La vida es una campaña permanente, una campaña extenuante que no se detiene y se divide en diferentes
etapas y frentes. Cada etapa, como cada día, tiene su propio afán, sus propios
intereses y su propia dinámica. En su trasegar nos topamos con éxitos y fracasos,
que si son asumidos con madurez y serenidad fortalecen el carácter, nos
endurecen en las adversidades y nos sensibilizan en las prosperidades.
La
asiduidad de las campañas de cualquier tipo, están presentes en todo o casi
todo y, un ejemplo representativo, es el futbol: nos entregan un campeón cada 6
meses cuando antes, era cada año. El futbol es un deporte que nos invade, llama
la atención, nos emociona y nos mantiene pendientes de él, todo el tiempo.
Me
explico.
Otrora,
la coyuntura era más expandida en el tiempo, por eso existían espacios de
desarrollo, construcción y consolidación; hoy debido a lo corto de un
campeonato de futbol, o de un periodo presidencial, vivimos permanentemente
obcecados en campaña y las emociones que producen estas gestas políticas nos
llevan a una frenética final y, a una emotiva elección presidencial, que se da
en un tiempo relativamente corto.
En
el tema del futbol es entendible: su periodicidad obedece a las leyes del
mercado y al control social que ejerce el entretenimiento como elemento
distractor de masas, para que estas no se ocupen de lo realmente importante. Se
busca permanecer obnubilados y opacar el pensamiento crítico. Es el propósito
superior, mediante el alineamiento deliberado, planificado y aplicado con
destreza y efectividad.
Así
las cosas, si lo anterior lo extrapolamos al tiempo que dura un mandato
presidencial en Colombia (4 años), experimentamos una coyuntura similar: se
eligen Concejos Municipales, Asambleas Departamentales, Congreso, alcaldes y
hasta presidentes; al poco tiempo todo es campaña de nuevo; no existe el
interregno que de pie a que se consoliden unas políticas, se lleve a cabo un
Plan General de Desarrollo o se dé un proyecto de país construido de manera
conjunta. Todo es una lucha intestina para hacerse desesperadamente al botín.
Debido
a lo corto del periodo especialmente el presidencial, la pugnacidad se dispara
de manera prematura y, entre las diferentes fuerzas, se acentúa la carrera por
las más altas dignidades. A consecuencia de ello, entramos en una feroz disputa
por aspirar a la sucesión del relativamente recién elegido, que ni siquiera ha
cumplido la mitad de su mandato. La lucha por el poder se precipita y, todos
terminan actuando, como si estuvieran en permanente campaña.
En
este orden, el corto periodo presidencial de 4 años, prácticamente se reduce a
2 años: dos gobernando muchas veces a medias, con "la olla raspada", defendiéndose
de sus detractores o capoteando las irresponsabilidades que le dejo el
anterior. El mandatario afronta las dificultades propias del cargo; en los
otros 2 años las diferentes fuerzas entran de nuevo en campaña, la guerra sucia
arrecia, las redes sociales con sus "Troles" entran en furor, las
bodegas virtuales estigmatizan y etiquetan, toman partido con ardor y se
convierten en tribus que solo simpatizan con el pensamiento homogéneo. En ese
momento, el que piensa diferente es combatido sin tregua, sin argumentos
serios, sometido al escarnio y convertido en un enemigo interno a quien hay que
quemar y desaparecer. Así en medio de una ardorosa polarización, se llega a una
nueva elección cargada de odios y sed de venganza.
Hoy,
el periodo del gobierno del cambio, se agota el tiempo. A pesar del querer y la
férrea voluntad presidencial, todavía no se consolidan algunos proyectos
importantes o los que se inician pueden quedar a medias y, expuestos a que un
gobierno que se "elija" no se identifiqué con lo iniciado, todo lo
"eche pa'tras" y regresemos a lo mismo. ¡Es posible que esto suceda!
Quedan
2 años y 4 meses, el último año es electoral, el tiempo que queda es
relativamente corto, tenemos un Congreso mañoso, que con sus manifestaciones
abiertamente evidencia no querer las reformas, nos embarcamos en un referendo
de 9 puntos cuya aprobación es incierta y el proceso puede comerse el tiempo
que nos queda.
¿Qué
podemos hacer?
Considero
que lo más importante es la continuidad. Ya estamos notificados, que en escasos
4 años no se logra llevar a cabo los anhelos de un vasto sector del pueblo colombiano,
que se manifestó en las urnas por un cambio. Cuando hablo de continuidad no
quiero decir la reelección del actual presidente. Me refiero a un candidato que
retome las banderas y recoja la posta del cambio. ¡Tenemos la imperiosa
necesidad de completar la tarea!
Germán Peña Córdoba
Arquitecto-UNIVALLE