Por:
Edgar Alzate Díaz
Para María
del Rocío Agudelo Constante.
“El diálogo del amor”
A continuación, se presentan varios poemas
elaborados para enaltecer a Sevilla. La mayoría de los poetas escriben de su
ciudad o de su pueblo. Cada uno resalta su gloria, su importancia y belleza.
Sevilla tiene dedicatorias de varios de sus poetas y son estos poemas los que
voy a presentar a continuación. De una gran elaboración colocan a Sevilla según
los sentimientos y relaciones con el terruño que el bardo mantuvo con el
poblado.
Tal vez, nuestros primeros amores son nuestra
familia y nuestra tierra. El territorio es la base de la cultura de un pueblo:
sus paisajes, ríos, arroyos, bosques, las nubes que descienden en la mañana, el
sol que calcina en verano y las lluvias del invierno, los cultivos, las
antiguas casonas y las amistades, constituyen nuestros primeros amores. Por
esto los poetas gustan de cantarle a su tierra, a las calles y viviendas que
junto con sus sentimientos les dan la inspiración necesaria para la escritura.
He aquí entonces algunos poemas para Sevilla.
El siguiente poema de Alberto Parra Arcila
destaca el espíritu pujante de la población paisa, de nuestros antecesores. Su
base es la naturaleza agreste y el enorme esfuerzo realizado por los primeros
colonos en este medio difícil.
“A Sevilla”
Alberto Parra Arcila
Como
nido real de un cóndor fiero, /sobre un inmenso peñasco se levanta, / Sevilla
la ciudad donde se canta la marcha victoriosa del guerrero. / De ese coloso
invencible, que el acero / hizo gemir sobre la selva santa que fundó un pueblo
gentil a cuyas plantas / puso vida, paisaje y derrotero. Sevilla es grande: mil
cóndores salvajes / la engendraron un día de batalla / en medio de borrascas y
huracanes. / Y un águila en acecho entre sus calles / como un gigante parece
que atalaya, / el despertar de un pueblo sobre el valle.
Del poeta
Oscar Peláez Peña tenemos un hermoso poema en el que el olvido, el
desencanto, la visión de las quemas de la zafra en el Valle, la soledad de
Sevilla en el amanecer, y las tristezas del poeta que finaliza el poema con una
bella estrofa así: “Para ustedes el canto de dividir el pan / el canto de
bendecir la mesa / el diálogo del amor /.”
“A Sevilla Valle, el pueblo de mis infancias”
Si no
fuera la infancia que te nombra / en la pálida tarde; si mi recuerdo no /
anduviera en la niebla a rescatarte / de ese henchido lapso que es tu
olvido/. Ahora que en mi garganta crecen
sordas / las flores y los gritos, yo torno siempre / a mi siembra de acantos /
dorados. / Que claras las estrellas
iluminando / en los valles el incendio de las zafras / y la poblada soledad de
los frescos zaguanes. / Desde las ventanas de mi cuarto escucho / tu soledad;
una nueva mañana aletea / en mis manos dominando mi silencio. / como un ángel
volando sobre los dinteles. / . ¡tan separado está tu corazón del mío ¡. / Yo
regreso a los días de mi niñez, hundido / entre inmensas montañas… Ardían / los
patios tranquilos con el sol de las tardes. / Hoy todo es cruel y antiguo, se
fueron / los años, quedaron los patios vacíos /. Para aquellos que empuñan la
esteva / lanzan el arpón o la red, hachan / altivos troncos o construyen las
paredes / de los rascacielos. / Para aquellos hombres que siembran en tierra
generosa o en amargos terrones / Para ustedes el canto de dividir el pan. / el
canto de bendecir la mesa / el diálogo del amor.
Como a una amada, los
poetas y poetisas dedican destacados títulos colocándole el nombre de Sevilla
Valle al poema. Oscar Peláez, un poeta dramático, trágico, desesperanzado,
elabora un poema para su pueblo y le da el nombre del recuerdo infantil. Así
también Magda Stella de De la Pava, le dedica un poema a Sevilla basado en la
nostalgia y en descubrir la realidad de que estás en la lejanía, distanciada
del territorio, más no ausente, ni olvidada. Como lo dice la poetisa De la Pava
Quintero. “Apenas la añoranza de los días / en la tierra
que vio mis alegrías, / llena mi corazón de honda dulzura.”
