The Blue Stars en el Club Tres de Mayo

12 de octubre de 20210 COMENTARIOS AQUÍ

Texto de Gustavo Noreña Jiménez

 THE BLUE STARS: De izquierda a derecha Rodrigo Gallego, Edgar Gallego, Augusto Santa, Jaime Ocampo y Fabio Londoño, Archivo de Fabio Londoño

El Club Tres de Mayo en Sevilla, Valle, fue un establecimiento social de la clase alta ubicado en la Plaza de la Concordia, diagonal a la Alcaldía municipal, donde para entrar como socio no sólo se necesitaba tener muchos bultos de café almacenados para la venta, sino también apellidos de alta alcurnia. En esa época se realizaba en el Club el tradicional baile de la cosecha, que era un tributo a la cultura cafetera donde los bailarines   se presentaban con los trajes típicos, las mujeres asistían vestidas de chapoleras, es decir, como recolectoras de café y los hombres con el traje del arriero. El pueblo raso se acercaba hasta la Plaza de la Concordia para ver el majestuoso desfile de los bailarines en su ingreso a las instalaciones del Club, prodigándoles fuertes aplausos.  Por allí en sus amplios salones deambuló la reina de la eterna juventud de Sevilla, Nydia Gil Jaramillo, y cómo no ser la reina para siempre si fue Virreina Nacional del Café, Reina de Sevilla y Reina Departamental del Valle del Cauca.

Por aquellos tiempos pasados, el administrador del Club Tres de Mayo era un señor que usaba vestido de paño negro marca Valher, con camisa blanca bien almidonada, con mancornas y corbatín negro, con un temperamento tan agrio que cuando escupía, en vez de saliva salía una bilis espesa que al caer en la baldosa se formaba un cráter, parecía que se alimentaba de escorpiones condimentados con ají. Este señor se colocaba a la entrada del Club y sólo dejaba entrar a los socios y a los hijos de los socios, pero eso sí, bien vestidos con saco y corbata a la moda, al mejor estilo de ran rin rin renacuajo.  Una vez un joven del populacho, se hizo invitar de un hijo de un socio para asistir a un baile, y cuando empezó a subir las escaleras, escuchó un vozarrón fuerte que lo despelucó por completo y casi le revienta los tímpanos.

―Oiga joven, ¿usted para dónde cree que va?

―Vengo para el baile

―Usted no es socio del Club

―Pero vengo invitado por un hijo de un socio y, además, me estoy estrenado un vestido Everfit.

―Podrá ser invitado especial de un hijo de un socio, podrá tener un vestido Valher o Everfit, pero usted no tiene corbata, así que con mucha pena no puede entrar― y para afuera se tenía que ir, pues no se aceptaban disculpas. “Las órdenes se cumplen o la milicia se acaba”, se le escuchaba decir con frecuencia.

Cuenta Fabio Londoño, el baterista de The Blue Stars, que el señor administrador del Club,

 nunca quiso que The Blue Stars, tocara su música en ese sagrado recinto de la High Life sevillana, porque pensaba que esa orquesta solo tocaba para la plebe, y era imposible que se fuera a revolver con la clase alta, con la gente de bien.  Ellos siempre traían para los bailes que hacían durante el año, orquestas de Medellín como Los Graduados, Los Hispanos, así les costará un ojo de la cara; hasta que un día unos socios que eran rumberos, excelentes bailarines y simpatizaban con The Blue Stars, le dijeron a la Junta Directiva:

“Nosotros no volvemos al Club, hasta que The Blue Stars, se presenten en este recinto, contrátelos, y si ven que no entra nadie, nosotros pagamos lo que cueste el baile”.

 Cuando los invitaron a presentarse en el Club, pidieron una plata bien grande, como para no tocar, y les cogieron la caña, los contrataron, porque las orquestas de afuera pedían carísimo, se llevaban todo el dinero. Para asistir al evento bien “titinos”, la orquesta ordenó la confección de unos uniformes de gala al mejor sastre sevillano y se fueron estrenando muy elegantes. Con la emoción embriagando sus cuerpos, llegaron muy temprano al Club Tres de Mayo, ensayaron todo el instrumental y estaban muy asustados pensando que no llegara gente, pero hubo lleno total, llegó gente de Sevilla y municipios vecinos, el recinto estaba a reventar.

 A las nueve de la noche empezaron a tocar, pero cosa rara, nadie bailaba, estaban muy atentos mirando la orquesta, y un frío de pavor invadió a los músicos, pues creían que su música no gustaba, pero es en los momentos difíciles cuando se nota la verraquera de que está hecha la gente, y la orquesta siguió tocando con más energía y muy buen ritmo, y cuando terminaron la tanda, el público como un resorte se paró y aplaudieron por varios minutos, eso fue un homenaje sensacional.

Fabio en un arranque de valor tomó el micrófono y dijo:

“Yo les agradezco que ustedes estén aquí esta noche con nosotros para compartir nuestra música”, y el público volvió a aplaudirlos con entusiasmo, y a partir de ese instante el baile se generalizó, no cabía un alma más en la pista de baile, ninguna pareja quería sentarse.

En un receso de la orquesta, el administrador del Club se les acercó con la cara sonriente y les dijo:

 “Muchachos, perdónenme, porque yo no les había dado la importancia que ustedes se merecen: Ustedes son mejores que todas las orquestas de Medellín; les deseo mucho éxito”, y de ñapa les dio un abrazo fuerte a cada uno de los integrantes

Esa noche los asistentes azotaron la baldosa hasta las seis de la mañana.

Y desde esa hermosa fecha de gloria, fueron invitados permanentes para todas las fiestas, invitaciones que algunas veces pudieron cumplir y otras no, porque ya la fama de la agrupación se había regado como una bola de nieve y debían ir a cumplir contratos en otras ciudades.

CONTINUARÁ…

PRÓXIMO CAPÍTULO III: EL ABUELO, EL BATERISTA THE BLUE STARS

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