Te Blue Stars en el Club Los Arrieros

1 de octubre de 20210 COMENTARIOS AQUÍ

Texto de Gustavo Noreña Jiménez

Los Blue Stars por mucho tiempo fue la orquesta de música tropical que tocó los fines de semana en el bailadero más famoso de Sevilla, conocido con el nombre de “Club los Arrieros”, el cual quedaba en la Calle Real, muy cerca del Parque Uribe, donde bailaba la gente del pueblo; ese establecimiento era el más grande centro de baile de la ciudad, lo fue por mucho tiempo y aún hoy no hay uno solo que se le pueda comparar,   y era frecuente escuchar melodías de los “Hispanos”,  “Los Teen Agers”, “Los Graduados”,  “Los Golden Boys”, “Los Bobby Soxers”, etc.. Algunas personas, dicen haber escuchado en los fines de semana, música tropical que surca los aires del interior de ese lugar y, sale por las puertas, a la calle, como reclamando su libertad; otros, dicen que han oído la canción el “Very, Very, Well”, que hizo famosa en Colombia, Carlos Román y su Conjunto Vallenato, canción grabada por este grupo en 1958, considerada una canción pionera en el Rock nacional: 

hello mister smoking to  o waking drinky  o wisky o dance rumba  o rock and roll  o de colombia merecumbé   to like baby to like woman  mike on friend  very very very well,

Muchas canciones sonaron en ese templo del baile donde entraban a bailar los “cocacolos” de Sevilla. Gonzalo Arango, el profeta irreverente de la nueva oscuridad del Nadaísmo, que esparcía sus ideas por Colombia, como un fantasma, los definió así:

“Es un tipo adónico que no ha llegado a la edad de la razón, en el sentido en que no ha aceptado la vida como un acontecimiento serio, con deberes, responsabilidades y compromisos. Siente hondamente la pasión de vivir. Es una existencia vacía de ideales, más cerca de las emociones que de la reflexión. Cambió, en un excelente negocio, la metafísica y el cielo por el deporte y el baile; las iglesias por los estadios olímpicos; la biblioteca por la cancha de tenis; las aulas académicas por el cinematógrafo. Se cuida más de su apariencia externa que de la vida interior.”

La muchachada de esos lejanos tiempos, eran unos bailarines consumados; Samuel Vásquez, en su” Monologo de Iván, el bailarín” dice:

“Porque el auténtico bailarín vence sin esfuerzo la fuerza de gravedad engendrando un vuelo que nos libera de la reptil jornada horaria. El ritmo es saber sin saber que se sabe. Es la sabiduría de la piel, el contento del alma, y nadie, nadie nos puede quitar lo bailado”.

La música tropical está inmersa en nuestro código genético y así como la lava en un volcán bulle en su interior, produciendo estremecimientos, la cumbia, el porro, bullen en la sangre, produciendo una cadencia, tratando de salir de nuestro cuerpo, para gritar al mundo, viva Colombia, y cuando de bailar otro género musical se trata, como el rock, el merengue, a un sevillano no se le arruga la musculatura, y azota la baldosa, así muera en el intento.

Un grupo de muchachos empezaron a organizar una banda de música bailable  y el primer nombre que se les ocurrió, fue The Blue Stars, que traducido al Español significa Estrellas Azules, pues no solamente hay estrellas amarillas, blancas, y de otros matices, sino también azules, como las llamadas Pléyades, así que la música de esta agrupación musical quedó engarzada en cafetales, pueblos, fondas, cielos y constelaciones de la Galaxia Solar; todavía se nos eriza la piel  al evocar aquellas rumbas.

―Mami, déjeme ir esta noche a los “Arrieros”.

―Hija, cómo va a ir por allá. Mis amigas me han dicho, que ese lugar es un reservado, mejor dicho, un lupanar.

―No madre. Es un bailadero; esta noche toca el grupo musical The Blue Stars, la orquesta más buena que hay en el Valle y el Eje Cafetero. Están estrenando “batería”

−Mija, mucho cuidado. Esos bailes tan juntos son libidinosos y el diablo se le sube por entre las piernas. Hija, recuerde el aforismo de un escritor irlandés: “Bailar es la expresión vertical de un deseo horizontal legalizado por la música”.

−Tranquila mami que yo no me dejo apretar, le pongo freno de mano al parejo.

−Eso mija, métale el codo.

