Símbolos de un festival musical.
Un texto de Edgar Alzate Díaz
“Mientras
haya flores amarillas nada malo puede ocurrirme. Para estar seguro necesito
tener flores amarillas (de preferencia rosas amarillas)” Gabriel García
Márquez.
“El festival es una casa llamada país” cantante en el cantorio de mujeres Festival
Bandola.
En una charla con mi amigo el músico Oscar “El
Negro” Gallego le comenté que ahora con el festival virtual más personas que
vivimos lejos de Sevilla, podemos tener acceso a la música y eventos del
festival y en medio de su risa de hombre de arte, comentó: “El festival Bandola a Domicilio”.
Bandola es un festival que tal vez de manera
espontánea construye una serie de símbolos culturales de trascendencia en
muchos aspectos pues pocas actividades pueden reunir en un único acto tantos
signos y símbolos que representan lo que siente un pueblo y sus generaciones,
vistas desde la cultura, la política, lo social y lo ambiental, entre otros. Tal vez por mi nacimiento en Sevilla sentí los
corrientazos propios del amor en este festival y cada una de las presentaciones
que escuché y vi, me llevaron a recordar y a discernir, en mis mañas de viejo
antropólogo, significados de lo que estaba presenciando. He aquí, entonces, mi
análisis espontáneo y de agradecimiento al grupo Bandola y a sus acompañantes
por recordarme que, en este país a pesar de todo, la estética y el arte son
nuestra salvación.
El principal símbolo del Festival es el loro
llamado “Cállamello”, o también llamado loro de cabeza roja, según los términos
científicos. Habita en los Llanos Orientales y otras regiones de selva y
sabanas. En las culturas indígenas, las
mujeres acostumbran cargar un lorito en su hombro que las acompaña en la casa o
en las caminatas que hacen para sus actividades. Por lo general, las aves son consideradas
como intermediarias entre los seres humanos y los dioses, sus plumas sirven de
adornos y con ellas se elaboran aretes y diversas decoraciones para hombres y
mujeres. Creo que para el festival Bandola y para los niños y niñas, representa
la relación con la naturaleza y la protección del medio ambiente. También los
loros como suelen cantar y gritar, son muy cercanos a la música ya que es la
única ave que imita la voz humana. A Callamello podemos unificarlo con todas
las aves y puede ocupar como otras aves los espacios sagrados que hacen de la
música los sonidos de los dioses.
Para Bandola es importante la simbología del
árbol y viene representando en diversos festivales, la cohesión y la mística de
este momento musical. En alguna oportunidad comentamos que el árbol en las
culturas indígenas está incorporado en sus saberes y cosmovisión de estos
pueblos. Tenemos que en el pueblo Sikuani de la Orinoquia colombiana y venezolana,
el árbol Kaliwirnae es el árbol de los alimentos que descubrieron los antiguos
seres hombres-animales. Entre los Nasa del Cauca, el árbol representa la
estructura anatómica del cuerpo humano. Entre los Wayuu, existe un árbol que
hace perder a los borrachos que pasan junto a él sin presentar la respectiva
ofrenda. Los Awa de Nariño, consideran que hay unos lugares oscuros y fríos en
los caminos en los que se localizan antiguos y grandes árboles y que cuando un
niño o niña pasa solo por estos lugares, los espíritus se apoderan de su alma y
es el médico tradicional el único que puede recuperar el alma del niño o niña.
Para Bandola el símbolo sagrado es el árbol
Guayacán de flores amarillas, también llamado “flor amarilla” el árbol sagrado
que une la música con los espíritus tutelares en el cielo. El Guayacán es un
árbol que tiene en sus diferentes etapas, la pérdida y la renovación.
Periódicamente pierde sus hojas y se convierten en flores de diferentes
colores. Vida y muerte, renacimiento que le permite al ser humano renovarse y
nuevamente volver. A la vez, como todo árbol sagrado, está unido con la
medicina pues tiene propiedades medicinales para distintas enfermedades. Aparte
de su colorido y belleza, el Guayacán de Bandola recuerda que siempre podemos
renacer, que cada año, cada estación, nuestro espíritu se renueva y que la
música es la pócima que nos deleita y da nuevas energías en esta vida.
Otro símbolo que Bandola recrea durante el
Festival, es el color amarillo. El amarillo significa la fortuna y la buena
suerte. Las mujeres indígenas gustan de usar las telas para los vestidos de
este color. Es un tono que resalta y se une con los colores del día y de los
planetas mayores. El sol en su majestuosidad es amarillo. El color del amanecer
es en muchas ocasiones de color amarillo y el atardecer casi siempre se esconde
en medio de las diversas tonalidades del amarillo. Para Gabriel García Márquez,
el color amarillo estuvo incorporado en muchos de sus escritos. En Cien años de
soledad, hay entre otras muchas alusiones, esta que configura su amor por el
amarillo: “Vieron a través de la ventana
que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la
noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y
atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie”.
