La sevicia contra Piedad

25 de febrero de 20220 COMENTARIOS AQUÍ

Texto de Lisandro Duque Naranjo

Ha vuelto la jauría contra Piedad Córdoba, y no es casual que sea en el momento en que ella figura como candidata al Senado por el Pacto Histórico. Obvio que necesitan demeritarla rápido en la estima nacional, contrarreloj, antes de elecciones, para generar intrigas en la alianza a la que, además de otros aspirantes progresistas (según la jerga mafiosa “castrochavistas”), pertenecen figuras como Iván Cepeda y el candidato Gustavo Petro, quien según las encuestas podría ganar en primera vuelta. Quieren hacer moñona, mejor dicho. A eso se debe la alharaca que le han montado a Piedad con refritos de por allá del 2008 al 2010, y que antes de ser declarados nulos por la Corte Suprema de aquel entonces, los propios ciudadanos habían considerado carentes de credibilidad. El cuento ese de que ella era la tal Teodora ni siquiera sirve para suponerla como guerrillera, pues en ningún momento en esos archivos se alude a misiones punibles que se le hubieran encomendado a esa “insurgente” de ficción, quien por entonces ejercía como interlocutora, con la anuencia del propio presidente Álvaro Uribe, para la liberación de secuestrados por parte de las Farc. Fue un período en el que el encuentro de Piedad con Raúl Reyes, en “algún lugar de la selva”, era primicia en los noticieros. Todo a la luz del día, pues Piedad actuaba a nombre de la legalidad, sin importar el alias que, por hábito fariano, quizá le hubiera puesto el “canciller” insurgente. Íngrid, según dice, supo ese chisme sobre la tal Teodora diez años después, de boca de Santos, y con esa mentira trasnochada pretende ahora hacer campaña. Aquí sí que se puede citar lo que dijo Lévi-Strauss: “Un mito es un chisme que ha envejecido”. Además, si hubo jerarquización manipulada de quienes eran VIP entre los secuestrados, fue del propio gobierno, como lo constata la Operación Jaque, que liberó a Íngrid y a los tres “contratistas estadounidenses” (que es como se les dice a los tres espías de la DEA). Piedad, mientras tanto, en compañía de Colombianos y Colombianas por la Paz —a los que yo pertenecí—, recibíamos a una cantidad de secuestrados civiles y militares, entre los que estaban Clara Rojas, Consuelo González, Gloria Polanco, Gechem, Jara, Moncayo, Eladio Pérez y unas 20 personas más, aparte de que se logró la entrega de los restos del mayor Guevara, muerto en cautiverio. Pero además, si acaso Teodora hubiera sido una guerrillera, fuera quien fuera, ¿no es un poco extemporáneo juzgarla por nada seis años después de la firma del Acuerdo de Paz? Pónganse serios.

No solo por racismo, macartismo y misoginia se practica tanta sevicia contra Piedad, sino porque el arrojo de esta mujer, en un país de asustados, le excita a la ultraderecha la urgencia patológica de destruirla “para que aprenda”. El kit contra ella consiste en arrasar con su familia, incluidos dos de sus hijos, y la captura de su hermano Álvaro, a quien acusan de ser narcotraficante y le auguran extradición.

Y de encima, la quieren empapelar con el tema de Álex Saab. Leí el libro de Gerardo Reyes sobre el personaje, y ahí no hay lo que se dice nada que implique a Piedad en hechos ilegales, salvo que influir ante Chávez para que cancele deudas con empresas colombianas lo sea. Sospechosa la simultaneidad de tan disímiles acusaciones. De verdad que sus enemigos son bien brochas. Hay que cuidarla de aquí a elecciones. 

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