Comunistas hasta en la sopa

21 de marzo de 20240 COMENTARIOS AQUÍ

Texto de Lisandro Duque Naranjo

Ha caído mucho el control de calidad del comunismo desde que a la derecha mundial -por lo menos a la más ruidosa- le dio por volver comunistas hasta a quienes antes eran simples derechistas de centro, espécimen contradictorio que defiende la propiedad privada, pero cree en la conveniencia de los subsidios para los pobres; que considera que los paramilitares fueron un “mal necesario”, pero no está de acuerdo con la necesidad de que los ciudadanos puedan portar armas; y así sucesivamente, pasando por una gama de contradicciones íntimas que les hace muy fluida la pertenencia, o por lo menos el voto, a fuerzas políticas estructuralmente dispares.

Pero según la derecha más deslenguada del mundo, tipo Milei, Vox de España, la familia Bolsonaro en Brasil -cuya exprimera dama, apoyada por grupos evangélicos, sueña con convertir al país en un Estado teológico (una especie de Irán con lambada)-, esa ambigüedad tiene que acabarse. Y han radicalizado la diferenciación entre el “oro y la escoria”, clavándole el estigma de comunista a quien no acepte el kit completo, sin matices. Milei apunta como el guía mundial de este “purismo”, y ya bautizó como comunistas a los socialdemócratas, a los demócratas cristianos, a los peronistas, etc. “Se tomaron el mundo”, dice. El PP de España, por matizar algunas posturas -por ejemplo, frente al independentismo catalán-, fue acusado por Vox de terrorista, cuando su oportunismo fue solo para figurar en la coalición de Sánchez y tener puestos garantizados durante seis años. Un cuadro fuerte del PP, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, va a terminar descalabrando a su partido, pues apunta a ese tipo de dogmatismo maximalista con un discurso bastante desenfadado: “Mientras [no se demuestre que mi pareja es culpable] tengo derecho a meterme en esa cama”, ha dicho. Al día siguiente, Alberto González, su pareja, reconoció su evasión de impuestos a Hacienda, por lo que ella debe estar durmiendo en el sofá. La señora Ayuso, negligente en la pandemia con las residencias de tercera edad, causó la muerte por covid de 4.000 ancianos. Lo que dijo fue: “De todas maneras se iban a morir”. Se empieza por el lenguaje.

Esos maximalistas de derecha aman a Trump y a Bukele. La senadora Cabal sería la cuota colombiana, pues ella, a los de todos los centros -centro izquierda, centro derecha, etc- los llama “mamertos”. Cualquier plantón lo tilda de incendiario. Y, en cuanto al estallido social de hace dos años, sigue con la cuenta del bebé que murió en la ambulancia y el señor que pereció contra un cable yendo en moto, casos horribles ambos, solo que ella les da carácter exponencial hablando de “niños”, “degollados”, y a los policías con raspones los presenta como soldados ucranianos. Habla de los cajeros electrónicos, estaciones de Transmilenio, y CAI vandalizados, como si fueran la biblioteca de Alejandría o las Torres Gemelas, y omite los 80 muertos civiles, las violaciones hechas por policías, los ojos sacados a los muchachos, etc.

A las fuerzas progresistas quizá les convenga ese supremacismo ideológico porque pueden atraer a los conservadores decentes y a los moderados clásicos en vista de que esa derecha hirsuta los repudia por no asimilar que “al mundo se lo tomó el comunismo”.

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