Texto de Javier Cañas Ángel
En Sevilla, en otra
época, muchos adultos mayores no conocieron de afanes y se sentían a gusto y
tranquilos al caminar por el borde de la calle, como si fueran por el andén y
tampoco tenían inconvenientes al cruzar una calle, pues sabían que las personas
que viajaban en los vehículos eran también tranquilas. Creo que esas personas que iban al frente de
su volante, tenían clara la dimensión de sus tiempos, el respeto para con los
otros y el tamaño real del casco urbano. Para ese tiempo, al igual que ahora, la
distancia más larga sigue siendo la misma; usando como referencia los dos
puntos más distantes donde existen núcleos poblados o barrios. Para este caso, el primer punto está ubicado
en la iglesia del Divino Niño en el barrio las Margaritas, y el segundo punto
será los corrales de ferias, donde está la entrada al barrio Popular. La
distancia más corta, usando las vías vehiculares de manera correcta, es de 3.4
kilómetros. Si se viaja en un vehículo, llámese carro o moto, este trayecto sin
interrupciones, a una velocidad de 30 Km/Hora, se recorre en 6 minutos y 48
segundos. Pero pensando en los pequeños imprevistos que se puedan encontrar en
este recorrido…se puede redondear el tiempo a 10 minutos. Si lo que estoy
planteando es real, entonces, ¿cuál es el afán?
Esa población que
venía envejeciendo de manera lenta y tranquila hasta hace algunos años, hoy día
son los que corren un mayor riesgo cuando salen a la calle. Un riesgo que
independientemente de la edad y del despiste, se hace latente en cada cruce de calle,
o cuando las construcciones invaden las zonas peatonales o cuando se permite
sin planificación la invasión del espacio público, pues nos toca de manera
involuntaria entrar a competir en franca lid por el espacio de la calle con los
vehículos.
¿Por qué se ha
perdido el encanto y disfrute del caminar tranquilo por las calles de Sevilla?
Ya no solamente es por las irregularidades de los andenes, sino, por el riesgo
de ser atropellado, pues al momento de poner un pie en la calle, se siente como
si se estuviese invadiendo una pista de carreras de motos. Ya es normal que se
sienta el vértigo cuando en horas de la tarde uno atraviesa la calle de la
pista de un andén a otro entre la galería y la calle 50. La carrera 52, que en
los años cincuenta del siglo pasado era el hipódromo de Sevilla, donde
competían los mejores jinetes con sus caballos; pasó de ser el hipódromo de
ayer, a ser el día de hoy la gran autopista de Sevilla. Las cosas serían muy
distintas, si se regularan y aplicaran las normas de tránsito en nuestro
municipio o se contará con un programa de educación para conductores.
Entre los requisitos
que debe tener un municipio para ser y mantener el título de “Pueblo Mágico”,
está el de “Garantizar servicios de salud y seguridad pública para el turista”.
Así, que si lo que queremos es ser y mantener a Sevilla con el título de
“Pueblo Mágico”, se hace necesario crear una estrategia pedagógica para los
conductores y aplicar las normas existentes de tránsito a nivel nacional para
zonas urbanas.
La Ley 1239 de 2008
establece que el límite de velocidad en zonas urbanas para vehículos de
servicio público, de carga y escolar, será de 60 km/hora. Esta norma aplica
para zonas urbanas donde existe una malla vial con circunvalares, autopistas y
avenidas; que no es nuestro caso. Esta misma Ley establece que para zonas
escolares y residenciales la velocidad no excederá los 30 km/hora. Esta norma
sí se ajusta a nuestra naturaleza urbana.
Al revisar la
tipología de uso del suelo en el Estatuto Urbano del municipio de Sevilla del
13 de diciembre de 2014, se encuentra que de los treinta y tres (33) barrios y
la Urbanización Fernando Botero, treinta y uno (31) están clasificados como
barrios residenciales. La tipología de los tres restantes está clasificada de
la siguiente manera: Barrio el Estadio (Mixto e institucional) y los barrios
Alfonso Ossa (Mixto) y el barrio Gaitán (Mixto). Donde la tipología mixta está
más relacionada a zonas verdes de protección o con zonas de alta
vulnerabilidad. Cabe aclarar que de los treinta y tres (33) barrios
residenciales, hay veintiún (21) barrios que están con una o dos
clasificaciones adicionales, como: mixtos, Institucionales, industriales,
comercio y de servicios.
Aún con las
especificaciones anteriores, el 91.18% de nuestro casco urbano es residencial.
Así que, según la normatividad de tránsito nacional, los vehículos deberían
transitar por casi la totalidad de nuestras calles a una velocidad que no
debería exceder los 30 km por hora.
Y en lo que
corresponde a las carreteras nacionales que atraviesan nuestro casco urbano, se
debería aplicar el Artículo 106 de la misma Ley 1239 de 2008: En las vías
urbanas las velocidades máximas y mínimas para vehículos de servicio público o
particular será determinada y debidamente señalizada por la autoridad de
Tránsito competente en el distrito o municipio respectivo. Además, debe
establecer los límites de velocidad de forma sectorizada, razonable, apropiada
y coherente con el tráfico vehicular, las condiciones del medio ambiente, la
infraestructura vial, el estado de las vías, visibilidad, las especificaciones
de la vía, su velocidad de diseño, las características de operación de la vía.
Para la aplicación de la norma, se hace necesario resaltar que esta carretera
nacional atraviesa por varios barrios residenciales.
En el libro “Vientos
Verdes”, en el capítulo No. 4 titulado La Vida Lenta, Rubén Pesci escribe como
epígrafe lo siguiente: “Lentitud para
vivir; más horas para integrarnos, solidarizarnos, leer, escribir, gozar y
trabajar creativamente. Necesitamos otra sociedad, otro paradigma de desarrollo
para hacer más sustentable la sociedad y la tierra”. En este escrito recoge
la historia de una localidad italiana llamada Bra. Esta localidad es la cuna
del movimiento Slow Life (vida lenta). Y surge con el propósito de luchar
contra el estrés y la absurda velocidad de la vida moderna. Este movimiento de
“ciudades lentas” nace en el año 1999 por iniciativa del alcalde de Greve in
Chianti, llamado Paolo Saturnini.
En Colombia, en un
municipio vecino al nuestro llamado Pijao, a partir del año 2014 se inscribió
en la filosofía Cittaslow (ciudad lenta en italiano). Siendo esta la primera
localidad de América Latina en entrar a formar parte de esta red. Este logro se
debió principalmente a Mónica Flórez Arcila, comunicadora e investigadora
etnográfica que fue concejala de dicho municipio.
Para algunos como yo,
la vida lenta es una oportunidad que nos permitiría redescubrir nuestra
identidad, nuestro territorio y la cultura local. En una ciudad lenta un
turista se puede sentir en casa, y lograr conocer los valores profundos y su
cultura, creándose nuevas formas de turismo sustentable. Y para sus habitantes
naturales será la oportunidad de recobrar la memoria de aquel bello pasado que
los abrigó y cuidó, mientras caminan por el presente.
Javier Cañas Ángel