sensible y solidario donde las épocas de la
codicia extrema carecen de sentido y parecen superadas.
Hoy Armitage aparece como un bálsamo en la mitad de un
desierto de ideas, va directo al grano con desparpajo, habla con crudeza y sin
pulimento, no emplea eufemismos, es chabacano y sin tapujos, pero con todo y
eso, Mauricio Armitage lanza al viento potentes mensajes de carácter social,
que llegan al alma y estremecen el espíritu. Ninguno de su clase social se
atreve a tanto, es irreverente e iconoclasta. Algunos pensaran que exageró,
pero Armitage toca fibras profundas y con sus osadas propuestas, podría
considerarse un traidor de su clase y peligroso con su pensamiento, que si
llega a convertirse en hechos tangibles capturara ideales no propiamente de
derecha.
Con 77 años se le ve las ganas de servir. Como alcalde
de Cali tuvo logros como la reducción del homicidio en un 19%, su política
desactivo la bomba social que alimentan con ceguera los obtusos gobiernos de
ultraderecha en el Distrito de Aguablanca y las laderas de Cali. Igualmente, el
60% del presupuesto lo destino a la educación y a la cultura, mejoro las
finanzas de Cali y fomento el deporte.
Siempre me ha causado desconfianza los empresarios
cuando les pica el virus de la política. Una cosa es tener vocación empresarial
y ser exitoso en ese campo, repartir utilidades a su junta de socios e iniciar
grandes emprendimientos donde la vanidad, el egocentrismo, la envidia y el
egoísmo reina. En ese mundo se brilla individualmente y se goza de
suntuosidades y lujos. A los empresarios hay que valorarlos, son necesarios
para la economía y crean empleo. Desde el estado hay que apoyarlos y ellos
corresponder con su tributación que sirve para generar movilidad social. No soy
enemigo del empresario, al contrario: ¡los admiro!
Otra cosa muy distinta es tener vocación política y
voluntad de servicio. Para ser presidente se necesita ser un político en el
verdadero sentido de la palabra. La política es el arte de servir, producir
ideas tener sensibilidad social y tener el país con su historia política y su
geografía en la cabeza. Porque si el éxito empresarial fuera suficiente merito
para ser presidente de la república, entonces Luis Carlos Sarmiento Angulo,
Jaime Giliski o Carlos Ardila Lule hubieran sido mandatarios de Colombia.
Maurice Armitage es un caso único: tiene las dos
características y esa combinación rara vez se encuentra.
Germán
Peña Córdoba
Arquitecto-UNIVALLE