Sospechas de la Inteligencia Artificial

29 de agosto de 20250 COMENTARIOS AQUÍ

Texto de Lisandro Duque Naranjo

No creo haber sido víctima económica de la Inteligencia Artificial (IA), pero solo porque hasta el momento no he hecho ningún desembolso. Esta semana, por ejemplo, estuve a punto de comprar un medicamento y hasta di mis datos personales a una mujer a la que le oprimí el link de Instagram y luego me llamó para comprobar mi interés en el producto. Y cerré negocio, pactando el día y la hora precisa en que me lo traerían a la casa. Me incumplieron, y la mujer reapareció cinco días después por teléfono, cuando yo había tenido tiempo de afinar mis sospechas. Me rehusé, pues, a comprar el producto, y le informé los motivos a quien me llamó, que se hacía pasar por médica: “Doctora, no voy a comprar ese remedio, porque en principio fui convencido por la oferta, en vista de que quien hacía la promoción era una persona conocida y no supuse nunca que pudiera mentir. De modo que yo creo que esa propaganda está hecha con IA, así que dejemos las cosas de ese tamaño”. Lo curioso es que la mujer no trató de convencerme de que era una oferta seria y que yo estaba equivocado. Se limitó a decir: “Ah, bueno, chao”, y colgó.

Se trataba de una medicina promovida en primera persona por Carlos Vives. La misma voz, el mismo aspecto del cantante, y un parlamento larguísimo de 20 minutos, en Instagram, en el que Vives derrochaba una sapiencia médica tipo Patarroyo: síntomas que lo afectaban, componentes farmacéuticos y una descripción muy erudita de las distintas afecciones que caracterizan una determinada enfermedad que, por supuesto, me afecta. Y, al terminar, una alegría –muy propia de él–, por haber superado la dolencia, que no es cualquier cosa, pues se trata de una enfermedad brava, que afecta varios órganos internos y delicados, si es que alguno no lo fuera.

Ya luego de haber hecho el pedido, me pregunté de dónde saca Vives esa oralidad científica, como de un próximo a graduarse en una maestría de una facultad médica. Ahí fue donde concluí que se trataba de un truco de IA. Esta es la hora que no sé si me perdí de una oportunidad de aliviarme de mi patología, pero quisiera saber si Carlos Vives fue quien grabó ese mensaje. Si acaso alguien que lo conozca llega a leer esta columna, me gustaría que se lo aclarara, para devolverme la confianza y restituir la confianza en el medicamento. Y aliviarme, por supuesto.

Lo mismo pienso de una cantidad de personajes que aparecen por redes sociales, David Vélez, reconocido banquero; Luis Carlos Sarmiento, más reconocido aún, y algún personaje reconocido, tipo Paloma Valencia y Gustavo Petro –a este sí no le reconocí la voz– que me los topo en Facebook promoviendo un plan financiero en el que basta con consignar un millón de pesos para empezar a recibir a la semana siguiente miles de millones.

Nunca he visto de esas personas autorizaciones sobre el uso de su imagen y su voz, que me saquen de la sospecha de que no hay que creer en las minas con tanto oro. Y a lo mejor me estoy perdiendo, por una desconfianza antigua en la IA, de amanecer rico de repente, y de una vez con una salud óptima.

Lo que he leído en El País sobre las plataformas de IA propiedad de Zuckerberg es que va a utilizar los datos de WhatsApp para expandirse, acceso que hasta el momento es privativo de los jueces, quienes lo primero que le decomisan al imputado o sospechoso de un delito es su celular. Ahí dejo esas inquietudes.

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