    Esa noche era de luna llena y una suave brisa recorría las calles de Sevilla, y los “Arrieros” estaban agolpados de “cocacolos”, sentados en butacos de madera y con “canecas” de Aguardiente Blanco del Valle sobre las mesas. Las niñas estaban hermosas y los muchachos traían su mota de pelo sobre la frente al estilo Elvis Presly, sus pantalones de terlenka o Jeans Lee americanos o Wrangler, zapatos tipo mocasín, calzados sin medias, otros traían botas vaqueras tipo tejanas, y otros traían zapatos de plataforma y en la cintura una correa ancha con una hebilla metálica en forma de herradura. Los utensilios del rito estaban listos. “Queremos música. Esta noche adoraremos al Dios “Baco” hasta el amanecer, gritaba la muchachada”.

   En la tarima como unas deidades del Olimpo se pavoneaban “The Blue Stars”; Edgar Gallego, afinaba su guitarra bajo, buscando los mejores acordes musicales; Hernán Carvajal, tocaba el acordeón; Jaime Ocampo, “Piraña”, afinaba la voz; Rodrigo Gallego “El Mono”, con el Saxofón, sacaba notas increíbles; Fabio Londoño, “El Abuelo”, ensayaba con la “batería”, y sacaba un sonido bestial que retumbaba en la sala. Los amplificadores tenían su máxima potencia y de pronto “Piraña” como un predigistador   daba vueltas por el escenario y soltó un chorro de voz cantando “Palmira señorial”; luego cantó la “Gallina twist”, y muchas más que la gente bailaba con buen ritmo  y balanceo de caderas.  De pronto, “El Abuelo”, durante una pieza musical, como un mago, toma de su “Batería”, la “roncadora”, que es un tambor, y haciéndola sonar rítmicamente, salta a la pista dando vueltas por ella como un loco, con todos los bailarines detrás de él, como cuando unas abejas persiguen un intruso que las ha molestado en su panal; la gente parecía haber enloquecido de felicidad. Luego vino una pausa para descanso de la orquesta, momento que fue aprovechado por Camilo Escobar, quien vivía en la segunda planta de los “Arrieros” y desde allí bajó a llevarle un refrigerio a Piraña: “Mi yeims (mi Jaime) te traigo un jugo de mandarina endulzado con miel de abejas, tómatelo y verás que quedas cantando como un pajarillo”. 

     Camilo era un personaje sevillano que participó en las procesiones de Semana Santa como un Doctor de la Ley. Según Javier Marulanda, más conocido como “Marulo”, en su Revista “Huellas del pasado…pasos del presente”, dice: “Los sevillanos jamás olvidaremos la figura de Camilo en un Viernes Santo con su levita pulcramente adornada, sus mocasines amarillos y su báculo simbolizando el poder con aire de beatitud y grandeza comparable sólo con Constantino El Grande”.

  Cuando la orquesta volvió al escenario la rumba estaba en su frenesí y al empezar a tocar “La Plaga”, canción que hicieron famosa en Latinoamérica “Los Teen Tops” de México, con la voz de Enrique Guzmán, los asistentes salieron a bailar ese Rock de moda como impulsados por un resorte. Uno de los “cocacolos” quiso bailar con Carmenza Guevara, una de las “cocacolas” más lindas de Sevilla, pero ésta ya tenía parejo:

 ―Hermano, con su permiso bailo con la dama que usted no sabe bailar.

―Este pendejo que se ha creído―y sin decir más palabras, cual los hombres guapos, le descargó una trompada, desatándose una gresca de proporciones monumentales; volaban butacos, botellas y mesas, hasta que por fin llegó la “bola”, como en aquellas calendas se les decía a los carros  de la policía y se llevó para “la guandoca” a los responsables de la reyerta, continuando el baile con renovado entusiasmo.

   Por aquellas calendas había un grupo de muchachos que donde aparecían, fuera cantina, reunión social, discoteca, se la ponían de ruana y la discusión la resolvían a puños, eran los guapos del pueblo, y su mayor honor era tener la mano multada o ambas cuando el peleador era muy remacho.

   Cuando la fiesta estaba en su apogeo, como por arte de magia entre la multitud una hermosa muchacha, Carmenza Guevara, una chica a  go-gó, como una Diosa adoratriz del baile, salió danzando hacia la tarima, tomó el micrófono, y con el acompañamiento de la orquesta, cantó con una voz muy afinada “yo me llamo Cumbia”, el público aplaudió con gran emoción y la fiesta continuó hasta que llegaron las primeras luces del alba y los bailarines se fueron a sus casas.

CONTINUARÁ…

PRÓXIMO CAPÍTULO : THE BLUE STARS EN EL CLUB TRES DE MAYO


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