Texto de Lisandro Duque Naranjo
Vi la entrevista colectiva de Caracol a cinco
precandidatos del Pacto Histórico. Faltaron tres, pero ya con cinco uno se
defiende en su deseo de tener una mirada de conjunto, pues va a ser difícil
tenerlos juntos a los ocho.
A Gustavo Bolívar le echó sal Petro desde aquel “yo a
usted lo amo”, en el primer gabinete televisivo. Y no por nada malicioso, pues
el tema de su heterosexualidad, y la de cualquiera, ya no inquieta a nadie. Eso
ya es un logro. La diversidad menudea en palacio desde cuando el presidente al
parecer fue visto con una trans en Panamá, aparte de que el propio mandatario
incluye en sus discursos alusiones al clítoris en sus relaciones con el
cerebro, muy freudiana la cosa, aunque le faltó mencionar el pene para ser
inclusivo. Su breve ministro de Igualdad –una semana en el cargo, queriendo ser
tratado como “la ministra Florián”– duró más tiempo nombrado que la efímera
Patricia Perdomo de MINTIC, quien a los pocos días de estar despachando fue
sustituida por Carina Murcia. Aun así, nadie ha batido el récord contrarreloj
de Jorge Rojas: dos cargos sucesivos, vicecanciller y director del DAPRE. No
tuvieron tiempo de escoger el traje de posesión, o se les quedó comprado. La
apertura del lenguaje de la diversidad ha dado lugar a una hipersexualización
del léxico palaciego. El presidente asiste a un sarampión erótico tardío, como
un recién fugado de un seminario en el que se le imponía la castidad como un
yugo.
Carolina Corcho es la mujer Alfa del grupo. Se le nota
el juicio con que lee, y no solo libros sobre salud pública. Experta en
hacienda, en asuntos laborales, en cuestión de tierras, en lo que le pongan. Su
fama de intransigente se la dieron los empresarios por su dominio temático, al
que le temían, razón por la que Petro la sacó del ministerio. Buen discurso,
hasta el punto de que las palabras no se le van adelante de las ideas. Es la
más joven de todos (42 años), y creo que fue la única entre los cinco que no
estaba contenta por la ausencia de Cepeda. O sea que sobran cuatro.
Susana Muhamad, erudita en el tema ambiental, no es el
único en el que es fluida, pues abordó asuntos de geoestrategia global, disertó
sobre el entorno regional amenazado por la flota, misiles, drones y marines
estadounidenses que sitian a Venezuela y que acribillaron una lancha con 11
ciudadanos inermes que no ocultaban nada. Por las veleidades de la política, y
aunque tiene calle, parece una catedrática universitaria para un aula máxima.
María José Pizarro: Carece de un tema específico que la
distinga, luego los aborda todos y se le quedan a la mitad. Es intensa y se
organizó un look de milenial. Da la sensación de telonera, como para un mítin
de universitarios. No ha entendido que los medios del establecimiento –Blu
radio, Semana, La FM–, la requieren para dárselas de contestatarios, sin
proveerle ni media opinión.
Daniel Quintero: la corbata y el flux entero le hacen
el sumario. Parece vestido por la mamá y la esposa para ir a misa y “para que
no lo humillen”. Su desplante con la bandera palestina en el congreso de la
ANDI lo hizo ver como un torero esperando que le arrojaran botas de manzanilla.
Hay que perfeccionar esas chulerías. Además, es disparejo en su discurso, sobre
todo después del fraude con que nos decepcionó Álvaro Leyva. La justicia está
que le cae encima.