Por: Edgar Alzate Díaz
“En Creación
Soy yo la que despereza/ a la creación sus
alas. / Soy yo la que inunda la tierra y / hace crecer la hierba verde, / la
que navega con los ríos / hacia el mar, / la que puebla los pensamientos / de
los hombres. /”
(Sandra Ocampo Buitrago).
Continuando y finalizando con esta serie
sobre la poesía Sevillana nuevamente reitero que en nuestro pueblo la palabra
es como la neblina que impregna las calles en el amanecer. Los Sevillanos somos
cultores de la palabra, las visitas, el tinto, los chismes, hacen parte de
nuestro gusto por la palabra, por el extendido sentido de perpetuar la voz. La
poesía por lo tanto es una parte integrada a esta forma de expresión de nuestra
cultura.
Entre nuestros poetas, el profesor e
intelectual Hugo Peláez Peña ha
dedicado su trabajo literario a la producción del Haikú, una técnica literaria
japonesa que crea con pocas palabras una imagen integral de un sentimiento o de
un paisaje o de un momento que el artista evoca en pocas líneas. Una de las
técnicas poéticas más difíciles se describe de la siguiente manera:
“El haikú
es una cosmovisión encerrada en un mínimo poético o estrofa de tres versos y
diez y siete sílabas”
(Hugo Peláez)
(Hugo Peláez)
En el siguiente poema, Hugo nos describe la
poesía como un instante de luz, de impacto estético, de energía que vincula al
ser humano con el amor y la luz. La luz de Sevilla, matutinos grises y blancos,
amarillos y anaranjados colores; atardeceres que difuminan azules, naranjas, un
sol que desde el Pacífico nos alegra y sonríe.
"Este fulgor
De luz que se amotina
Es un poema."
Este otro Haikú de Hugo Peláez, que evoca las
noches estrelladas que cuando adolescentes observábamos desde el Alto de la
Cruz, mirando las estrellas fugaces que caen y los meteoritos que surcan
nuestro espacio en medio de las noches diáfanas de Sevilla:
“Noche estelar
Celeste enjambre
De rutilantes astros:
Nube de estrellas”
También las pequeñas lagunas y los arroyos de
nuestros campos protegidas por los buchones en medio de los caminos que
transitamos en invierno, con el croar de las ranas que en la noche nos informan
que estamos en el campo, en la naturaleza:
“Crujidos
En la laguna,
crujido de verdes hojas:
Croar de ranas”
El haikú está integrado a la naturaleza y
desde esta convoca y menciona a la integración de los seres que somos parte de
un todo, y quien mejor que la rosa como símbolo y signo de la dulzura, del
destino, del amor, de la pasión, para integrar un poema sevillano:
“Lozanía
Relumbrante,
Entre tantos párpados,
mira la rosa”
Hugo Peláez Peña trabaja uno de las artes de
la palabra y del sentimiento más difíciles que hay como es el Haikú, con una
maestría y dedicación que solo nuestros artistas en sus viviendas y mirando los
atardeceres de nuestro pueblo pueden redactar en cortas y sintéticas imágenes,
por esta razón lo reseñamos como un maestro de la imagen poética.
A continuación, William Quintero, otro poeta Sevillano ya fallecido hace diez años,
que también nos otorga las palabras de la verdad, como en este poema que sigue,
el cual deberíamos denominar la vida y la muerte. Dos momentos de la existencia
pues bien nacemos, pero vamos muriendo en medio de los minutos y de las luces
diarias y de las nocturnas horas que nos recuerdan lo escaso de la vida y lo
eterno de la muerte. El quiebre fatal, el olvido infinito es la muerte.
“Al otro lado
Al otro lado de
la vida es muerte/y en este lado de la muerte es vida; /sangramos sin cesar por
nuestra herida /por un camino que jamás se advierte.
Pisamos el paisaje de aguafuerte /y el ácido
del alma dolorida /que Durero atenaza estremecida /al vaivén del Amor y de la
suerte.
Ni Federico de Sajonia, el sabio /el sabio
pudo entender lo que calló su labio, / su hondura filosófica y humana.
Estamos a nivel del precipicio / sin
equinoccio y sin solsticio /entre la vida y muerte esta mañana.”
