Poesía en la tarde

28 de abril de 20170 COMENTARIOS AQUÍ

Por: Edgar Alzate Díaz
En Creación
Soy yo la que despereza/ a la creación sus alas. / Soy yo la que inunda la tierra y / hace crecer la hierba verde, / la que navega con los ríos / hacia el mar, / la que puebla los pensamientos / de los hombres. /” 
(Sandra Ocampo Buitrago).

Continuando y finalizando con esta serie sobre la poesía Sevillana nuevamente reitero que en nuestro pueblo la palabra es como la neblina que impregna las calles en el amanecer. Los Sevillanos somos cultores de la palabra, las visitas, el tinto, los chismes, hacen parte de nuestro gusto por la palabra, por el extendido sentido de perpetuar la voz. La poesía por lo tanto es una parte integrada a esta forma de expresión de nuestra cultura.

Entre nuestros poetas, el profesor e intelectual Hugo Peláez Peña ha dedicado su trabajo literario a la producción del Haikú, una técnica literaria japonesa que crea con pocas palabras una imagen integral de un sentimiento o de un paisaje o de un momento que el artista evoca en pocas líneas. Una de las técnicas poéticas más difíciles se describe de la siguiente manera: 
“El haikú es una cosmovisión encerrada en un mínimo poético o estrofa de tres versos y diez y siete sílabas” 
(Hugo Peláez)

En el siguiente poema, Hugo nos describe la poesía como un instante de luz, de impacto estético, de energía que vincula al ser humano con el amor y la luz. La luz de Sevilla, matutinos grises y blancos, amarillos y anaranjados colores; atardeceres que difuminan azules, naranjas, un sol que desde el Pacífico nos alegra y sonríe.
"Este fulgor       
De luz que se amotina
Es un poema."

Este otro Haikú de Hugo Peláez, que evoca las noches estrelladas que cuando adolescentes observábamos desde el Alto de la Cruz, mirando las estrellas fugaces que caen y los meteoritos que surcan nuestro espacio en medio de las noches diáfanas de Sevilla:
“Noche estelar
Celeste enjambre
De rutilantes astros:
Nube de estrellas”

También las pequeñas lagunas y los arroyos de nuestros campos protegidas por los buchones en medio de los caminos que transitamos en invierno, con el croar de las ranas que en la noche nos informan que estamos en el campo, en la naturaleza:
“Crujidos
En la laguna,
crujido de verdes hojas:
Croar de ranas”

El haikú está integrado a la naturaleza y desde esta convoca y menciona a la integración de los seres que somos parte de un todo, y quien mejor que la rosa como símbolo y signo de la dulzura, del destino, del amor, de la pasión, para integrar un poema sevillano:
“Lozanía
Relumbrante,
Entre tantos párpados,
mira la rosa”

Hugo Peláez Peña trabaja uno de las artes de la palabra y del sentimiento más difíciles que hay como es el Haikú, con una maestría y dedicación que solo nuestros artistas en sus viviendas y mirando los atardeceres de nuestro pueblo pueden redactar en cortas y sintéticas imágenes, por esta razón lo reseñamos como un maestro de la imagen poética.

A continuación, William Quintero, otro poeta Sevillano ya fallecido hace diez años, que también nos otorga las palabras de la verdad, como en este poema que sigue, el cual deberíamos denominar la vida y la muerte. Dos momentos de la existencia pues bien nacemos, pero vamos muriendo en medio de los minutos y de las luces diarias y de las nocturnas horas que nos recuerdan lo escaso de la vida y lo eterno de la muerte. El quiebre fatal, el olvido infinito es la muerte.
“Al otro lado
   Al otro lado de la vida es muerte/y en este lado de la muerte es vida; /sangramos sin cesar por nuestra herida /por un camino que jamás se advierte.
   Pisamos el paisaje de aguafuerte /y el ácido del alma dolorida /que Durero atenaza estremecida /al vaivén del Amor y de la suerte.
   Ni Federico de Sajonia, el sabio /el sabio pudo entender lo que calló su labio, / su hondura filosófica y humana.
   Estamos a nivel del precipicio / sin equinoccio y sin solsticio /entre la vida y muerte esta mañana.”

