Texto de Germán Pena Córdoba
Surgió no ahora, salió a flote como por encanto por
allá en el año1950. Emergió, así como emergen los nuevos territorios cuando el
tiempo cambia el curso del río y propicia nuevos escenarios geográficos que no
serán eternos porque los ríos regresan, cobran memoria y reclaman el espacio
perdido; los ríos vuelven por lo que algún día les perteneció y fue la furia de
la naturaleza o la acción depredadora del ser humano quien les arrebató su
natural despliegue. Se trata de la isla Santa Rosa ubicada al frente de Leticia
capital del Departamento del Amazonas.
A este
majestuoso tesoro tropical le ocurrió lo que a todo rio le ocurre y, más aún,
cuando los efectos ambientales impactan los cuerpos de agua, alteran su
naturaleza viva y el rio se llena de material aluvial o sedimentos que arrastra
y se depositan en terminada área. Ahíto de material de arrastre, eclosiona en
su superficie un territorio inesperado que en este caso suele llamarse isla,
porque la nueva porción de tierra queda rodeada de agua.
Cuando por razones ambientales eclosionan islas como
Santa Rosa, aparece en el territorio una nueva configuración geográfica. El
primero que llega usurpa y se erige dueño y señor del nuevo territorio, que
apareció como por encanto, formado por aluviones en meandros y demás áreas del
río. Siempre que esto sucede no falta el avivato y el pánfilo que se descuida.
Dicen expertos en derecho internacional, que en este caso la delimitación de la
frontera sería determinada de manera mutua y longitudinal en el punto más
profundo del rio.
Al terraplén de 10 Hectáreas o sea 100.000 m2 rico en
nutrientes lo llamaron los Peruanos Isla Santa Rosa. Existen diferentes
argumentos de parte del Perú acerca de su propiedad. Pero esa discusión se la
dejo a los expertos en reclamos de disputas territoriales ante tribunales
internacionales. Lo que se sabe es, que hoy de facto y de manera unilateral la
República del Perú se auto adjudica el dominio territorial de la isla.
Conspicuos en delimitación de fronteras ya habían
previsto, que un galimatías como este podría presentarse en cualquier momento;
es por eso que el 24 de marzo 1922 Colombia y Perú firmaron un tratado llamado Salomón-Lozano,
que puso fin a un litigio territorial de casi un siglo y en esencia determina,
que cuando aparezca un imprevisto como el que hoy nos atañe, ninguno de los dos
países limítrofes se podrá adjudicar unilateralmente el nuevo territorio,
mientras no se reúnan, conversen y se pongan finamente de acuerdo. Igualmente,
el Foro de Rio de Janeiro firmado en 1934 contempla lo anterior.
Este es el justo reclamo que el presidente Gustavo
Petro pone sobre la mesa, en defensa de la integridad territorial colombiana y
en especial en defensa de los intereses de los habitantes de Leticia que pueden
verse afectados en su navegabilidad por el rio.
¡Qué cosa tan
difícil de entender!
Pero el expansionismo de los poderes, siempre ha
acompañado al hombre desde épocas primigenias. Marcar territorio se ha dado en
todas las épocas de nuestra historia. Por eso existen los tratados que evitan
los hechos facticos, que conllevan a enfrentamientos y, guerras por territorios
ocupados por la razón o por la fuerza.
El expansionismo no es exclusivo de las grandes
potencias, existe también la intención de ocupar territorios en disputas entre
países simétricos que comparten kilómetros de fronteras. Para lograr paz y
armonía y para preservar su integridad territorial décadas atrás se han firmado
tratados en momentos coyunturales de su mutua historia. Con los años, la
oportunidad se presenta y, uno de los dos comprometidos se ve tentado a dar el
zarpazo de manera unilateral. Esto sucede cuando el vecino se descuida y abandona
el cuidado de su integridad territorial. Me atrevo a pensar que lo sucedido con
la isla Santa Rosa es producto del descuido y la falta de política de
fronteras. Colombia tiene antecedentes: la pérdida de Panamá en 1902 el
conflicto con Nicaragua por San Andrés y en épocas pretéritas conflictos
territoriales con Perú y Venezuela.
Pero lo que más sorprende de todo este Galimatías, es
la postura de algunos medios de comunicación y parte de una sociedad colombiana
desinformada que se pone del lado del usurpador. Normalmente el tema
territorial unifica a un país -como lo ha hecho Perú- y se exacerba el
chauvinismo. Pero el odio hacia Gustavo Petro es tan irracional, que obnubila y
es superior a los intereses territoriales de la nación. Lo que debería ser un
factor de unidad nacional como lo hace el Perú, en Colombia es factor de
división y controversia, a tal punto, que se le da de entrada la razón al
usurpador ¡Increíble!
Germán Peña
Córdoba
Arquitecto-UNIVALLE