“El día que se acabe el agua, que desaparezca
el último animal y se talé el último árbol, el hombre se va a dar cuenta de que
el dinero no se come, pero ya será tarde para lamentarlo” (Sabiduría
Kogui).
En la Sevilla del pretérito, el paisaje era
una acuarela de colores, abundaba el agua, los árboles frutales y el entorno
era rico en flora y fauna. Las casas campesinas, eran construidas bajo el
diseño de la arquitectura antioqueña y
adornadas con espaciosos corredores, jardines y la buena luz que daban
las lámparas de caperuza. Parte de ese pasado ya no existe, porque la mal
llamada modernidad arrasó con todo: se taló el bosque nativo, se secaron los
ríos, desapareció la vereda La Astelia y con ella su hermosa capilla.
El ecosistema cambió y donde antes se sembraba
comida se cultiva pino o caña de azúcar y se puede correr el riesgo de
quedarnos sin seguridad alimentaria. Lo que otrora fue histórico, se convirtió
en escombrera y poco a poco se ha ido perdiendo la memoria y el origen.
En otros tiempos abundaba la comida y a
Sevilla se le llamó en los años cincuenta la despensa agrícola del Valle del
Cauca. En toda finca campesina se sembraba además del café, plátano, banano y
yuca, cultivos de aguacate, chachafruto, papaya, guanábana, mango, guama verde,
mora de castilla y mora silvestre, zapotes, mandarinas, ciruelas, naranjas y
limones. En toda finca había gallinero y las abuelas se encargaban de los
nidadores y la postura, también cuidaban de la huerta casera donde se cultivaba
cebolla larga, lechuga, col, tomate y plantas medicinales como el apio, el
toronjil y la siempreviva. Hoy, cuando la ciudad goza del título de Paisaje
Cultural Cafetero, Patrimonio de la Humanidad, la gente del campo compra
cilantro para llevar a la olla y huevos para la alimentación.
Si lo que se quiere es mostrar paisaje, hay
que sembrar bosque nativo, volver la tierra un jardín, el paisaje convertirlo
en frutos y reforestar las cuencas hídricas de la región para tratar de
recuperar el río San Marcos, El Volga, La Toma, La Cascada, hoy en vía de
extinción por el mal manejo de los recursos y el irrespeto del hombre por la
naturaleza.
La arquitectura antioqueña se fue al piso,
sólo quedan algunas construcciones en pie y es deber del municipio trabajar por
su conservación y el ornato de la misma. En Sevilla, no hay un museo que nos
recuerde la historia de los arrieros, los que tanto trabajaron para hacer una
patria grande y tampoco existe memoria y monumento para recordar a los
artistas, los artesanos, a los poetas y a todos los constructores de vida.
Algo se está viendo en el Parque Uribe Uribe,
donde al lado del busto de Don Heraclio, encontramos varios epitafios de los
últimos bardos que se nos han ido de este paraíso terrenal.
Mejorar la infraestructura vial, es la tarea
que se debe hacer en el mediano plazo, porque los turistas llegan a conocer paisaje,
a recrearse con él, compenetrarse con su majestuosidad y hay que tener una
malla vial en buenas condiciones.
Es urgente, preparar algunos ciudadanos en el
aprendizaje de la historia de Sevilla, gente que tenga capacidad de hablar frente
a un auditorio para hacer quedar bien la ciudad y es una necesidad crear guías
turísticos, preferiblemente que hablen inglés, para acompañar a la gente en sus
recorridos Se recomienda, respetar el paisaje y cuidar el que se tiene, porque
esta es la casa donde vivimos todos. Recuerde que “la tierra no es del hombre,
el hombre es de la tierra”.
Vaya, donde vaya, dígale al mundo que Sevilla tiene
los atardeceres más bellos del planeta tierra; se lo dice: Javier Marulanda Gómez “Marulo”.