El
actor se encontraba en la capital de Putumayo con su equipo de trabajo grabando
un cortometraje. A metros de donde estaban pasó la avalancha.
Casi
tres días después de la tragedia que acabó con la vida de al menos 273
mocoanos, las historias de supervivencia empiezan a conocerse. Segundas
oportunidades como la que le tocó a Álvaro Rodríguez, reconocido actor de cine
y televisión que sobrevivió a la avalancha del río Sangoyaco justo cuando ésta
pasaba a tan sólo unos metros de donde él y su equipo de trabajo se encontraban
grabando unas escenas.
El
actor sevillano trabajaba en el cortometraje Aturdido, en la sede del antiguo
Fondo Ganadero, ubicado en el barrio San Miguel, en compañía de 17 personas que
conformaban el equipo técnico de la producción audiovisual. “Estábamos grabando
y de un momento a otro empezamos a sentir un temblor, y cuando salimos a mirar
vimos lo que estaba pasando: el río se estaba desbordando frente a nosotros”.
Enseguida, relata, se unió un hombre ciego, una mujer embarazada, dos mujeres
más y tres menores de edad. Todos, vecinos que curioseaban en las grabaciones.
“Corrimos
como pudimos a la carretera, que estaba funcionando, y por coincidencia venía
una patrulla de la Policía. Le pedimos el favor que nos sacara, nos dejaron en
la plaza principal de Mocoa”, expresa Rodríguez con una enorme angustia. Al
llegar a la estación de Policía, Rodríguez fue ubicado con su grupo de trabajo
en el segundo piso de los tres que fueron habilitados para recibir a los
afectados. “Recuerdo que llovía mucho, yo llegué mojado con la ropa de
grabación a la estación de Policía y no tenía más. Nos tocó dormir en los
pasillos del segundo piso que, entre otras cosas, no dieron abasto para toda la
gente que llegaba”.
En
su eterna estadía en la estación de Policía la noche de la catástrofe —31 de
marzo pasado—, Tribilín, como también se le conoce al actor por su papel en la
serie Fuego Verde, cuenta que fue testigo de una cadena de historias que
“parecían una película de terror”. Momentos difíciles de describir para él
debido a la cantidad de gente que llegaba buscando respuestas de sus familiares
desaparecidos, damnificados o, simplemente, tan asustados como él mismo lo
estaba.
En
la mañana del sábado 1° de abril, este hombre de 68 años salió de la estación de
Policía y se percató por primera vez de la magnitud de la tragedia. Recorrió
las calles que desde el pasado jueves había caminado al llegar a Mocoa, pero
esta vez bañadas en lodazales, acompañados de escombros, gritos y llantos en
cada calle. “Me descompuse. Me decían: ‘Mire la terminal’, pero… ¿cuál
terminal? ‘Mire la plaza de mercado’. ¡¿Cuál plaza?! Todo se lo llevó la
avalancha”.
Posteriormente,
sin cámaras —algunas alcanzaron a salvarlas y guardarlas—, Álvaro Rodríguez
llegó en compañía del equipo de grabación al albergue Pío XII en busca de
refugio y comida. Al hacer la fila, se dieron cuenta de la precariedad y el
hacinamiento de los damnificados entre los que se encontraban indígenas,
desplazados de la violencia, niños, mujeres y familias que buscaban ayuda.
“Esas personas necesitaban más las ayudas que nosotros. Reunimos (plata) entre
todos y compramos unos pollos. Fue la felicidad total”.
El
actor, visiblemente afectado por la tragedia, se siente incapaz de salir a las
calles del municipio. Cuenta que, tras la avalancha, él y el equipo de
grabación buscaron una casa en donde pasar la noche el sábado. “La colaboración
acá ha sido maravillosa. Esa noche nos quedamos cuatro en una casa y los demás
en otra al frente”. La tragedia no los detuvo: en la mañana del domingo
salieron a buscar otra locación que les permitiera seguir grabando las escenas
que les faltaban. Ese día para él “fue una distracción en medio de tanto dolor
que se vive por estos días”.
Su
llanto se hace visible al recordar cada imagen que tenía de los mocoanos
suplicando ayuda, de los niños corriendo para salvar sus vidas, de la gente
tratando de ponerse a salvo en medio de la catástrofe, de las ayudas
humanitarias que necesita la gente en los albergues y, de su familia, cuando
prendió su celular y se pudo comunicar con sus tres hijos que no sabían la
situación en que se encontraba su papá.
—¿Qué
va a hacer cuando llegue a Bogotá?
—Tratar
de recuperarme y seguir mamando gallo.
Fuente de la información | www.elespectador.com