
El
término ambiente como sumario de lo que nos rodea, de lo que nos espera, sin
límites sobre la identidad de sus componente, ha sido usada tradicionalmente
entre latinos y mas propiamente en
nuestro país para referirnos al medio en que vivimos, habitamos o al que hemos
sido invitados: “Esa fiesta era de buen ambiente” “había muy buen ambiente para
mi propuesta” el apartamento es pequeño pero de buen ambiente ”, son
manifestaciones comunes, de hace muchos años en el lenguaje popular, que
sobrepasan a las definiciones aminoradas de biólogos y sociólogos, como la
definición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, que durante algún
tiempo se supeditaba “al aire delicado que rodea nuestro cuerpo”.
Las
condiciones estéticas y éticas de la vida cotidiana influyen en el contenido y
las formas que cada individuo usa y aporta a la construcción social del
significado de ambiente. Dichas condiciones obran a veces como limitantes o
como impulsoras, dependiendo de los niveles de complacencia de cada situación.
Una
situación general percibida como injusta, puede entonces llevar a que el
contenido de concepto de ambiente se reduzca a la conciencia de vivir en un
medio sociocultural inequitativo, sin que ningún otro elemento pueda tomar
importancia en la conciencia individual, o puede también conducir al escape
individual hacia una conciencia del ambiente en la que lo bio-físico sea el
contenido dominante.
Aún
mas, la belleza del medio en que se vive puede llevar también a una disposición
contemplativa y esteticista, en la cual el orden, la simetría y el colorido
sean substanciales dentro el concepto individual de ambiente, como también
puede conducir a una ceguera estética, como sucede con algunos individuos
criados en el campo para quienes la idea de paisaje no tiene contenido.
Razones
éticas y estéticas están detrás de los que amamos la gestión ambiental. La
inequidad o la indiferencia con que se trata a lo otro, bien sea a las otras
especies, o a los otros interese sociales, han impulsado, a una mayoría de personas dedicadas a esta labor en
Colombia, y otra parte ha llegado al movimiento ambientalista fundamentados en
razones estéticas, horrorizados por la fealdad con que a su juicio, se están
construyendo las ciudades, por la destrucción de los paisajes rurales o por la
acumulación sin orden ni concierto de los desechos y basuras.
En
las diferencias de percepción individual de lo ambiental, parecen tener
influencia tanto la biología como la crianza y las relaciones sociales
tempranas. Aunque para algunos les suene raro, los psicólogos ambientales han
perfeccionado técnicas para conocer la percepción individual y social del
ambiente y han encontrado diferencias significativas en el contenido que le dan
a la palabra niños y adultos de diferentes edades, condiciones sociales,
tradiciones familiares y experiencias educacionales y laborales. Los estudios
de percepción social del ambiente se han extendido también a diferentes ámbitos
culturales identificando elementos propios de algunas culturas, inexistentes en
otras, como sucede con la gama de olores
que componen el ambiente indígena amazónico. En otro contexto Bateson
recordaba que “algunas teorías suponen que el individuo humano simplifica y
generaliza interminablemente la opinión que tiene de su propio ambiente, que
constantemente le impone a ese ambiente sus propias construcciones y
significaciones y que es característico de una cultura en contraste con otra”.
El perspectivismo de Nietzsche se amplía en el pensamiento fenomenológico y en
todas las aproximaciones que tienen en cuenta las formas de mirar como
fundamentos diversos del conocer. En ese sentido el ambientalismo se explica
como una forma de ver las cosas.
Lic. Danilo Useche