¡FALLASTE ABUELO!

24 de agosto de 20250 COMENTARIOS AQUÍ

Texto de Guillermo Salazar Jiménez

Era viernes, 5:05 de una tarde fría a pesar del verano anunciado, 18 de julio, cuando Rusbel Caminante en compañía de sus dos nietos ingresó al famoso Volksfest–Festival de Pueblo –en la ciudad de Poing, cerca de Munich, Alemania. Recordó que el día anterior había sentido esa especial felicidad de abrazar a la nieta quien llegó de Valencia, España. La especial risa de niña inundó de luz la sala de espera del aeropuerto y de calidez el carro con rumbo a casa.

En varias carpas gigantes con mesas sin fin y bancaslargas ocupadas por gran número de personas, la mayoría con sus vestidos típicos de la Bavaria alemana, disfrutaron la comida, cerveza y música. Juanita Lectora amplió su comentario sobre la carpa para invitados especiales con el rótulo de–Scheweiger Brau –cervecería patrocinadora.

Rusbel Caminante apreció el ruido producido por miles de personas que hablaban al tiempo para medio dejar escuchar respuestas informativas sobre el evento, la vida y costumbres alemanas. La comida con diferentes tipos de carne la saboreamos con placer, agregó Rusbel, mientras el nieto, con su especial manera de contagiar felicidad en los momentos familiares, lo miró cómplice degustar un trozo de carne magra y suave. Con su voz particular de niño traductor y palabras en español contagiadas de sonidos alemanes le preguntó en su oído: ¿Sabes qué carne era? ¡Era buey, comiste buey, güelito!

Juanita Lectora corrió con aquellos dos diablillos llenos de energía por entre las carpas con diferentes juegos, dulces, postres y helados. Tomó fotos y videos en los carros chocones conducidos por sus padres. No aceptaron al abuelo como chofer. Rusbel Caminante se sintió protegido, pensó en Colombia, la alegría contagiosa de los nietos le devolvieron la esperanza en el país que se desangra en medio de la violencia, discriminación y odio.

¡Vamos a disparar! Gritaron entusiasmados los dos nietos. Rusbel Caminante los acompañó a la carpa. Se trataba de derrumbar los diez tarros alineados en hileras, la primera con cuatro, la segunda con tres, la tercera con dos y la última con un solo tarro. Los nietos tiraron la pelota, derrumbaron ocho tarros, quedaban dos de la primera fila.

Le toca disparar a güelito, escuchó Juanita Lectora al nieto. Consideró las conversaciones de Rusbel con él sobre la vida y la historia actual de los niños colombianos mientras lo observaba brindar las explicaciones acertadas sobre la manera de disparar. Es fácil güelito, le escuchó al final decir: abuelo solo apunta bien y dispara. Con la pelota en la mano, Rusbel revivió de nuevo su infancia en las calles del barrio donde compartió juegos y aventuras con hermanos y amigos; sin embargo, sintió que la energía necesaria para derrumbar los tarros y ganar el premio se la había prestado a sus nietos. Decidido estiró la mano, la encogió y disparó. Imaginó ver el mundo a través de los ojos de los nietos, pero sus risas lo obligaron a abrir los suyos. Sus dos nietos gritaron al tiempo: ¡Fallaste abuelo!

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