Texto de Lisandro Duque Naranjo
Se acaban los bombardeos que pongan en riesgo la vida y los DD. HH. de población civil y de menores de edad, ha dicho en forma perentoria el ministro de Defensa, Iván Velásquez. La jornada nocturna empezará a las 6 p.m. y de ahí en adelante se pagarán horas extras a los trabajadores. La noche es la noche y el día es el día, ha dicho Gloria Inés Ramírez, ministra del Trabajo. Y que agradezcan que no les cobramos las retroactivas, alcanzó a farfullar. El glifosato y el fracking no van más, ha dicho Susana Muhamad, ministra de Ambiente. Empezamos a comerciar con Venezuela y volverá la vida a las fronteras de ambos países, ha dicho Germán Umaña, ministro de Comercio, al unísono con la apertura intrépida que ha caracterizado la gestión del canciller Álvaro Leyva. Se acabarán la Ley 100 y las EPS, vamos a democratizar el sistema de salud, ha dicho la ministra de Salud, Carolina Corcho. No más inequidad en la tenencia de la tierra: se acabarán los latifundios ociosos en los que una vaca tiene derecho a dos hectáreas, mientras las familias campesinas, indígenas y afrodescendientes despojadas piden limosna, ha dicho Cecilia López, ministra de Agricultura. Las artes, los saberes y las culturas de las comunidades étnicas y los territorios serán incorporados a plenitud en los beneficios de nuestra gestión. Esa es la paz, dijo la ministra de Cultura, Patricia Ariza. Empezaremos la transición energética para defender el planeta del cambio climático. Vamos por las energías limpias, dijo filosóficamente la ministra de Minas, Irene Vélez.
Estos propósitos no son simples encabezados, pues derivan, entrecruzándose, en iniciativas adicionales que de no emprenderse dejarían a la buena de dios los enunciados principales de cada ministerio y del conjunto que conforman los otros. Eso se llama “transversalización”. Sinergia a la que concurren el resto de los ministerios, cuyos titulares muestran el mismo empeño: los de Educación, Hacienda, Justicia, Vivienda, ojalá que TIC, por supuesto los medios públicos y alternativos, y aquella paz total que anuncia el comisionado Danilo Rueda. Esto es un cubo mágico: si una pieza queda mal puesta, se desarticula la unidad temática. Suprimir, por ejemplo, el glifosato no tendría sentido si no hubiera sustitución de cultivos, y esta sería un adefesio de no democratizarse la distribución de la tierra. Bueno, y están las nuevas condiciones que plantea Petro para la extradición.
Ante confluencia tan orgánica, es obvio que se alborote la nómina de políticos y opinadores rancios, que andan diciendo que son “muchos proyectos al tiempo”, que “Petro está loco”, que “qué falta de prudencia”. Ellos ven muchas propuestas donde realmente hay una sola apenas con varios componentes complejos. Claro, es que están acostumbrados al caos gansteril del gobierno anterior. Tocará explicárselos con plastilina para que no vean como “herejías” unos programas que forman parte de la Constitución del 91 y son un acervo civilizatorio de la historia de la humanidad.
El grupo de nuevos funcionarios es multifuncional, precisamente por sus diferencias generacionales, étnicas, culturales y de género. Hay veteranías maestras procediendo en equipo con la experticia de las nuevas ciudadanías. Y eso es muy complicado de entender para quienes no han entrado todavía al siglo XXI.