¡Sevilla da para todo!

1 de mayo de 20160 COMENTARIOS AQUÍ

Nunca antes había crecido tanto como en ese año y medio en Sevilla, cada atardecer de colores pintó mi alma de nuevo. Llegué con el corazón lleno de heridas, cual sobreviviente de una catástrofe nuclear y con el espíritu mudo y gris.

Sevilla pintó de nuevo mi alma con sus cálidos atardeceres, con sus días de lluvia, con el silencio de la paz y con la gente más maravillosa y solidaria que haya podido encontrar. Fueron casi 600 días de aprendizaje, amor, cariño y sobre todo reconstrucción. Es increíble lo que la soledad puede lograr en las personas: sanar el odio que pudre el alma y luego tener la capacidad de perdonarlo todo.

Estaré eternamente agradecida con Dios y con la vida por ese maravilloso momento de tan solo 18 meses que me restauró la fe en mi misma, en Dios y en la humanidad.

Empecé a vivir allí un 15 de enero con mi hijo, llegamos con un par de maletas, algunos artículos de supervivencia y en mi caso con el corazón destrozado y el alma hecha trizas. Tan solo un mes atrás me había separado del padre de mi hijo luego de dar la batalla más larga y absurda de mi vida.

Llegué con menos de un año de experiencia laboral y tratando de entender cómo iba a construir mi vida sin la ayuda de nadie y con un bebé. Suena simple, pero en la realidad es el desafío más complejo para cualquier mujer. Empezar cargando un universo a cuestas, porque, si, ir por la vida intentando sobrevivir, es cargar el mundo en la espalda, ser madre soltera es cargar un universo, especialmente de dolor y soledad.

No tenía ninguna expectativa en particular, excepto seguir respirando ofreciéndole lo mejor de mí a mi hijo. Poco a poco mi herido corazón empezó a sanar con el maravilloso trabajo que pude ejercer, ser periodista y no tener censura al momento de realizar cada nota. Junto a esto se sumó el conocer personas increíbles en mi trabajo, compañeros solidarios, unidos, sencillos y humildes.

Mi suerte no terminó allí, pude estudiar mi segundo idioma gracias a una beca y además encontré una niñera increíble que más por solidaridad que por el pago cuidaba muy bien a mi hijo. A este increíble momento de mi vida llegaron amigas entrañables que aún hoy recuerdo con cariño y gratitud. Todas madres solteras como yo, pero más fuertes, aguerridas e inteligentes. Su valeroso ejemplo me ayudó aún más a superar mi dolor y sobre todo a dimensionar el futuro sin miedo y con alegría.

Escribo estos párrafos emocionada y feliz de haber vivido esa enriquecedora parte de mi vida. Fueron tan solo 18 meses, pero creo que nunca antes había vivido tan plena, crecí en este tiempo como nunca antes, me enamoré por primera vez: de mí misma! Justo allí empecé a amar a mi hijo, a replantear mis sueños y a aceptarme tal cual soy.

Fueron días de soledad infinita, semanas enteras de lágrimas y amargura en el alma, de preguntarme porqué había tomado tantas malas decisiones en mi vida, de reprocharme cada mala elección en este universo, de odiarme por no haber sido más inteligente, de odiar a todas las personas que me habían hecho daño, de no creer en nada, de desear que un rayo me partiera en dos y mi miserable existencia se fuera al carajo… horas y horas de preguntas sin respuestas, lágrimas y rabia.

Dios siempre estuvo allí, dándome fortaleza para transformar todo ese odio en amor, todo ese rechazo en aceptación, me dio atardeceres de colores maravillosos, paisajes increíbles… momentos únicos acompañados de música y valiosos amigos, me enamoró de la vida y de mí misma.

Haber conocido personas tan solidarias me enseñó de solidaridad, compartir con compañeros de trabajo humildes, sencillos y apasionados me mostró el camino: la vida consiste en ir con la maleta ligera hacía donde el corazón se incline.

 Aprendí desde recetas deliciosas hasta de arte. ¡Sevilla da para todo! Es magia, magia pura. Hace casi un año que no vivo físicamente allí, y aclaro lo de físicamente, porque una parte de mi corazón se quedó allá y mi alma divaga constantemente entre montañas, frailejones y atardeceres con doble arco iris.

El día que me fui, lo hice porque a esta altura de mi vida y con las responsabilidades que tengo, mi estabilidad laboral pesa más que lo que me dicta mi corazón. Desde el momento en que empecé a alejarme, no paré de llorar. Mi instinto me decía que habían pocas probabilidades de volver a encontrar un lugar tan mágico y con gente tan buena. Hasta el momento ha tenido razón.

Anhelo poder regresar algún día, así las cosas hayan empezado a cambiar… Anhelo volver a ver ese hermoso cielo de colores, las araucarias del parque Uribe, el bello odeón del parque principal, la inigualable vista desde el restaurante de Cris, los frailejones del Páramo de Las Hermosas, las increíbles personas que conocí. Sentir el aire fresco de las tardes y el olor a madera camino a la que fue mi casa. Escribir este texto es nada frente al agradecimiento que hay en mi corazón, pero hoy, más que nunca extraño ese inigualable pueblo montañero vigilado por bosques y habitado por las personas más increíbles que he conocido.

Gracias por todo y por siempre.
Mitxué Trujillo Atckey
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