A continuación,
este poema dedicado a San Francisco de Asís, el pobrecito de Asís, tal vez el
único santo sincero que existió. La pobreza, la caridad, el amor a la
naturaleza enmarcadas en estas palabras que solo la poesía puede traer y que
recuerda esa hermosa película del director católico italiano, Franco Zeffirelli
que presentaron hace años en nuestro teatro Real de Sevilla, además que recoge
el sentimiento cristiano de los Sevillanos, ya reseñado en Alberto Parra Arcila
y que William Quintero en su sentimiento ácido pero lacerante evoca de manera
magistral:
“Por el camino
de Asís
Pobrecito de Asís que comprendiste /el
sencillo arrullo de la paloma, /de la colina agreste hasta la loma /cuando la
tarde en arrebol se viste.
Tan pobre como a ti a nadie asiste /olor de
santidad que en mi se asoma /cual la fragancia de la dulce poma /que a ti y a
mí nos nutre y nos reviste.
Tan pobre tu y yo tan mendicante
/extendiendo las manos clamorosas/ para que el cielo las convierta en rosas…/
Pobrecito de Asís, tan lacerante/ la herida
del costado, epifanía/ mientras nos encontremos algún día…! /
Para el amor,
Quintero nos trae un poema cuando el amor deja resquicios optimistas y en el
alma la sonrisa y la imagen de la amada nos evoca con optimismo la posibilidad
del reencuentro, de nuevo la sonrisa y los besos de los amantes, pero tal vez
es solo la esperanza lo que queda, después de que el amor acaba.
“Por si
acaso
Por si acaso me quieres todavía, /todas las
noches de mi vida incierta/ para cuando regreses está abierta/la entrada
principal de mi alquería.
Te esperaré en la noche y en el día, /
contra estos fríos estarás cubierta / y verás cómo ayer que no está muerta /la
pasión que encendiste, vida mía! /
Sigo esperando en vano tu regreso /mientras
medito solo, como un preso /que recobrar su libertad confía;/
Aquí espera mi boca por tu beso /bajo este
yugo de doliente peso, /por si acaso quieres todavía …!”
William Quintero
como la mayoría de poetas no deja de temer por el destino y de darle un sentido
trágico a la vida, tal vez la tragedia de los poetas no sea más que la
esperanza de la vida, la luz del amanecer, la tenue neblina que nos regocija,
las luces y colores de nuestros atardeceres, como la vida misma en un ocaso del
que no podemos librarnos, solo el amor nos deja partir alegres de esta vida,
dicen los poetas. En estas estrofas parte de un poema más largo, sintetizo las
ideas anteriores que nos regala William Quintero:
“Tejemos la
urdimbre del propio destino. /Cada cual, en su vuelo, /no sabemos de dónde
venimos / ni dónde es el cielo, /tejiendo la urdimbre del propio destino”
Con lo anterior
finalizo la serie acerca de los poetas y poetisas de Sevilla Valle y que espero
continúen reseñando los amantes de la literatura de nuestro pueblo que no deja
de asombrarnos por su elevada calidad de palabras, de imágenes construidas con
sabiduría, de reflexiones y descripciones de lo nuestro. Sevilla debe recuperar
su buena poesía, así como realizar un compendio de sus muy buenos pintores,
tenemos más de ocho pintores que al lado de estos poetas constituyen un marco
artístico de calidad, sin dejar de destacar nuestra cultura musical.
Para finalizar,
de la poetisa Sandra Ocampo Buitrago
presento de nuevo los siguientes poemas:
“En perfección
Este sentir andariego trasiega por montañas
valles y desiertos se alimenta del ademán extraño de tu mirada. /Este amor
galopante, fluye libre, altivo para todos”
Y este otro
poema que evoca nuestras fincas, nuestros campos en el cotidiano caminar por el
pueblo que nos da tranquilidad y alegría en las silenciosas horas del mediodía,
estos poemas de Sandra Ocampo Buitrago tal vez una de las mejores poetas
jóvenes colombianas en la actualidad:
“En los brazos
de la tarde
Es tarde ya en la montaña la bruma deja
entrever los picos a lo lejos. / El sol exprimido hasta el cansancio, ha dado
sus mejores frutos. / El espejo cristalino del aire se empaña con una leve
brisa, el campo silencioso, silencioso se arrulla en los brazos de la tarde”.