Una pelea

16 de enero de 20220 COMENTARIOS AQUÍ

 Texto de Edgar Alzate Díaz

En memoria de Alberto “El Topo” Ceballos Naranjo.

En los años sesenta cuando el país continuaba, como de costumbre, desangrándose, en Sevilla los amaneceres eran una fiesta de color amarillo con un cielo azul despejado y una que otra nube atravesando el firmamento, mientras que las montañas de las cordilleras perfilaban sus cimas diciéndonos que allá detrás estaba el mar inmenso y bravío y desconocido y los páramos con sus lagunas y sus frailejones y su frío, ahí, menos mal, olvidados y solo recorridos por los vientos helados.

         El siguiente relato es la historia de la rivalidad de dos amigos por el amor de una mujer. Alberto, era joven en aquella época, sus ojos negros y rasgados le otorgaban cierto aire pícaro y bonachón, de mediana estatura, e ideas innovadoras en medio de una sociedad religiosa y clerical, con un bigote que ocultó su boca impregnada del humo de los cigarrillos que fumó durante su vida, y una eterna mochila en la que llevó una libreta y algún libro. Su vida transcurrió entre la política y el amor por las mujeres que lo acompañaron y se deleitaron con su voz grave y sus historias mitad verdad y mitad mentira.

        Su rival, Humberto, denominado “el Ánima”, por su contextura delgada, su tez blanca y su alta estatura, llegaba al pueblo en temporadas de vacaciones pues desde joven lo enviaron a estudiar a la capital como es costumbre de las familias en este pueblo.  Ambos, Alberto y Humberto estaban enamorados de la misma mujer. Una joven de cara tierna y dulce, que pasaba sus días entre la escuela y el hogar familiar, muy bella, amable, pero ignorante de la pasión y el entusiasmo que despertaba en esos dos jóvenes que darían lo que fuera por conseguir su amor.

       Cada uno pasaba por la casa de Orfa, este era su nombre, esperanzado en que la preciosa saliera a su ventana, los viera y tal vez se diera cuenta de su presencia y de su interés por ella. En las mañanas, mediodías y tardes ambos galanes dedicaban tiempo a esta actividad, le cantaban poemas de amor, sonrisas y espontaneas declaraciones románticas, pero siempre se obstaculizaban el uno y el otro al encontrarse en la misma calle, a la misma hora y por la misma mujer.

         Cualquier día, se encontraron los dos rivales, en lo que Alberto le dijo a Humberto: “Ánima”, no podemos seguir así, los dos enamorados de la misma mujer, esto tenemos que resolverlo de una vez, como los hombres”. Humberto, con su reconocida tranquilidad al hablar, le contestó: “Como quiera Topo, diga no más como vamos a hacer”. A lo que este respondió: “Lo reto a enfrentarnos a puños. Pero no por acá, estamos en el centro y es mejor que no nos vean peliando. Vámonos por los lados del Colegio Femenino”. En aquella época el Colegio Femenino quedaba en las afueras del pueblo y su patio estaba encerrado con un muro fabricado con varas de guadua afiladas en su punta para evitar que los ladrones se subieran por este muro.

        Dicho y hecho, ambos se dirigieron hacia el colegio e iniciaron su pelea, golpes van y vienen, caídas al piso, groserías e insultos como es lo normal en esta clase de contienda. Al fondo los colores amarillos, rojos, azules intensos del atardecer veranero alumbraron a los colosos enfrentados en lo que “El Topo”, poco a poco, perdía la pelea. En estas, “El Topo” Ceballos saca un cuchillo diciendo:” Ahora si Anima, prepárese que hasta acá llegó”. Pero Humberto “el Ánima”, muy ágil, saltó y extrajo una de las varas de guadua afilada en su punta amenazando también al Topo y le dijo: “Vamos a ver entonces quien se queda con Orfita, Topo Hijueputa”. A lo que el Topo Ceballos le respondió: “Si como no, no es justo, usted armado con esa guaduota y yo apenas con este cuchillito”. Terminando así esta pelea de los dos enamorados de la misma mujer.

      Al final, Orfa nunca supo de la pasión de estos dos galanes, mientras en el firmamento sevillano cayó la noche y una alfombra de estrellas acompañaban la vía láctea y los luceros sonreían por el amor frustrado de los dos jóvenes rivales, mientras ambos, derrotados, caminaron en medio de las calles solitarias que fueron testigos de esta pelea que con el paso de los años solo quedó en la neblina de los recuerdos.

 

 

 

 

 

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