Los sevillanos no olvidan esa noche de
octubre de 1982, cuando el colegio
General Santander celebraba sus bodas de
oro y
fue tomado de asalto por cuatro bandoleros. No provocaron pánico, sino
que estimularon la euforia colectiva, porque la pandilla venía armada con
guitarras, tiples, quenas y zampoñas. Ellos se delataron: Oscar Gallego, María
Elena Vélez, Rodrigo Muñoz y Julián Gil.
Lo habían planeado desde que los cuatro
decidieron vivir en convivencia en una
casa para lograr su sueño de convertirse
en el grupo emblemático de la música de este
municipio cafetero. Hacían honor
de sus ancestros, porque todos tenían padres y abuelos músicos, y sembrar las
aulas en espacios lúdicos, pues los cuatro
artistas también eran maestros de escuela. Enterada de la noticia, la colonia sevillana residente en
Bogotá financió su primer disco “Música
sin fronteras”.
No fue en vano, vinieron sus triunfos
musicales: Premio Sebastián de Belalcazar en los 450 años de Cali, Primer Lugar
como grupo mixto en el Festival Mono Núñez de 1989, becarios de Colcultura y
han alternado con Quilapayún en Venezuela, Inti Illimani en Chile y Mejía Godoy
en Nicaragua. Han participado en
festivales de México, Suiza, España y EE.UU.
Lo más grandioso es que cada año convierten
la plaza de La Concordia de Sevilla en el templo de la hermandad musical, invitando a grupos de todas las
regiones y trayendo grupos extranjeros. Esta vez extrañamos a Julián Gil,
porque recientemente el destino se lo llevó a que integrara los coros
celestiales. Gracias Grupo Bandola porque durante tres días vuelves más amable
la siempre acogedora tierra de Sevilla.
Por |Luis
Ángel Muñoz