“A Sevilla del Valle”
A orillas de mí misma te contemplo / por el dulce recuerdo embellecida;
/ comarca de mi infancia, bendecida / con la voz, la mirada, el pensamiento. /
Y tan distante hoy, el sentimiento / hace que el alma mía, estremecida,
/ traiga otra vez recuerdos de una vida / que fue maravillosa como un cuento. /
El tiempo pasa y nunca se detiene / y el camino que sigo siempre tiene /
una total ausencia de ternura. /
Apenas la añoranza de los días / en la tierra que vio mis alegrías, /
llena mi corazón de honda dulzura.
El gran poeta Guillermo Sepulveda Sepulveda, dedicó un
pasodoble-poema a nuestra ciudad enfatizando el espíritu colonizador y el
empuje montañero de nuestros ancestros:
“Sevilla”
Sevilla, ciudad fundada / con enorme espíritu
maicero: / los patricios y su gente / con hacha, tiple y perrero, / abrieron
selvas y en ellas / plantaron rosa y alero, / que fueron fértil semilla / de
aquel pueblito pionero.
Desde el Quindío llegaron / colonos de afán
"Tigrero", / que alumbraron el camino / con la luz de su yesquero / y
gentes buenas del Valle / que en esta loma pusieron / su tolda de caminantes, /
agricultores y arrieros.
Bellas mujeres aclaran / con sus miradas el cielo /
mientras los bronces repican / las voces del Evangelio: / paz en la tierra para
los hombres / que labran el duro suelo, / tierra que tiene en su pecho / un
corazón cafetero.
Del poeta Sevillano David Francisco LLamosa Escovar, viene otro poema dedicado a
Sevilla con una mirada para el Valle del Cauca. Sevilla con el paisaje de
nuestro Valle, recorrido por el gran río Cauca, tierra de algodón, cordillera
inmensa, filos de borrascas, multicolores atardeceres:
“Sevilla, Valle.”
Incluso la montaña de sol, / ha sido escrita con
notas imaginarias. / El valle fue hecho valle por hordas de gigantes, / su
nombre fue extractado de su tibio cromosoma. /
Dichos, verborreas, trazaron los caminos, /
manos de café soñaron las blancas espadañas. /
Diáspora de nuevo cielo, / ojos negros, nobles
ojos, / reflejaron la belleza del paisaje.
Siglos de aluvión, / verde valle, / espuma de caña,
blanco corazón.
Vale valle, / no sucumbas bello valle, / no
te mate la violencia, / no te infecten los venenos:
infinitos te han arado con la fuerza de la vida…
.
Otro de
nuestros poetas que le cantan a Sevilla es Alfonso Echeverri que trae este
poema encintado con un lenguaje muy hispano y gitano a la usanza de nuestras
tradiciones sevillanas:
“Heráldica”
La
altiva villa ingenua como una campesina / se empina adolescente sobre el amplio
paisaje / en que un valle y un río le rinden vasallaje / de amor a la lejanía y
lírica infantina /
Blasonan
su nobleza: sobre plural colina / noble águila rampante que inicia eterno viaje
/ de esmeraldas alturas, sobre un oro de encaje / que orifica el sinople de
trébol cruz latina /.
La
unidad de una raza sobre campos azules / ordena el haz de plata. Y en el
cuartel de gules / el áureo cuerno exorna oro de cafetales. /
Orla
argentina enmarca con nombres y con fechas / el blasón cuyo lema es la sinople
flecha / de un pueblo destinado a rutas siderales.
Y esta
décima de don Alfonso Echeverry para cerrar el homenaje poético a Sevilla:
Decimas
Mi
pueblo andino, alto, fiero, / por su nombre y por su gracia, / merece la
aristocracia / de tener un lisonjero / nombre de maja y salero / o apodo de
luna y tasca. / Más produce grima y basca / que un enemigo mortal / la hiciera
la capital / de la ruin “música guasca” ¡
Es la
hora de las palabras como susurros al viento, del sentimiento, del retorno de
la neblina, de recuperar nuestra poesía olvidada y arrinconada. Es la hora de
que nuestros artistas vuelvan al podio de los poetas, que aparezcan los
pintores, que se pinten de colores las mil letras de la poesía y de la imagen
sevillana. Es lo que estos artículos buscan, que renazca nuestro arte, que rían
nuestras musas y que resuciten los poetas muertos y vivan muchos años más
nuestros poetas vivos.