Texto de Germán Peña Córdoba.
Otrora, en nuestra
sociedad, nada era más respetable que un juez de la República, un policía,
un médico, el sacerdote y un profesor. Cada uno se desempeñaba en el oficio que
la vida le había asignado, por cuenta de su vocación: el juez en su deber de
interpretar e impartir el más genuino concepto de justicia, o sea, dar a cada
quien lo que le corresponde, el policía que trabaja incansable por la seguridad
ciudadana, el médico que lucha por la salud de sus pacientes, el sacerdote que
acompaña a sus fieles en su proceso de crecimiento espiritual y finalmente el
profesor en su misión formativa y educativa.
El maestro de primaria, el
profesor de bachillerato o el profesor universitario, son escalas del saber que
conviven de manera simbiótica para un resultado final que es la formación del
individuo que sale a interactuar en sociedad. Los profesores son profesionales
muy valiosos y columna vertebral del idóneo funcionamiento de una sociedad que
se supone equitativa y justa.
Hoy día se ha pretendido
anular a los profesores y convertirlos en simples convidados de piedra;
encasillarlos y confinarlos, siendo que su misión va más allá de la simple
trasmisión del conocimiento académico. El compromiso del profesor, adicional a
la formación académica, reside en la construcción de un pensamiento crítico y
de enseñar a pensar a sus educandos.
La magnifica educación
pública que muchos de nosotros recibimos en gratuidad, hoy es criminalizada por
el régimen, que la considera su enemiga, la etiqueta y califica a los profesores
de adoctrinadores, los estigmatiza. Se rotula a los afiliados del sindicato
FECODE como redomados delincuentes, propiciadores del vandalismo y del
terrorismo. Con espurios argumentos, aunados a sus cajas de resonancia
mediática, precarizan deliberadamente la educación pública y pretenden acabarla
a toda Costa.
Existen fuertes motivos para
considerar lo anterior como algo cierto: La educación como acción liberadora
les resulta incómoda y peligrosa; se busca que la educación se privatice, para
que, sea igual a realizar una compra en un almacén de cadena; así las cosas, se
le otorga tratamiento de mercancía para que unos pocos tengan el privilegio de
adquirirla. Como la han convertido en mercancía, el alumno es un cliente, al
cual no se le podrá exigir mucho, por aquello de la ley del mercado que dice
"el cliente siempre tiene la razón".
La abolición de la cátedra de
historia hace casi 30 años no fue una mera casualidad; fue un acto deliberado.
Conocer la historia te hace más consciente, te subleva ante las injusticias y
una persona instruida en historia, seguro buscará cambiar el estado de cosas
inconstitucionales que encuentra y que constituye la columna vertebral del
estado de injusticias y desigualdad.
El régimen te necesita
obcecado, ciego, conforme y obsecuente. El régimen te necesita que desconozcas
el contexto histórico; dicen que los pueblos son más felices cuando desconocen
su propia historia. Así, con esta planificada estrategia, se hacen a una base
social de pobres, que se ponen del lado de su tradicional opresor.
¡Quien dijo miedo!
Allí es cuando entran los
profesores en el radar de la persecución. Cuando los profesores enseñan la
historia de Colombia, como la enseñaba el profesor German Colmenares, la
historia universal como la enseñaba Roberto Avendaño, las ciencias sociales, la
literatura, la geografía, la constitución, la cívica, el Cooperativismo q eran
materias en nuestro tiempo, se les convierte en algo insoslayable no establecer
y emerger de ellos y sus alumnos una postura crítica.
La derecha colombiana, ha
disparado por estos días en dos direcciones. A través de su tradicional
personaje siniestro, pretende sublevar la tropa y sus jerarquías militares en
contra del jefe máximo de las fuerzas armadas, que es el presidente de la
república. La proterva tarea que se han propuesto la veo tardía e imposible,
porque los mismos que los metieron en el desprestigio que hoy viven los
miembros de las fuerzas armadas, posan de salvadores. Ante la opinión pública,
el caso de los 6402 jóvenes asesinados en los mal llamados "Falsos
Positivos", el desprestigio que causa las declaraciones de los militares
ante la JEP, ante la justicia ordinaria y ante organismos internacionales, hoy
estos mismos, pretenden sublevarlos y aparecer como la solución.
Hoy, igualmente tratan de
seducir a los profesores, les coquetean después de que han hecho hasta lo
imposible por señalarlos.
¡Ojalá no caigan en la trampa!
La hirsuta Derecha, aspira
con delirio y aprovechando la actual tesitura, poner a los profesores en contra
del gobierno: es su infinito deseo, que fracase el cambio de modelo de salud
para los profesores. El anhelado colapso sería la conquista mayor; al poner los
800 mil maestros que apoyan el cambio en su contra. ¿Cuándo se había visto en
la historia de este país, a la extrema derecha preocupada por la salud del
magisterio colombiano? ¡Nunca! Ahora resulta sospechoso.
Sabemos que hay sabotajes
para que el nuevo sistema de salud no prospere, el modelo es acertado, pero
existen en él, fallas que se pueden ir corrigiendo a medida que el proceso va
avanzando, hasta lograr eficacia y eficiencia en su implementación. El nuevo
modelo, como todo lo nuevo, en principio, genera confusión y aparecen falencias
que deben ser rápidamente superadas. Urge corregir y atender oportunamente las
eventuales quejas de este importante gremio.
¡Que vivan los profesores!
Admiro la labor de los
docentes; tengo por ellos un profundo respeto, tanto así, que, no empleo el
diminutivo "Profe" para dirigirme a ellos, ya que el idioma está
sufriendo una terrible y notoria reducción en sus palabras y no deseo
contribuir a su evidente deterioro; tenemos que reivindicar la labor del
profesor.
Germán Peña Córdoba
Arquitecto-UNIVALLE