A continuación, este poema dedicado a San Francisco de Asís, el pobrecito de Asís, tal vez el único santo sincero que existió. La pobreza, la caridad, el amor a la naturaleza enmarcadas en estas palabras que solo la poesía puede traer y que recuerda esa hermosa película del director católico italiano, Franco Zeffirelli que presentaron hace años en nuestro teatro Real de Sevilla, además que recoge el sentimiento cristiano de los Sevillanos, ya reseñado en Alberto Parra Arcila y que William Quintero en su sentimiento ácido pero lacerante evoca de manera magistral: 
“Por el camino de Asís
  Pobrecito de Asís que comprendiste /el sencillo arrullo de la paloma, /de la colina agreste hasta la loma /cuando la tarde en arrebol se viste.
   Tan pobre como a ti a nadie asiste /olor de santidad que en mi se asoma /cual la fragancia de la dulce poma /que a ti y a mí nos nutre y nos reviste.
   Tan pobre tu y yo tan mendicante /extendiendo las manos clamorosas/ para que el cielo las convierta en rosas…/
  Pobrecito de Asís, tan lacerante/ la herida del costado, epifanía/ mientras nos encontremos algún día…! /

Para el amor, Quintero nos trae un poema cuando el amor deja resquicios optimistas y en el alma la sonrisa y la imagen de la amada nos evoca con optimismo la posibilidad del reencuentro, de nuevo la sonrisa y los besos de los amantes, pero tal vez es solo la esperanza lo que queda, después de que el amor acaba.
 “Por si acaso
    Por si acaso me quieres todavía, /todas las noches de mi vida incierta/ para cuando regreses está abierta/la entrada principal de mi alquería.
    Te esperaré en la noche y en el día, / contra estos fríos estarás cubierta / y verás cómo ayer que no está muerta /la pasión que encendiste, vida mía! /
    Sigo esperando en vano tu regreso /mientras medito solo, como un preso /que recobrar su libertad confía;/
   Aquí espera mi boca por tu beso /bajo este yugo de doliente peso, /por si acaso quieres todavía …!”

William Quintero como la mayoría de poetas no deja de temer por el destino y de darle un sentido trágico a la vida, tal vez la tragedia de los poetas no sea más que la esperanza de la vida, la luz del amanecer, la tenue neblina que nos regocija, las luces y colores de nuestros atardeceres, como la vida misma en un ocaso del que no podemos librarnos, solo el amor nos deja partir alegres de esta vida, dicen los poetas. En estas estrofas parte de un poema más largo, sintetizo las ideas anteriores que nos regala William Quintero:
“Tejemos la urdimbre del propio destino. /Cada cual, en su vuelo, /no sabemos de dónde venimos / ni dónde es el cielo, /tejiendo la urdimbre del propio destino”

Con lo anterior finalizo la serie acerca de los poetas y poetisas de Sevilla Valle y que espero continúen reseñando los amantes de la literatura de nuestro pueblo que no deja de asombrarnos por su elevada calidad de palabras, de imágenes construidas con sabiduría, de reflexiones y descripciones de lo nuestro. Sevilla debe recuperar su buena poesía, así como realizar un compendio de sus muy buenos pintores, tenemos más de ocho pintores que al lado de estos poetas constituyen un marco artístico de calidad, sin dejar de destacar nuestra cultura musical.

Para finalizar, de la poetisa Sandra Ocampo Buitrago presento de nuevo los siguientes poemas:
“En perfección
 Este sentir andariego trasiega por montañas valles y desiertos se alimenta del ademán extraño de tu mirada. /Este amor galopante, fluye libre, altivo para todos”

Y este otro poema que evoca nuestras fincas, nuestros campos en el cotidiano caminar por el pueblo que nos da tranquilidad y alegría en las silenciosas horas del mediodía, estos poemas de Sandra Ocampo Buitrago tal vez una de las mejores poetas jóvenes colombianas en la actualidad:
“En los brazos de la tarde

 Es tarde ya en la montaña la bruma deja entrever los picos a lo lejos. / El sol exprimido hasta el cansancio, ha dado sus mejores frutos. / El espejo cristalino del aire se empaña con una leve brisa, el campo silencioso, silencioso se arrulla en los brazos de la tarde”.
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