Para mí, los días domingo tienen color a amarillo. Este día se espera que
empiece iluminado y casi siempre queremos que la atmosfera esté llena de
amarillos, pues los días tienen cada uno, un color diferente. Con Bandola, el
color amarillo toma puesto en Sevilla y engalanado en el árbol de Guayacán y en
las flores amarillas de Mauricio Babilonia, corre por entre las montañas y se
pasa hasta las playas y se mete por los páramos del sur de Colombia y se va
llenando de voces y de sonidos como la bruma amarilla que atraviesa los
instrumentos musicales, los músicos y las alegrías de los cánticos jóvenes y de
la esperanza que cada año se renueva con este festival. El color de la
esperanza en un tiempo para nuestro país que necesita de la esperanza.
En una presentación Martha Elena Hoyos, trajo a
colación, el poder del fuego. El fuego y la aparición del ser humano están
unidos. Todas las culturas precolombinas tienen una leyenda relacionada en como
el ser humano consiguió dominar el fuego. Fuego y cocina, dos elementos
ancestrales que comienzan con la humanidad. Un pedazo de una leyenda Sikuani
relata así el origen del fuego, en la que el loro Tjuito, es el que consigue el
fuego para este pueblo indígena: “EL
FUEGO: Amatjuito fue quien se robó el fuego. Del árbol cabo de hacha salía
humo. Lo tendría ahí algún espíritu. El loro Tjuito o Kamatjuito se metió por
un hueco del árbol, lo atravesó, pero no sacó nada porque en esa época no había
fuego. Los demás, como lo vieron entrar, empezaron a picar el árbol, pero no
encontraron el fuego. Desde entonces el tronco de ese árbol no es liso, sino
que tiene hendiduras. Volvió a meterse Tjuito (el loro) y sí logró salir con el
fuego. Así se consiguió el fuego para la gente. La cocina es el espacio
donde el fuego calienta y une a la familia. En la cocina, junto al fuego
permanecemos de niños con nuestras madres. Bandola prendió el fuego musical y
entre lágrimas y risas, bailes y rumbas, le da ánimo y conocimiento a muchas
personas que olvidamos por unos días el fragor de la política y de los
asesinatos en esta Colombia. Fuego de vida, de espíritu, música del fuego que
crepita en las notas musicales.
Por último y tal vez lo de mayor importancia,
la presencia inmensa de las mujeres, los niños y niñas en el Festival. En los eventos
la presencia de la mujer fue mayoritaria. La coral de las escuelas de música
comienza con un grupo en el que doce o más niñas cantan y traen sonidos amables
y bonitos que presagian una nueva era en Sevilla y Colombia. El cantorio de
mujeres donde cada una de ellas lanza poesía con su voz, amores y protestas,
belleza y ánimos en medio de la inmensidad de Colombia. Del festival lo más
importante es ver como los jóvenes y niños se enamoran de su música regional y
como también pueden conocer y admirar otras músicas de otras regiones
colombianas. No hay una única música colombiana, hay muchas músicas regionales que,
con sus historias, destacan lo bonito de cada región, pues el festival integra
a todas las músicas y nos hace un solo país. La presencia de tantos niños,
niñas y jóvenes, en las escuelas musicales, abren un espacio optimista para los
futuros años de bandola y para construir un municipio amoroso y alegre de
generación en generación.
Y finalmente, la presencia de los colores. Todo
tipo de colores engalanaron el Festival. Los amarillos de la esperanza y la
buena suerte, el verde de la juventud y la nueva vida y también de la
naturaleza. El rojo de la pasión, del amor en nuestra cultura occidental. El
azul, color del cielo, que representa la tranquilidad; el naranja con su acción
y el optimismo, el blanco, el color tropical por excelencia, pero que también
en la cultura Afro representa la elegancia y también el duelo. Muchos colores,
que se combinaron representando a todos los sentimientos, las voluptuosidades
de un pueblo entusiasmado. Observar los niños corriendo con sus ruanas, desde
ya sintiendo el símbolo de una nueva cultura. Un paisaje multicolor como los
colores del atardecer sevillano que aparecen en las montañas del mar Pacifico,
que están en los cafetales y en las veredas campesinas, en un espacio infinito
como es el que rodea a Sevilla. Festival Bandola virtual, nos deja una sonrisa,
la paz en el espíritu y la amistad hecha musicalia.
“El festival es una casa llamada país”.
El árbol sagrado.
Video tomado de redes
sociales