Por| Pbro. Rodrigo Gallego Trujillo
Permanecía
intacta la pequeña planicie que baña la quebrada de San José. Buen caudal,
límpido y cantarino, el riachuelo discurría mansamente bajo tupidos guaduales.
Las
dispersas gentes empezaron a sentir la necesidad de hacer un pueblo. Quién
fuera el inicial autor de la idea, no creemos que haya quién pueda decirlo.
Nació del ambiente. Concreción de una necesidad. Pero Don Heraclio Uribe Uribe
era un personaje. Había actuado en la vida pública y en los campos de Belona.
Había parlamentado en las Asambleas y ejercido autoridad. En la última gran
contienda fratricida, en la que su hermano el General Rafael Uribe Uribe
llenaba todo el ambiente guerrero con sus heroicas hazañas, se había sustraído
al influjo avasallador de la cruenta lucha y se había quedado con su empresa
colonizadora en el interior de la selva. Era, pues, el natural director de todo
proyecto. Y a él acudieron los colonos. Y empezó a tomar forma la idea de hacer
un pueblo. Se discutió el sitio. Primero La Manigueta, que por carencia de agua
se desecha.
Emiliano García, en actividades cinegéticas, había visto la planada de
la margen de San José. Dio el informe. Inmenso alborozo. Allá es, dijo el
patricio y corearon los concurrentes. Y hubo cita para proceder a la fundación.
A ella concurrieron, con el ilustre patricio, Zenón García, Jesús Antonio
Carmona, Emiliano García, Francisco Eladio Hoyos y Francisco Alvarado. Era el 3
de Mayo de 1903, día de la Cruz, que por eso blasona el escudo de la Ciudad.
Domingo de reposo para los fundadores, día glorioso de inmortal creación. La
creación de Sevilla, la del Valle del Cauca....