Texto de Álvaro Pineda
La nueva Sevilla escucha acentos venezolanos
por los callejones de la plaza de La Concordia, al igual que en las veredas, la
crisis del vecino país, ha retumbado hasta en lo más remoto de los cafetales y
hasta allá han llegado manos urgidas de conseguir con que alivianar en parte la
crisis humanitaria.
Se ven transitar los Embera Chamí y Katío,
también desplazados, pero de manera violenta hace ya varios años desde el Chocó
y Risaralda y como muchas de las cosas que se hacen en el país, prácticamente
el Estado los tiró en algunas veredas sevillanas sin preocuparse mucho si ellos
eran sedentarios o nómadas, si eran cultivadores o recolectores; solo
importaba, pasar la página y justificar que se reubicaron, les ayudaron con
proyectos productivos, sin darse cuenta que el estilo de vida de ellos no va
encaminado a la productividad y esta es una buena excusa para decir que no aprovechan
las oportunidades.
Sevilla siempre ha tenido gran relación con la
migración, de hecho, su fundación se debe a toda esa población venida del
suroeste antioqueño y el Viejo Caldas principalmente.
Después de la Segunda Guerra Mundial, varios emigrantes europeos llegaron a Sevilla y con el auge del café, la población flotante de recolectores, ha hecho presencia en el municipio permanentemente.
La nueva Sevilla está compuesta de jóvenes
llenos de tatuajes y aretes por todos lados, una moda producto de la migración
precisamente, de la hegemonía y la hibridación cultural, permitiendo ver un
muchacho de machete terciado, con aretes en las orejas.
En lo personal, no soy de estas modas,
solamente las observo y de la persona solo me importa si es buena gente, porque
la pinta es lo de menos, y espero que, a los demás les importe, lo que soy y no
lo que tengo a la hora de evaluarme.
Sevilla ya no es el “pueblo blanco colgado en un barranco” que recitaba Serrat, está
Sevilla busca desaforadamente un lugar para parquear porque la gran cantidad de
vehículos, sumado al desorden, hacen imposible un espacio para todos.
Los nuevos sevillanos piensan que el himno de
Sevilla es la canción de Hugo Toro Echeverri, y creen que Hugo Toro, fue el que
fundó una escuela al lado del coliseo.
Me gusta de esta nueva Sevilla, el terreno que
ha ganado la mujer ante la sociedad; sin embargo creo que le falta mucho y me
gusta el espacio también que los homosexuales han logrado escalar.
Se debe llegar tal vez a un equilibrio con los géneros, sin sentirse más por ser hombre, homosexual o mujer porque también se puede pasar la barrera desde cualquier sexo, y este equilibrio, creo que es la muestra de una sociedad más desarrollada y precisamente balanceada.
La nueva Sevilla tampoco tiene los muertos que
trajo y se llevó la época de la
violencia partidista, ya no es con la pelea de gallos sino con apuestas
digitales, donde el juego le apuesta a la liebre en lugar de la tortuga.
Está Sevilla es una comunidad donde muy pocos,
ya como bichos raros, disfrutamos de su historia, donde ya no hay barranco para
esconderse y dar besos furtivos por la Casa del Deporte, donde los íconos
arquitectónicos van desapareciendo de la vista sin poder hacer nada y el ave
coclí, oriunda de tierras más bajas como Zarzal, se encuentra a gusto aquí,
porque el calentamiento global los trajo también como buenos inmigrantes.
Adoro y añoro esa Sevilla pueblerina pero la
gran mayoría quisiera verla como ciudad y la mayoría gana.
La nueva Sevilla con los arriendos y los
precios de las viviendas por las nubes, dando síntomas de una posible situación
que lamentar porque así empezaron otros pueblos que desorganizadamente le
apostaron al turismo; sin embargo, creo en el gran esfuerzo que tantos han
apostado, por el turismo bien direccionado.
En la nueva Sevilla te saludan de “¡Entonces Bro!” en lugar de “¡Quíubo Hermano! Y convivimos todos bajo este cielo que sigue
eso si pintándose de colores para despedir el día.
Álvaro Pineda.